Empujé la puerta del periódico y al joven que hablaba por teléfono le pregunté: perdona, ¿llegó ya el maestro Hernández Navarro? No tarda, ¿qué se le ofrece? Que le entregues mi colaboración del lunes, ¿sí? Por supuesto, ¿cómo se llama usted? Ortiz Tejeda, respondí. ¡¿De veras?! exclamó. ¿Usted escribe Nosotros los de entonces?… Groseramente lo interrumpí: de eso estaba seguro, ahora me regresas a una duda existencial: ¿soy yo el que ya no es el mismo, o tan sólo el que escribe eso? No se moleste, me dijo el joven ya apenado, déjeme explicarle: unos compas y yo que estudiamos economía estamos leyendo sobre el BRICS del que usted escribe, pero para facilitarnos la memoria, lo llamamos como el pan del desayuno mexicano: el bísquet. Y para que vea que no estoy siendo fachendoso, le digo que el BRICS está formado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, pero que para estas fechas habría que agregar nuevos miembros de pleno derecho, como Argentina, Egipto e Irán.
El número de países que han venido manifestando su interés en sumarse a este movimiento internacional, debido a sus condiciones económicas y políticas tercermundistas, ha crecido progresivamente hasta alcanzar ya la mitad de la población mundial y, según el testimonio de Cristina J. Orgaz, de BBC News, tiene ya un nivel del PIB al parejo con el de las grandes potencias. Ya puede dejar de ser un bloque aspiracional, para constituirse en un bloque geopolítico de pleno derecho en la comunidad internacional.
Qué le parece, doctor, ¿con cuánto me aprueba? Eso de aprobarte está en veremos, pero si me dices doctor a mí que ni a enfermero llego, me guardo una invitación que iba a hacerte para que fueras a mi casa a tomar una copa y ponerte al día de las posibilidades, según yo, del BRICS, en esta negra noche trumpiana. Recuerda que, según afirma José Antonio Ocampo, ex secretario ejecutivo de la Cepal, López Obrador se preocupó esencialmente por el cumplimiento de las obligaciones fiscales, pero seguramente por razones de mucho calado político y económico, no pudo emprender una reforma que le permitiera al país elevar su nivel de recaudación tributaria. Por eso, decía el doctor Ocampo, es increíble que México tenga un nivel de recaudación por abajo del de otros países más pequeños y menos desarrollados del continente. Por favor dame tu opinión y yo te doy el crédito que merezcas.
Salí de La Jornada después de hablar con mi nuevo amigo, cuando el aguacero se vino encima. Corrí a refugiarme en casa porque al agua simple, le tengo miedo. Encendí los noticieros, vi las inundaciones en San Jerónimo y me vino el más acojonante e intempestivo dèjá vu: eran mediados del siglo pasado y yo, adolescente y en solitario, me atreví a viajar a la capital. Mis recursos eran tan ridículos que cuando platico al respecto (raras veces), nadie da crédito.
Por hoy, haré una brevísima síntesis del asunto: Mi amigo Jaime Guadiana, quien tenía dos o tres años estudiando ingeniería, me consiguió un catre en una vecindad en República de Chile 38. En ese edificio vivían un gran número de coahuilenses, especialmente profesores de primaria (tal vez porque les quedaban cerca la SEP y el sindicato de maestros). Trabajaban medio turno y luego estudiaban en la UNAM o en el IPN otra carrera que, estaban seguros, los sacaría de su precaria situación. Entre este grupo había dos hermanos, uno de ellos profesor y el otro destripado en la prepa. El maestro tenía su plaza y rentaba un catre igual que todos sus semejantes, mientras su hermano, de nombre Othoniel, se acomodaba en cualquier rincón.
En estos días de lluvia recuerdo cómo Othoniel por una comida se subía sobre los hombros a uno de nosotros y nos libraba de los enormes charcos entre La Lagunilla y la Torre Latinoamericana. Nosotros llegábamos medio secos y Othoniel se quedaba medio hambriento. No sé si vive o no alguno de los hermanos, pero en mi mente son visitantes frecuentes de mis recuerdos.