Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 19 de agosto de 2012 Num: 911

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Paisajes del origen y
el vagabundeo de Yk

Lydia Stefanou

Máscara de falsa juventud
Rosa Nissán

La objetividad no existe
Alessandra Galimberti

Dos cuentos

El doble Chevalier d’Eon
Vilma Fuentes

Chavela Vargas,
la esencia y la existencia

Antonio Valle

La 20, cartografía
volumétrica
, de
Agnieszka Casas

Ingrid Suckaer

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Enrique Héctor González

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Jorge Moch
[email protected]
Twitter: @JorgeMoch

Intonsos campeones

Qué importa que el país se hunda en descrédito y convulsión si México es campeón olímpico de futbol. Qué importan índices de pobreza y analfabetismo, de segregación religiosa o sexual, si mordimos el oro en lugar del polvo a cuyo sabor estábamos tan amargamente acostumbrados. Qué importa que corran ríos de sangre, que aparezcan pudriéndose en una esquina decenas de cadáveres cosidos a balazos, que se maten entre sí los narcos o los maten los soldados, que sigan sumándose feminicidios, secuestros y extorsiones si nos paramos por fin en el podio central del futbol del mundo. Qué importa que vuelen cocteles molotov, balas y granadazos en ocho ciudades del centro del país si muy dentro, en el corazón de cada hijo te dio, patria querida, llevamos no un sicario con o sin uniforme y placa, sino un futbolista goleador y podemos ahora, tal que pontifican con desatados graznidos los comentaristas deportivos de la televisión y la radio, mirar de frente a cualquiera, porque no fue hasta el glorioso sábado once de agosto del infausto año 2012, el de las elecciones puercas y el enroque nauseabundo, el que los mayas, dicen, marcaron como año fatal, que nos ganamos el derecho a llamarnos orgullosamente mexicanos, los de los dos goles proverbiales, ciudadanos, ahora sí, del mundo mundial.

Casi nadie vio que mientras nos arropábamos muy niños héroes en la bandera tricolor y nos aventábamos desde el Castillo de Chapultepec hasta la verde pradera de Wembley haciendo buches de tequila y mordiendo un chile verde, nos empalancaron otro “gasolinazo” cortesía del pinche tartufo-yo-no-fui-fue-teté. Mientras mordíamos totopos y tragábamos refresco, absortos en la pelotita que rebotaba a miles de kilómetros de nuestra realidad, el proyecto que depaupera este país siguió alegremente su rumbo maldito. Pero no nos importó, porque los criterios –y buena parte de los escrúpulos– se borran cuando se exalta el hincha que con tantito nos brinca, chovinista hasta el alarido, del pecho, agitando una matraca y ondeando su sombrerote charro; los problemas se reducen a esa ceniza incómoda, chile piquín que soplamos a los ojos del respetable los inconformes, los malpensados, los pesimistas, los que qué afán, me increpa uno, de opacar el triunfo de la selección, cuando ora sí, ya la hicimos, “jajaja, tú crees en la política, pobre imbécil” (sic), me increpa otro, y seguimos felices cayendo en el pozo insondable de nuestro triste destino mientras gritamos “gol” con la “o” larga como condena y desahucio, como el sexenio del indeseable retaco que ya por fin se larga, falso soldadito burgués, exiliado venidero, sempiterno miedoso. Y mientras se desgañitaban los comentaristas de las televisoras, vibrando el país entero sintonizado, paralizado, administrado por las pantallas de la televisión y sus anunciantes hueros, y todo no era más que gol y gol y gol, y viva México, cabrones, ora sí nos los chingamos, quiere llorar, quiere llorar, y mientras apretaban las mandíbulas los corredores de apuestas, se nos olvidaron las trácalas de Peña y el PRI; se nos olvidaron Soriana y los halconcitos electorales del priísmo más puerco, los manifestantes golpeados y los acarreos en autobuses de permisionarios mafiosos y taxistas corruptos; se nos olvidó la retórica perversa de una panda de bandidos que se largan haciéndose los que ya cumplieron para que llegue otra haciéndose la que ganó. Se nos olvidó el consejero presidente del IFE en lamentable papel de pilmama y comparsa, el que sólo vio trece anuncios espectaculares con la jeta prefabricada del candidato que los demás vimos por cientos, quizá miles, repartidos por todo el país.

Y entonces caigo en la cuenta de que todo está en su sitio. De que el retaco se ha salido con la suya. De que la televisión, los histéricos que desgañitan goles, los anuncios, la cerveza y las botanas han cumplido su función. Que los que estamos mal somos los que queremos otra cosa, los que insistimos en que México debe rescatar su dignidad y su soberanía, replantearse su lugar en el concierto internacional, rescatar la cultura mexicana, sus hondas raíces incómodas.

Qué importa la inflación, la guerra sangrienta, el crimen desatado, los abusos de autoridad, la intervención extranjera, el entreguismo de la derecha, los embates atávicos de la Iglesia a las libertades primordiales, el fanatismo o el paulatino, impepinable desmantelamiento de la educación pública, gratuita y laica. Qué importa tanto subdesarrollo.

Si somos campeones olímpicos de fut, chingao.