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Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Paisajes del origen y
el vagabundeo de Yk
Lydia Stefanou
Máscara de falsa juventud
Rosa Nissán
La objetividad no existe
Alessandra Galimberti
Dos cuentos
El doble Chevalier d’Eon
Vilma Fuentes
Chavela Vargas,
la esencia y la existencia
Antonio Valle
La 20, cartografía
volumétrica, de
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Felipe Garrido
El Tuerto
Todos los días el Tuerto iba al mercado a causar lástima con su cuenca vacía, de manera que lo socorrieran con alguna caridad. Y siempre alguien fingía apiadarse y le ofrecía una moneda de plata y otra de cobre. El Tuerto las alzaba hasta la luz de su único ojo, las sopesaba y se quedaba con la de cobre. La gente se doblaba de risa y el Tuerto volvía a pedir limosna y algún otro se aprovechaba de su estupidez y volvían todos a burlarse, pero a él no le importaba.
Hasta que un día pasó por el mercado un hombre bondadoso que lo llamó a un lado y le dijo: “Mira, Tuerto, no seas tonto; todos se mofan de ti. Quédate con las monedas de plata, que valen cinco veces más que las de cobre.” “Mire su merced –dijo el Tuerto agradecido–, si alguna vez tomo la moneda de plata nadie volverá a darme nada. En cambio cada día recibo veinte monedas de cobre. No siempre gana más quien sucumbe a su ambición. [De las historias de san Barlaán para el príncipe Josafat.] |