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Ingeniería y pericia, las joyas de Red Bull

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El piloto mexicano Serio Pérez calificó de prometedora la jornada de prácticas y hoy espera un mejor desempeño en la calificación para intentar subir nuevamente al podio en casa. Foto Ap y Víctor Camacho
28 de octubre de 2023 10:29

Ciudad de México. Dicen los pilotos que no existe mejor sensor en una pista de carreras que los glúteos. La parte baja de la espalda, a pocos centímetros del suelo, es la que percibe con nitidez la velocidad, las particularidades del asfalto y la fuerza centrífuga de las curvas en el terreno. Ahí está el primer contacto real con un circuito y ahí se conoce de forma más clara lo que espera el día de la competencia. El automovilismo se decide en fracciones de segundo con la cabeza y se percibe directamente en el cuerpo.

Así lo cuenta el padre de Sergio Pérez, Antonio Pérez Garibay, quien fue piloto de Nascar y corrió este trazado de los Hermanos Rodríguez en los años 80. Ahora el hijo es quien prueba la pista con su espalda baja y el auto Red Bull en el día de prácticas libres, el primer contacto con el asfalto para el Gran Premio de la Ciudad de México 2023.

Ayer los equipos ajustaron los monoplazas para las exigencias de la pista, la altura de la capital y la temperatura del ambiente. Es un trabajo de ingeniería que exige la mayor precisión que la tecnología permite. De ahí depende el desempeño para la carrera el domingo.

Si la frase de Más rápido, más alto, más fuerte resume la pureza esencial del espíritu deportivo, en el automovilismo todo es obra de la más compleja ingeniería y de la pericia de pilotos temerarios.

Un teatro a 300 kilómetros por hora

El escritor y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini escribió que hace mucho tiempo que el deporte es espectáculo, y toda la organización deportiva está en favor del espectáculo. La forma más acabada de esta simbiosis está en el automovilismo, donde los monoplazas son extensiones motorizadas de las habilidades del cuerpo y la competencia; el dominio en liza es un teatro a 300 kilómetros por hora.

Checo Pérez dijo que a principios de octubre en Qatar había vivido su peor carrera de la temporada. Toda la semana que siguió a aquel naufragio la dedicó a trabajar de cerca con los ingenieros para poner a punto su Red Bull. Ahora cuenta que se siente más cómodo con los resultados del auto y en las sesiones de prácticas lo expresó, aunque aclara que hace falta hacer pequeñas modificaciones.

El más veloz en esa sesión fue el demonio neerlandés, Max Versta-ppen, rápido y preciso, un bloque de hielo que no trasluce emociones. Un androide que se fusiona con el motor de su joya de ingeniería de Red Bull. Recorrió los 4 kilómetros 304 metros del Autódromo en un minuto, 19 segundos y 718 milésimas. Checo no estuvo mal y fue el tercero a 297 milésimas de su compañe-ro. En medio se coló Alex Albon, de Williams.

Más tarde volvieron a probar sus autos en la segunda sesión y otra vez la máquina neerlandesa se apropió del liderato. Verstappen funciona como si un ingeniero lo hubiera construido en complemento indivisible del monoplaza. Redujo el tiempo del primer ensayo y logró recorrer el trazado en un minuto, 18 segundos y 686 milésimas. Pérez llegó en quinto lugar, pero con una diferencia microscópica, apenas 302 milésimas detrás.

Día positivo

Fue un día positivo, evaluó al final el piloot mexicano; “no tuvimos una buena primera vuelta. Casi me salgo en la última curva y tuve una bandera amarilla en mi primer intento, pero el ritmo parece prometedor y mañana tenemos todo para pelear por la pole.

En la segunda vuelta lo hice mejor, aunque la rueda delante-ra izquierda estaba un poco daña-da. Hay potencial, tenemos que hacer algunos cambios que mejo-rar para este sábado y estar más competitivos. Los márgenes son muy pequeños, agregó Checo.

El público está compenetrado con la competencia. No parecen aficionados de ocasión y en los espacios donde se amotinan discuten sobre si la clave serán los neumáticos duros o blandos. Si será cuestión de pericia o de mecánica lo que permitirá al tapatío tener una gran carrera.

En México hemos sido aficionados a la F1 desde antes de que naciera el Checo, dice un seguidor que vivió los años 60 con los hermanos Rodríguez como estrellas.

Uno podía venir a ver las carreras en las azoteas de las casas aquí enfrente o incluso atravesar los llanos, porque nada lo impedía. Los mexicanos sabemos de este deporte, finaliza emocionado por el desempeño de Checo. Hoy serán las clasificaciones y eso será decisivo.

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