Altadena. Cuando la casa de Karen Girard sobrevivió a los incendios que arrasaron comunidades enteras alrededor de Los Ángeles en enero, ella pensó que había tenido mucha suerte.
Pero poco después la alegría se convirtió en tristeza. Nueve meses después de la tragedia, Girard no ha podido volver a habitar su hogar en Altadena, un barrio de clase media en el oeste de Estados Unidos.
Metales pesados, como plomo, arsénico y zinc así como sustancias volátiles tóxicas, incluso cancerígenas, como cianuro y furfural, contaminan su casa y la obligan a protegerse con una máscara cada vez que entra. "Cuando vi que la casa seguía en pie dos días después (del incendio), estaba tan feliz", recordó Girard en entrevista con Afp.
"Pensé que debía ir a comprar la lotería porque nunca tendría tanta suerte de nuevo". Salvo que una serie de análisis revelaron la presencia de componentes tóxicos en las paredes, los muebles y hasta el piso. "Entendí que aunque la casa seguía en pie, podría haberla perdido", lamentó la diseñadora de 58 años.
"¿Cómo era esto posible?". Girard es asmática y padece crisis respiratorias si permanece dentro de su casa mucho tiempo, al punto que su médico le cambió su tratamiento.