Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de mayo de 2012 Num: 897

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
RicardoVenegas

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Los luchadores y el cine
Jaimeduardo García entrevista con José Xavier Návar y Raúl Criollo

Eduardo Lizalde, tigre mayor
Marco Antonio Campos

Lizalde narrador
Rosario Sanmiguel

El tigre en la chamba
Rafael Vargas

Lizalde o la poesía del resentimiento
Mario Bojórquez

Rilke y Lizalde: la guerra de las rosas
Evodio Escalante

El Cinema Rif de Tánger
Alessandra Galimberti

Leer

Columnas:
Galería
Rodolfo Alonso

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Retratos
Alejandro Michelena

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Jorge Moch
[email protected]

Debates y definiciones

A una semana del primer debate entre los candidatos a la presidencia no hay mucho que se pueda decir que no se haya dicho ya, pero creo que se desperdició la oportunidad, con ese formato amojamado, de contrastar propuestas y convertir el debate en entretenida arena donde los candidatos se dieran hasta con la cubeta. Después de todo, apersonarlos en un mismo foro es en sí una suerte de espectáculo de combate. Edulcorar la discusión y suavizarla resulta aburrido, y visto que al menos dos de los cuatro candidatos se negaron a participar en un debate abierto –donde Enrique Peña Nieto hubiera tenido todo el tiempo del mundo, en lugar de quejarse de anemia del cronómetro durante sus intervenciones del domingo pasado–, agostar el escenario a la prefabricación del ife es una lástima. Si me preguntan, yo diría que el formato del debate, la aparentemente inducida distracción de un escote (por una edecán contratada por un productor que resultó ser exfuncionario del foxismo y estar vinculado además, con TV Azteca) y las pifias de los tiempos (y de la iluminación, que juega un papel fundamental en la psique del televidente) estaban diseñados si no para favorecer a Peña o a Vázquez, candidatos de la derecha pragmática neoliberal, sí para atenuar los efectos negativos de sus previsibles torpezas al debatir en vivo, y aquí hay que tener cuidado porque se estaría ante una sofisticada arquitectura electoral para manipular el voto antes de la jornada electoral.

Los debates venden, como le enseñó bruscamente el rating de10.5 puntos generales del debate a Ricardo Salinas Pliego contra su futbolito llanero con el que pretendió distraerse la atención del gran público. Las televisoras saben que un debate representa audiencia (el postdebate es un fenómeno mediático por sí mismo), pero los vasos comunicantes de su propia red de complicidades con el gobierno y su reiterada vocación antidemocrática les impide hacer juego limpio.

En 2006 Carmen Aristegui entendió como pocos que incorporar a su programa radial un acre debate estrechamente vinculado a las campañas significaría puntos de audiencia, además de que cumpliría afortunadamente con la intrínseca demanda social de información y de contraste de propuestas. El ejercicio le costó la chamba cuando su salida de W Radio tuvo que ver con la llegada al directorio del Grupo Prisa, copropietario de la emisora, del cuñado del ya entronizado Calderón y quien, precisamente como coordinador –o personero al menos– de medios en la campaña de su cuñado, representó al panismo en los debates de aquel entonces. A saber si lo que vino después, la salida intempestiva del espacio radioeléctrico de la apreciada voz de Aristegui, fue una venganza con tufos de advertencia para el gremio. Afortunadamente la censura lejos estuvo de prosperar; Aristegui regresó con redoblada fuerza a la señal de mvs con reposicionamiento privilegiado. Ahora ya dos veces se han negado Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota a debatir en la mesa de Aristegui.

El común de los medios masivos electrónicos, incluida buena parte de la radio y portales de internet como Yahoo!, es el sometimiento a los intereses corporativos que traducen invariablemente, por simples coincidencias de proyecto social que más bien es de carácter lucrativo, fiduciario, en los del grupo en el poder. Ahí la arrogancia de Salinas Pliego, sus desacatos a la reiterada demanda de que se transmitiera el debate en cadena nacional, el cinismo de las televisoras del duopolio Televisa-TV Azteca respecto a su histórico y turbio quehacer electoral a favor del candidato de sus preferencias y la languidez del consejero presidente del IFE, Leonardo Valdez, de incomprensible lasitud con las televisoras. Pero nada de esto sorprende: la televisión corporativista en México es refractaria a la regulación del Estado, y los postulados elementales del pragmatismo neoliberal se insertan precisamente en el ámbito de preexistencia de cualquier monopolio, de cualquier corporación que considera más importante la acumulación particular de la riqueza que su distribución socialmente responsable.

Sería bueno que para el segundo debate se modifique el acolchado formato y dejar que los candidatos salgan con argumentos, sin preguntas preparadas ni trucos de iluminación, a mostrar realmente quiénes son en lugar de las caretas que vimos al menos en dos de ellos hace una semana. Los caminos de la democracia no pueden admitir, para ser verdaderos, utilerías, y la tramoya sale sobrando.