Cada 30 de julio, el Día Mundial contra la Trata de Personas nos invita a solidarizarnos con los sobrevivientes, pero también a cuestionarnos sobre qué estamos haciendo como sociedad para prevenir y combatir este delito.
Cuando una madre llama desesperada para denunciar la desaparición de su hijo, o una adolescente recurre a un chat de ayuda tras ser extorsionada con imágenes íntimas, o cuando alguien alerta sobre material sexual grabado forzosamente, queda claro que la trata de personas no es un delito lejano o excepcional, sino un fenómeno cotidiano, transversal y profundamente conectado con redes criminales internacionales.
Estos casos reales, atendidos por la Línea y Chat Nacional contra la Trata de Personas, muestran cómo el crimen organizado se aprovecha de la vulnerabilidad, el anonimato de la tecnología y la falta de información para explotar, controlar y desaparecer a miles de personas en el mundo.
Entre 2020 y 2023, se detectaron más de 200 mil víctimas alrededor del mundo, pero se estima que el número real es significativamente mayor. Cada historia es una evidencia del daño sistemático que esta forma de esclavitud moderna causa en silencio.
La trata de personas es un delito complejo, impulsado usualmente por el crimen organizado para financiar sus estructuras, controlar comunidades y explotar las vulnerabilidades humanas.
El más reciente Informe mundial sobre trata de personas de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) reveló que 74 por ciento de los tratantes operan como parte de grupos delictivos organizados. Éstos han sofisticado sus métodos mediante el uso de tecnología, fraudes cibernéticos e inteligencia artificial para reclutar, controlar y explotar personas, desde el trabajo forzado en sectores como la construcción y la pesca hasta la explotación sexual y los delitos digitales.
En México, la situación refleja tendencias similares. Según el Quinto reporte sobre trata de personas del Consejo Ciudadano: 1) mujeres y niñas representan 62 por ciento de las víctimas, principalmente por explotación sexual; 2) en niños y adolescentes, 30.7 por ciento de los casos corresponden a explotación sexual; 3) el trabajo forzado es la modalidad principal para hombres; 4) la captación ocurre principalmente mediante ofertas de empleo falsas, plataformas digitales y vínculos familiares, y 5) preocupa el aumento de casos de material de abuso sexual infantil (MASI) en entornos digitales, considerado trata de personas.
Frente a esta realidad, el lema de la campaña global de este año: “La trata de personas es crimen organizado: terminemos con la explotación”, es un llamado a gobiernos, sector privado, sociedad civil, comunidades y sobrevivientes para unirse.
Desde Naciones Unidas en México, trabajamos acompañando los esfuerzos nacionales hacia una respuesta integral y coordinada que considere desmantelar redes criminales completas, no sólo tratantes individuales; fortalecer la cooperación internacional y regional para la prevención, protección y persecución penal; usar la tecnología de manera ética para identificar a víctimas y responsables; garantizar atención integral y especializada a las víctimas, con enfoque de derechos humanos, y reforzar las alianzas con el sector privado y financiero para prevenir el uso de sus plataformas en este delito.
No son casos aislados ni errores individuales; detrás de cada víctima de trata suele haber redes logísticas, estructuras financieras y mecanismos de coerción que operan con la misma frialdad que cualquier otro negocio ilícito. Pero también hay redes de resistencia: líneas de ayuda, madres que denuncian, adolescentes que alzan la voz, operadores que escuchan y acompañan.
Es tiempo de reconocer la magnitud de este delito para actuar coordinadamente desde todos los sectores, porque cada vida rescatada no sólo representa justicia, sino también un golpe al crimen organizado.
*Coordinador residente de la ONU en México