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Santos Balmori, artista que sintetiza los grandes pormenores del arte del siglo XX

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Autorretrato y ‘Orange Crush’, gouache sobre cartón c. 1940. Foto cortesía del Munal
22 de enero de 2024 09:01

Ciudad de México. El Museo Nacional de Arte (Munal) recupera para la historia del arte mexicano una figura olvidada: la del pintor, docente, muralista y activista Santos Balmori, artista que sintetiza los grandes pormenores del arte del siglo XX, expresó Héctor Palhares, director del recinto. Los ecos de vanguardias europeas como el cubismo, algunas ideas surrealistas, incluso, guiños metafísicos, están presentes en su obra, aunque asimilados para crear una impronta propia.

La exposición Santos Balmori (1898-1992): La huella indeleble, de 318 piezas, en su mayoría pintura, además de documentos y objetos personales, incluye obra de alumnos suyos que alcanzaron su propio lugar en el arte, como Juan Soriano, Luis López Loza, Luis Nishizawa, Byron Gálvez, Rodolfo Nieto, Leonel Maciel, Ismael Guardado, José Zúñiga y Edmundo Aquino.

Esta muestra antológica, cuyas obras más tempranas se realizaron en España en 1918, fue gestionada en un primer momento por Carmen Gaitán, directora anterior del Munal. La huella indeleble tuvo una cocción de más de tres años; contó para su investigación con el archivo personal de Balmori, resguardado desde hace 40 años por Gerardo Traeger, discípulo, amigo personal y curador de la exhibición junto con María Estela Duarte, al frente del equipo curatorial del museo.

Balmori es el epítome de la biculturalidad mexicano-española. Hijo de tlaxcalteca y asturiano, la familia se mudó a España cuando Santos tenía cuatro años, aunque la madre no aguantó dicho desarraigo y falleció en 1904. Con 14 años, el joven volvió a América junto con su familia. Desde Mendoza, Argentina, cruzaron a lomo de mula la cordillera de los Andes hacia Chile, para establecerse en los viñedos propiedad del padre, cercanos a la capital.

El joven descubrió su pasión por el dibujo y el arte en Chile. Empezó a asistir a la Academia de Bellas Artes de Santiago, en 1916; sin embargo, al fallecer su padre quedó a cargo de un tutor que no aprobaba dichos estudios. Con 20 años, Balmori embarcó rumbo a Barcelona para luego instalarse en Madrid, donde ingresó a la Academia de Bellas Artes de San Fernando y obtuvo reconocimientos. Dos años después se trasladó a París y acudió como alumno libre a la Academia de la Grand Chaumiere.

La huella indeleble se divide en los núcleos temáticos Gabinete personal, Europa, Guerra civil española, Carteles e ilustraciones, Artes escénicas, Época negra, Mujeres, Educación, alumnos y trazos, y Espacios y tensiones.

Su papel en la llegada de los Niños de Morelia

Balmori jugó un papel relevante en el arribo a México de un grupo de 500 niños españoles exiliados. En 1934, el artista fue arrestado y encarcelado por hacer propaganda en contra del régimen fascista. Al año siguiente, en México de nuevo, se incorporó al movimiento muralista al participar en la realización de los murales para el edificio de la Confederación Campesina Emiliano Zapata, en Puebla.

Tras el inicio de la guerra civil en España, Balmori recurrió al presidente Lázaro Cárdenas para crear un comité de ayuda al pueblo de aquel país. Su proyecto se centró en el acogimiento de los llamados Niños de Morelia, que, al llegar al puerto de Veracruz, fueron recibidos por la segunda esposa del artista. Balmori fue comisionado por Cárdenas como coordinador de la Escuela Industrial España-México, en Morelia. La idea era que los niños fueran adoptados –no todos eran huérfanos–; es decir, que se creara una relación íntima con ellos. En la exposición se exhiben tres cartas que dan fe del vínculo que Balmori estableció con ellos.

El pintor trabajó mucho la ilustración, tanto para causas independientes como para las campañas presidenciales de Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán y Adolfo López Mateos. Casado en tres ocasiones con bailarinas, en 1951, Miguel Covarrubias lo invitó a asumir la dirección de la Academia de Danza Mexicana, por lo que ilustró programas de mano de las funciones.

Su época negra, llamada así por tratarse de óleos en blanco y negro, es resultado de un intenso trabajo de reincorporación a la plástica. En ella toca temas universales, fuertes, aunque no a modo de un anecdotario literal, apuntó Traeger. A los 88 años, Balmori siguió pintando mujeres con la frescura de su juventud.

El apartado Educación, alumnos y trazos se refiere a su estancia en instituciones como la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Gráfica La Esmeralda. En Espacios y tensiones se observa cómo Balmori, al final de su vida, rompe con su obra anterior. En varias piezas crea composiciones en sección áurea, luego arroja hilos o redes al azar. Son piezas hechas en volumen; detrás hay construcciones de madera, luego tensadas con tela.

El crítico de arte Antonio Rodríguez, quien siempre apoyó a Balmori, dice en un texto: si bien todos los grandes artistas emplearon la composición como andamiaje del cuadro, como la construcción detrás del tema, el pintor lo recuperó como elemento fundamental en la técnica del dibujo y la pictórica.

Santos Balmori (1898-1992): La huella indeleble se exhibirá hasta el 3 de marzo en el Museo Nacional de Arte (Tacuba 8, Centro Histórico).

 
 

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