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Triste redición

El presidente Donald Trump sale del Marine One tras llegar al Jardín Sur de la Casa Blanca, el martes 29 de julio de 2025, en Washington. Foto
El presidente Donald Trump sale del Marine One tras llegar al Jardín Sur de la Casa Blanca, el martes 29 de julio de 2025, en Washington. Foto Ap
30 de julio de 2025 00:04

La agresiva línea política seguida por Donald Trump, tanto externa como al interior de su país, forma una nebulosa maraña de múltiples efectos. Éstos llevan insertados matices harto negativos que requieren delicado abordaje para su análisis. En el resto del mundo, por ejemplo, se ha ido acumulando un sentimiento de coraje, distancia y miedo. 

Dentro de su país se esparce otro, de corte opositor, que lleva línea creciente. Resistir las punzadas de diversa catadura, provenientes directamente de la meliflua voz, autoritaria y voraz del republicano, es la normalidad nacional. Ambos embates tienden a fundirse, más que a formar núcleos de realidades complejas y complementarias. 

El resultado que va emergiendo, apoyado por las contradicciones inducidas, no favorece la imagen de una potencia mundial conductora. Por el contrario, dibuja una tendencia que proyecta un liderazgo de extrema derecha capitalista, muy cercano al fascismo. Tomar posturas firmes, ya sea para contener sus efectos dañinos o inaceptables o para afirmar valores y medios distintos, son cursos de acción que llevan a enfrentar al poderoso arbitrario. 

Lo cierto es que en muchos de sus repetidos desplantes Trump ha logrado buena parte del cometido: someter al mundo, incluyendo a los que eran sus aliados. Algunos, no sin buena dosis de ironía, sus incondicionales. Japón es un ejemplo por demás ilustrativo. La inversión prometida en Estados Unidos por esta potencia (500 mil millones de dólares) para rebajar aranceles, será supervisada y aprobada por Trump directamente. La misma Unión Europea (UE), acaba de aceptar 15 por ciento adicional modificando el 1.3 por ciento promedio arancelario anterior. 

Además, la UE comprará 700 mil millones de energía estadunidense, en sustitución de la rusa, aunque bastante más cara. Por si fuera poco, otro gran paquete de similar valor en armamento. La única voz que sobresale es de una Francia, aislada y tardía. Todo ese paquete recién acordado, emerge condicionado por la invasión rusa en el Donbás ucranio que –según el propio Trump– fue inducido por el mismo Joe Biden. 

Proceso sustentado en cuestionable propaganda inductora de miedos entre los europeos a ser invadidos. La incapacidad de la UE para presentar un frente unido y sólido le ocasiona la actual debilidad negociadora y lo paga caro. Pero lo de veras preocupante, no sólo para sus ciudadanos que lo sufren de manera directa, es la misma y compulsiva conducta del estadunidense, quien ha llevado a cabo intervenciones en numerosos frentes de implicaciones delicadas. 

Lo resienten los derechos humanos afectados, las libertades de la enseñanza privada en universidades. Harvard es la única que ha decidido demandarlo, aun aceptando los enormes costos: miles de millones de dólares en juego. La administración del trumpismo desea controlar decisiones básicas de la educación superior. Pondrá delicadas directrices bajo su conservador control. Y no para en mientes, ha demandado a medios de comunicación, acusándolos de atacarlo o de ayudar a sus rivales electorales (Harris). 

Una enorme fusión de empresas de medios estuvo en medio del conflicto. Una vez doblegada la difusora y pagar millones para la biblioteca del magnate, se aprobó el negocio. Recientemente se alió con Musk para juntos demandar e indagar a una ONG investigadora que los critica y estudia. Estas acciones en cualquier otro país, aunque sea de corte semidemocrático, causarían escándalos mayúsculos. Aquí en México, acciones parecidas: retener y condicionar el presupuesto y supervisar normas de la UNAM sería inaceptable. 

Presionar, desde el gobierno, a la par de demandas judiciales de aliados a ONG opositoras, solidificarían los endebles, supuestos aires de dictadura, que le achacan a los morenos. Pero la conducta de Trump va mucho más allá de afanes autoritarios, como ordenar a jueces y gobierno brasileños de liberar al enjuiciado ex presidente Jair Bolsonaro, acusado de golpista. Al ser su aliado continental, Trump pide, ordena, dejarlo en paz. 

Con toda seguridad, Brasil rechazará, con energía, esta intromisión lateral a los aranceles de 50 por ciento de nuevo cuño. Ésta y otras incursiones, dictatoriales, seguramente las hará para defender a sus otros derechosos candidatos latinoamericanos. Todos ya bien identificados. Por si no fuera suficiente la condena de tribunales de su país, Trump prosigue su aventura indetenible de negocios al amparo de su oficina. La reciente visita a su campo de golf escocés es promocional de su colección mundial. 

No acaban ahí sus búsquedas de riqueza adicional: lanzó una criptomoneda con su nombre que ya le dejó mil millones de dólares. Violentó normas oficiales para aceptar el avión regalado que después será suyo. De todo este desbarajuste, emerge, indetenible, un modelo del más rancio y feroz imperialismo discapacitado, ribeteado de ambiciones de dominio planetario para redimir su decadencia.

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