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 Portada 
Presentación 
Bazar de asombros 
      Hugo Gutiérrez Vega 
Bitácora bifronte 
  Ricardo Venegas 
Monólogos compartidos 
  Francisco Torres Córdova 
Adalbert Stifter: un Ulises sin atributos en busca del tiempo 
  Andreas Kurz 
La invasión de la irrelevancia, televisión 
  y mentira 
  Fabrizio Andreella 
Julio Ramón Ribeyro y 
  la tentación del fracaso 
  Esther Andradi 
El jardín de los 
  Finzi-Contini 
  Marco Antonio Campos 
Leer 
Columnas: 
        Perfiles 
        Raúl Olvera Mijares 
        Las Rayas de la Cebra 
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		Miguel Ángel Quemain 
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		Jorge Moch 
    
   Directorio 
     Núm. anteriores 
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	 Miguel Ángel Quemain 
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    La Rueca, pedagogía e imaginación 
    
    
    Hace  casi tres décadas, Susana Frank y Aline Menassé se habían  propuesto una práctica teatral tan exigente como rigurosa a través de los trabajos que desarrollaron en su incipiente  compañía, La Rueca, hoy convertida en una potente escuela de teatro que supera  con mucho los logros institucionales que ha conseguido el estado de Morelos y  los propios programas federales a través de Conaculta. 
    Cómo podría ser de otro modo si su  manera de trabajar es con la guía de un laboratorio teatral que desconoce los  avatares sexenales de lo estatal, lo municipal y lo federal, para concentrarse  en un arte que desde sus inicios se propuso plural, polifónico, múltiple, donde  las tradiciones más ricas del siglo XX  convergían en el trabajo de dirección y con un acento especial en el actor, que  concebían al modo de Gordon Craig, una marioneta con vida propia, capaz de  cantar, de ejecutar acrobacias y colocar la voz como si fuera un personaje más  sobre la escena. 
    El arte  de laboratorio implica encierro, horas de investigación,  discusión e interpretación grupal; sin embargo, desde hace más de una década se  propusieron documentar académicamente los logros de los participantes de su  taller laboratorio y crearon una licenciatura que avaló la Secretaría de  Educación Pública. Esto entra en el orden de lo histórico, porque abona a una  historia de las pedagogías artísticas y reconoce una trayectoria sostenida en  la experiencia y el estudio. 
    
    La historia no empezó así.  En sus inicios, estos artistas de la flexibilidad,  la innovación y el sueño querían oponerse a  los cinturones asfixiantes de la academia y, tal vez sin darse cuenta,  en ese momento estaban formando una. Cuando miraron atrás se dieron cuenta de  que estaban en la misma órbita creadora que Cuatrotablas de Perú, el Odin  Teatret de Dinamarca, Tascabille de Italia,  Teatro Vivo de España, Yuyashkani del Perú.  
    Richard  Armstrong y Kozana Luka, del Roy Hart Theatret, Grotowski y Stanieski, de Polonia, Mario  Delgado y Eugenio Barba, también fueron ejemplares  por su capacidad de construir nuevos métodos de trabajo y hacer que el  teatro/laboratorio fuera capaz de sobrevivir gracias a la fidelidad que el  estudio y el aprendizaje permanente generaba  entre sus miembros, una especie de comunidad del conocimiento y el goce  de crear. 
    En la  página web que han desarrollado para documentar su trabajo y promover sus actividades hay una  larga lista de talleres que seguramente muchos  profesionales del teatro hubieran deseado tomar y que forman parte de un  espíritu totalmente empático con la necesidad de formaciones diversas. Por  ejemplo, las artes circenses que ahora enseña con maestría Anatoli Lockachpuk,  en tres módulos con la validez de un diplomado, todos los sábados por la  mañana. La presencia del Tai Chi ha sido otra preocupación cuyo ejercicio ocupa  cada vez más la escena y es paradigma en el  pensamiento de numerosos coreógrafos. Ese taller está a cargo de Claudio  Romanini, que lo coloca en las fronteras de la   “utilidad”  teatral.  
    Este conjunto reconoce e incorpora  en sus saberes las experiencias de otros trabajos igualmente ricos de  instituciones que no han prosperado como lo merecen y necesitamos, como es el  caso de cei Voz, representado en  La Rueca por la profesora Indira Pensado, quien enseña a los actores a hacerse  oír con múltiples significados. Como parte de la licenciatura en teatro pero  también con el formato de taller, Manuel Lavaniegos y Manuel Cruz imparten  historia y teoría del teatro. 
    Sin  dejar de pensar en lo atractivo de las actividades que este centro de imaginación propone, la licenciatura me parece el  espacio de mayor rigor y alcance para propiciar la aparición del teatro en la  región cultural en la que está inscrito el  estado de Morelos (la licenciatura arranca en agosto y al parecer ahora  es tiempo de inscribirse) y representa una alternativa a las que ofrece la UNAM, a través del Colegio de Teatro y  del Centro Universitario que cumplió cincuenta años y cuya impronta podemos ver  en prácticamente todos los escenarios de rigor, así como los talleres en el  Teatro Casa de la Paz de la UAM y  la formación que ofrece CADAC, el  espacio que fundó Héctor Azar, todavía en peligro de extinción como lo  documentamos en este espacio. 
    Vale la pena continuar la  revisión de su propuesta teórica y de su repertorio, pero mientras tanto hay  que asomarse a su página si se quiere mayor información sobre la licenciatura,  dado que el tiempo para su inscripción es limitado (www.larueca.edu.mx)  
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