Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 27 de octubre de 2013 Num: 973

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Braque, el patrón
Vilma Fuentes

Concha Urquiza y la
oscura lumbre de Dios

Evodio Escalante

Basho en las versiones
de Pacheco

Marco Antonio Campos

El poeta que no quiso publicar en Londres
Vicente Fernández González

Poemas
Constantino P. Kavafis

El viejo poeta
de la ciudad

Francisco Torres Córdova

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Luis Guillermo Ibarra
Cinexcusas
Luis Tovar


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Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Morelia once (I DE II)

En su decimoprimera edición, el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) vive el bien ganado prestigio de ser el principal evento cinematográfico de este tipo celebrado en México, de la mejor manera posible: refrendando sus haberes, entre los que destaca la constancia de sus salas llenas, es decir la presencia de un público ávido, incluyendo el hecho de que mucha gente se queda fuera por falta de cupo.

Destaca también que tan elevada demanda no se debe, dada la principal naturaleza del tipo de cine aquí exhibido, a la presencia de (casi) ningún blockbuster, cinta veraniegopalomitera y sucedáneos, ya que los atestamientos tienen verificativo lo mismo en un programa de cortometrajes mexicanos que en un documental que provenga de cualquier país, que en un largometraje nacional en competencia, en un estreno internacional o que, como es costumbre en el FICM, una selección de aquello que pudo verse en Cannes.

Lo anterior es prueba, por si alguna falta hiciera, de la existencia de un público que no necesariamente ni todas las veces apela, para elegir qué desea ver, al facilismo ni a la complacencia que cierto cine acostumbra plasmar en la pantalla, y que por lo tanto no se conforma, ese público, con la roma regularidad de aquello que se le ofrece de manera apabullantemente mayoritaria el resto del tiempo: el referido blockbuster, las palomitas del verano y también las del invierno y demás mediocridades disfrazadas de novedades.

Es bien sabido que, a diferencia del tiroteo perenne del que, promocional y mediáticamente hablando, se beneficia el cine netamente comercial, creado y entendido sólo como producto de consumo, cualquier otro cine cuyos cometidos último y primero no sean la obtención de dividendos, tiene a su disposición muy pocas vías de contacto con cualquier audiencia. Una de tales vías, quizá la principal, son los festivales cinematográficos, en cuya relativa fugacidad, su estacionalidad y su oferta variopinta suele hacerse vigente, con todas sus paradojas, la vieja disyuntiva entre dos tipos de éxito posible: en taquilla o en pantalla.

Morelia es un excelente ejemplo de esto, como ha podido verse hacia el mediodía de su duración, que es cuando estas líneas son escritas, y Gravity (Alfonso Cuarón, EU, 2013), la cinta inaugural, es sin duda el mejor ejemplo dentro del ejemplo: la vocación del filme –del que se habló aquí hace ocho días– es gananciosa en lo fundamental, como no puede no serlo una producción de tales dimensiones monetario-mediáticas, de mainstream absoluto y majors que no hacen concesiones al respecto, mientras su intención, la de la cinta, de alguna manera es no podría decirse que autoral íntegramente, y menos filosófica, antropológica ni estética, pero sí que algunas cualidades tiene para librar, así sea por un pelo, la triste condición de filme prescindible y olvidable.

Todo lo cual sí es, por cierto, otra cinta incluida en el FICM, titulada Machete mata, en la cual consiste la nueva puesta en práctica del sobrevalorado Robert Rodriguez, de cómo puede superlativizarse, por medio de la estridencia y el exceso, toda suerte de argumento famélico cuando lo ejecutan personajes pueriles – y que no me perdonen los irreflexivos gustadores de este tipo de miasma bien envuelta– meramente apantallapendejos.

No ha sido esa la única sima, desgraciadamente, porque ahí está para acompañar a la primera el convencionalismo políticamente convenenciero, pero igualmente desapacible, de El mayordomo de la Casa Blanca (The Butler, Lee Daniels, 2013), con su escamoteo grosero de la verdadera historia de cómo la segregación racial estadunidense fue protestada, combatida y parcialmente vencida. Estuvo también, sólo para enrarecer una programación más que digna, algo como Mi villano favorito 2, cuya presencia es claramente innecesaria tanto para la película misma como, sobre todo, para el festival.

En el extremo opuesto de tales malolencias se presentaron, entre muchas otras, Inside Llewyn Davis (2013), de Ethan y Joel Coen, con la que mantienen el alto registro formal y narrativo del que suelen hacer gala, así como Blue Jasmine, dicho clásicamente, “la última de Woody Allen”, que no es que vuelva por unos fueros jamás del todo extraviados, pero sí manifiesta qué tanto mejor se desenvuelve el neoyorquino mítico en Estados Unidos que en Europa.

De la sección Largometraje Mexicano en competencia, que feliz y claramente ha variado y elevado el nivel de aquello que conforma la selección, si se le compara con años anteriores, se hablará aquí más adelante.

(Continuará)