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Cambió el diamante por una cancha de futbol

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El arquero (izquierda, al lado de Randy) llegó acompañado de su madre a Mérida. Foto @raicoarozarenagonzales
19 de septiembre de 2023 09:02

Raiko Arozarena nació en Arroyos de Mantua, un pequeño pueblo en la costa noroeste de Cuba, a cuatro horas y media en coche de La Habana. Cada vez que lo visita tiene el mismo sentimiento de añoranza. El beisbol caminaba dentro de él como un fuego violento, pero al entrar al séptimo grado en la escuela de formación de atletas comenzó el viaje que lo catapultó a la selección de futbol de la isla como portero, una posición que su padre Jesús desempeñaba en ligas amateur.

Arozarena tenía tan pocas cosas suyas, que le costaba trabajo conseguir guantes y zapatos a su medida. A veces me alcanzaba para comprar un par de tacos y guantes con los pocos recursos que tenía. Pero, usted sabe, con apenas 14 años tenía que cuidarlos lo más posible, porque en ese tiempo eran muy caros, dice a La Jornada desde Tampa Bay, casa de los TB Rowdies en la USL Championship de Estados Unidos. No muy lejos de ahí se encuentra Randy, su hermano mayor y estrella de los Rays en Grandes Ligas, un hombre entregado con pasión a un deporte que va más allá de las simples ganancias, asegura.

Cuando él era pequeño jugaba de segunda base y en los jardines centrales, pero su deporte siempre fue el futbol. En alguna ocasión, mientras estábamos en la escuela de alto rendimiento, un entrenador le pidió participar en su equipo y sobre esas bases seguir su carrera, pero los profesores de beisbol no lo dejaron. Era un gran delantero. Muchas veces me hizo goles cuando yo estaba empezando en equipos del pueblo, pero ahora, aunque lo intenta y es dos años más grande, ya no puede (risas).

En junio de 2015, luego de la repentina muerte de su padre en medio de un juego de playoffs, el mayor de los Arozarena realizó un viaje de ocho horas en lancha hacia Isla Mujeres, cerca de la costa de Quintana Roo, acompañado de un grupo de contrabandistas. Como muchos otros deportistas cubanos que abandonan la isla, buscaba una vida con mejores condiciones para su madre y sus dos hermanos. La noticia tomó a todos por sorpresa. Lo había visto una noche antes, al otro día me enteré por otras personas que había dejado el país, relata Raiko, a punto de ser derribado por los recuerdos.

“Era mucho el riesgo y la tristeza que sentíamos, pero si él no lo hubiera hecho, no estaríamos aquí. Gracias a eso, muchos conocen la historia de la balsa. Lo que Randy no cuenta es que, mientras navegaba, las olas alcanzaban en la noche más de tres metros de altura y la embarcación daba unos saltos inmensos, por lo que él se asustaba y sentía miedo. Pasó más de una semana hasta que volvimos a hablar con él. ‘Era mi vida o la de ustedes’, nos decía como hermano mayor. Todos los que lo queremos sabemos lo que sufrió para cumplir su sueños.”

Las Grandes Ligas

Para que los peloteros cubanos desertores puedan jugar en un equipo de Grandes Ligas como agentes libres, el gobierno de Estados Unidos establece que deben tener su residencia en un tercer país. Ese lugar para Arozarena fue México. En la Liga Meridana de Yucatán, adonde acostumbra regresar cuando la actividad en Grandes Ligas termina, llegó sólo con un bat y una maleta, suficiente para jugar sus primeros partidos con los Naranjeros de Oxkutzcab. Y de ahí volar como un cohete hacia la Liga Mexicana y las Mayores.

En Cuba aún hay muchos atletas que se marchan y abandonan sus empleos por los bajos salarios, agrega el portero internacional de 26 años. Es un fenómeno que existe casi en todos los deportes. Los trabajadores reciben en promedio 3 mil pesos mensuales, unos 125 dólares; ahora mejoraron un poco las condiciones, pero las cosas necesarias para vivir son muy costosas. A pesar de todo eso, a Randy le hubiera gustado representar al país en un Clásico Mundial, como lo hizo en torneos juveniles (Sub-15 en 2011 y Sub-18 en 2013); por razones personales no tomó esa decisión.

Por medio de Randy, que al mismo tiempo era cedido por los Cardenales de San Luis a los Mayos de Navojoa, Raiko siguió la misma ruta con su madre, Sandra González, para llegar a México. Su objetivo era encontrar un equipo con el que pudiera convertirse en profesional. Después de acudir a una serie de pruebas en otros estados, marcó como siguiente destino el campo de entrenamiento del club Venados, entonces dirigido por el ex futbolista Bruno Marioni. Mi madre me acompañó y les expliqué la situación, les dije que venía de jugar con la selección Sub-20 de Cuba y que no tenía ninguna cita hecha, comenta.

Por el riesgo de lesionar a alguno de los jugadores del plantel, me dijeron que no podían dejarme entrenar con ellos. Para evitar ese problema, el directivo Daniel Rosello pidió que me presentara al día siguiente con el equipo estatal. Los estrategas se dieron cuenta de que erabuen portero y me mantuvieron ahí, hasta Marioni les dijo que quería llevarme a la Liga de Expansión. Fue la primera vez que vi en mi vida a jugadores profesionales, era algo asombroso.

Sus inicios en México

Fanático de los alemanes Manuel Neuer y Marc-André ter Stegen, el menor de los Arozarena pasó tiempo después por los Cafetaleros de Chiapas y de ahí viajó a Estados Unidos para unirse a los TB Rowdies en la segunda división. Durante ese tiempo, su hermano pegaba jonrones cada que saltaba al diamante con unas botas vaqueras, las famosas Botas del Poder, un amuleto que le dio suerte desde su etapa con los Mayos de Navojoa.

El año antepasado me las prestó, admite Raiko en medio de otro ataque de risas. “Nosotros aquí en Tampa tuvimos una gran temporada en la liga y me las puse. Llegamos a la final, pero perdimos. Le dije: ‘estas voladas no son para mí, sólo funcionan contigo’. Muchas veces me pide que no me desespere, está convencido de que pronto llegará un contrato mejor para mí. Al menos el Mundial de Futbol, ahora que hay más plazas abiertas, lo vemos más cerca que antes”.

Si el deseo de Randy era jugar por el país que lo cobijó para ayudara su familia, el de su hermano ahora es seguirlo con la camiseta de Cuba, sonreír cada vez que se cruza con algún mexicano en un restaurante y aguardar el momento para celebrar como él, con los brazos cruzados sobre el pecho, en cada jonrón que pegue con los Rays de Tampa.

“Randy siente que es un ‘tipo duro’ en el beisbol, por eso tomó esa pose de respeto como diciéndolea sus rivales: ‘tranquilos, porque aquí estoy yo’. La gente se contagió con eso, ojalá llegue el momento para poder hacerlo igual que él, pero en el futbol.”

 

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