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Falleció Hermeto Pascoal, forjador de bromas musicales e invenciones insólitas

Hermeto Pascoal durante una charla con ‘La Jornada’ en 2007.
Hermeto Pascoal durante una charla con ‘La Jornada’ en 2007. Foto José Carlo González
15 de septiembre de 2025 07:32

El maestro Hermeto Pascoal se convirtió anteanoche en una flama de luz que desde entonces está encendida sobre la cabeza de cada ser humano, de cada flor, de cada chorro de humo que sale de la tetera, de cada ser viviente.

Trascendió al plano espiritual a los 89 años, en paz serena y rodeado de amor. En ese instante, su banda musical estaba haciendo su música sobre un escenario ahí juntito, en un foro de Río de Janeiro, como el maestro había dispuesto. Ha muerto así uno de los grandes genios de la humanidad, clamaron en coro sus colegas músicos por todo Brasil.

Estaba de gira por Europa cuando en Londres se sintió mal y fue internado en un hospital; fue trasladado a Río de Janeiro, donde se complicó su diagnóstico de fibrosis pulmonar avanzada.

Hermeto Pascoal es uno de esos músicos cuya obra no tiene edad ni nombre ni definición alguna. Es la obra de un hombre tocado por la gracia divina. Para aliviar la ansiedad que la ausencia de nombre provocaba, respondía así a quien le preguntaba: “lo que hago es música instrumental”.

Se desnudaba y se metía al río con sus músicos con instrumentos de aliento que seguían sonando cuando se sumergían en el agua. Entrechocaba piedras de río. Amaba tanto a los animales, que subía al escenario a cerdos bebés, patos y otros animales, que hacían música junto con sus músicos.

Albino, bizco, pelo largo color dorado luego amarillo y al final de su vida blanco, sentado al piano era Mozart; sus bromas musicales, sus invenciones insólitas, sus sonidos nacidos de su mente siempre puesta en la caída de la cascada, el ondear del río, la danza de la nube, el viento, la lluvia, eran sonrisas, danzas, brincadeiras, como decían en brasileño sus iguales.

Conseguir grabaciones de Hermeto Pascoal no es empresa fácil. Su trabajo lo ha consagrado al contacto directo con los humanos, los animales, las plantas y todos los seres vivos. Por eso grabó muy pocos discos, de los cuales sólo dos han rebotado a otros puntos del planeta desde Estados Unidos, donde grabó Slave Mass (Misa de esclavos), en 1977.

Ese acetato se convirtió en objeto de culto, tesoro preciado, referente icónico, pues pocos hemos tenido acceso a gema tan singular.

Desde el track inicial de ese disco se dibuja el paisaje entero: el imbatible beat de la samba, protocolizada por Airto Moreira y vuelta magia, alquimia, niebla y brizna tibia desde el teclado eléctrico del maestro albino. Pero lo suyo no es samba, ni jazz ni todo aquello que cabe en compartimento estanco.

Don natural

Nació en Arapiraca, Lagoa de Canoa, en el estado de Alagoas, Brasil, el 22 de junio de 1936, en una familia de músicos campesinos. Albino, igual que uno de sus hermanos, Hermeto aprendió del padre el oficio de la música como un don de la naturaleza.

Hermeto Pascoal es nordestino y la música es muy poderosa, nacida de una región de pobreza en convivencia con el arte barroco más sublime. Es en esa zona donde Sebastião Salgado realizó sus obras maestras.

La música nordestina es básicamente el forró, género popular por antonomasia. El forró es, hagan de cuenta, como la cumbia, pero con ímpetu absolutamente brasileño. Su instrumento característico es el acordeón y un basamento rítmico poderosísimo. El paraíso de las percusiones.

El arte tribal del percutir hermana a la poesía más erudita con el latir del corazón. Percutir era un acto cotidiano de Hermeto. Sus dones divinos se multiplicaban sobre el escenario y cada vez que suena su música, cualquiera que sea: una pieza de forró, un frevo (ritmo frenético), un choro o chorinho (apropiación brasileña de la música europea), una samba, un baião o una pieza jazzeada, o bien cuando se sumerge en un lago con sus músicos, como hizo para grabar uno de sus primeros discos, también tesoro.

Uno de los primeros álbumes de Hermeto Pascoal se llama precisamente así: Música de Lagoa, para la cual utiliza una flauta de carrizo, gruesa, que toca al aire y sumerge la porción adecuada para producir una nota determinada, o una serie de notas, mientras sus músicos soplan las boquillas de botellas con porciones calculadas de agua dentro de los recipientes.

Los reinos de Hermeto Pascoal: el forró, el frevo, la música orquestal para grandes combos o bandas de jazz que en realidad son grandes espacios muralísticos donde campea la música de selva y lago, de sudor y de alegría.

Como le gustaba mucho el jazz, lo invitaron a los mejores foros del mundo de ese género. Fue así, por ejemplo, una de las máximas estrellas del Festival de Montreux.

En 1971, Miles Davis lo invitó a participar en la grabación de su disco Live Evil y lo dejó a cargo, por lo menos, en tres piezas del álbum, tanto en su escritura como en su interpretación.

Miles Davis fue una de las pocas personas en el orbe que tuvieron la capacidad de saber quién es Hermeto Pascoal: “El músico más impresionante del mundo”.

Impresionante su cabellera encrespada, larga, multicolor, su tez albina, su figura rechoncha, menudita cual gnomo, duende, brujo.

Su estrabismo le sirvió para vencer sobre el ring que tenía instalado en su mansión Miles Davis: mientras el trompetista observaba el ojo derecho de Hermeto, recibía tremendo uppercut en el plexo solar; volteaba a ver el ojo izquierdo de Hermeto, para recibir ahora jab de izquierda de parte del albino.

Miles admitió la derrota. Firmó las tres piezas que escribió e interpretó Hermeto en su disco, pero no hubo mala onda de por medio. Así era Miles y Hermeto era la persona más noble del mundo. Siempre daba a los demás. Procuraba la felicidad de los otros.

En marzo de 2007 viví una de las experiencias más hermosas de mi vida. Acudí con el maestro de la fotografía José Carlo González a entrevistar a Hermeto Pascoal a su habitación de un hotel en Paseo de la Reforma, donde ensayaba con su grupo el concierto que ofreció por la noche en Bellas Artes.

Era la segunda visita de este genio de la música a México. La primera fue suspendida, años atrás, luego de que uno de esos funcionarillos se enteró de que Hermeto iba a subir puerquitos y patos y perros al escenario durante su concierto.

Llegar a la habitación de Hermeto Pascoal a través de los laberintos del gran hotel donde se hospedaba fue el primero de muchos actos de magia: el sonido de su música nos guio hasta ellos. Nos recibió Flavia, su hermosa hija, y Hermeto nos integró a fotógrafo y reportero al círculo que había formado con sus músicos en su habitación, primero de pie todos, luego sentados en los mejores músicos, me dijo Hermeto Pascoal, “los más creativos y los mejores críticos son aquellos que sin tocar ningún instrumento están dispuestos a escuchar cualquier música sin prejuicio, preconcepto, con los oídos y el corazón abiertos. Porque los músicos profesionales no nos inspiramos en la música, sino en otras cosas, con cosas sencillas siempre”.

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