jornada
letraese

Número 159
Jueves 1 de octubre
de 2009



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate


Prevensida contra
la Banda del Virus Virolo

Christian Rea Tizcareño

La vida en la calle es dura. Entre los riesgos por vivir en ella aparecen la violencia sexual, el VIH y otras infecciones. Para darles batalla, chavas y chavos cuentan
con un aliado: la organización El Caracol y su unidad móvil de prevención.


El rítmico canto de los microbuseros se funde con la lluvia de albures, sornas y chiflidos que provoca la presencia del Señor Verga (SV) y su comitiva. “Súbale, súbale, Vallejo, La Curva, Tenayuca… ¡Cámara, ponte de cañón cabrón, embónate! ¡Aguas, no te vayas a quedar ciego! ¡Ese wey es gay!” El sol es carnicero afuera de la estación La Raza del Sistema de Transporte Colectivo Metro. Una fémina voz invita a disfrutar la sexualidad; proviene del camión de El Caracol, una organización civil que trabaja con poblaciones callejeras.

El amigo Pinocho baila reggaetón, excita. Su séquito carga un radiante condón rosa. El también bautizado como “Súper Verga” se fotografía con los habitantes de la urbe. Cruje el cielo con el vuelo de un helicóptero mientras SV pinta de carmesí los rostros de los varones que rehúyen besarlo y arranca carcajadas a las transeúntes. La botarga fálica forma parte Prevensida, un modelo de educación en la sexualidad dirigido a las personas que viven en la calle.

"¡Aléjate Satanás!”, espeta Olga, amiga del Señor V, ante el ofrecimiento de un contemporáneo de regresar al mundo tóxico. “Es que me llega su olor a activo, y acá como que me mueve el tapete”. La muchacha de 21 años se reintegra a su labor como promotora del condón, no sin antes recordar los seis años que estuvo entre la calle, el activo y la piedra. Recientemente dejó el semáforo donde trabajaba de limpiaparabrisas y decidió “hacer una vida útil y feliz” con su pareja.

Para Olga, un noviazgo a la intemperie significa agresividad. “Cuando yo llevaba más droga y él menos, me pegaba bien feo; luego los celos y todo eso”, recuerda. “Los chavos, en sus cinco minutos son la bandita, pero se empiezan a drogar, y te desconocen, y quieren pasarse de listos”.

–¿Los quieres usar conmigo? –propone un parroquiano a Olga, después de que la joven lo invita a usar los gorritos de látex para evitar infecciones de transmisión sexual (ITS).

–¿Qué pasó? ¡No sea abusivo!

Nadia, chofer y líder del grupo, cuenta a Letra S que Prevensida Callejero es una metodología que por medio del juego “genera aprendizaje significativo”. Mas no es una tarea fácil. “Fuimos a una secundaria a promover los derechos sexuales y reproductivos y el director nos corrió porque decía que estábamos cometiendo faltas a la moral”.

Daniel, egresado de la Casa Transitoria de El Caracol, lleva un listón rojo en el pecho, símbolo internacional de la prevención y lucha contra el VIH/sida. “Cojan, planchen rico, pero con condón”, anuncia. A su lado está Elba, que viene de Madrid, España. Es psicóloga y está en México para hacer sus prácticas de posgrado en el Instituto de Estudios Políticos para América Latina y África. Eduardo carga un escapulario del taquillero San Judas Tadeo y Juan Carlos “se siente chingón” al haber escenificado a SV.

Promover el empoderamiento
En la trama de Prevensida Callejero, el Señor V es el pene de Pancho, y la Señorita P es la vulva de Chela. Son novios y usan condón para evitar que la Banda del Virus Virolo les “dé en la torre”, narra Miguel Ángel Arteaga, psicólogo y capacitador del área de Fortalecimiento Institucional de El Caracol. “Nosotros promovemos, de forma lúdica, estilos de vida saludables para que la gente se empodere. La lógica asistencialista y la educación a través del miedo no funcionan, provocan inmovilidad, no cambian prácticas de riesgo”.

Basado en una investigación hecha en 1996, Prevensida es un proyecto “acorde a la realidad”, pues parte de la propia cultura callejera. No es una cátedra ni una apología a la “normalidad”, sino una serie de sesiones interactivas que fomentan la corresponsabilidad de las personas a través de comics, juegos, dibujos, proyección de imágenes y narraciones. “Nosotros llevamos la metodología y ellos también dan algo, por ejemplo, el lugar donde nos podamos reunir y contar con energía eléctrica”.

El derecho al placer ocupa un lugar privilegiado. También la equidad de género. En las últimas sesiones aparece “El Machirrín”, que representa los mitos de la falocracia: “Nel, las viejas no tienen que disfrutar”. Los chavos “se van identificando” con las problemáticas y los facilitadores los impulsan a que generen nuevas alternativas.

No existiría Prevensida si se hubiera seguido con la lógica ochentera que sólo contemplaba el concepto asexuado y asistencialista de “niños de la calle”. En las arterias de la ciudad hay infantes, mujeres, hombres, personas de la tercera edad, familias sin hogar, poblaciones complejas que son “las depositarias de todos los males: drogadictos, sucios, violentos, sidosos…”, expone Miguel Ángel.

Modelos donde coexistan todos los mundos
Al interior de los grupos callejeros, hay hombres que tienen sexo con otros hombres y homofobia. Los esquemas machistas de la sociedad se reproducen. Las mujeres son “codiciadas” porque numéricamente son menos que los varones. En consecuencia, se ven forzadas a establecer relaciones de sexo recompensado. Es decir, “tú, él más fuerte, me das protección, me provees de alimento, droga, y yo correspondo bajo el velo de novia”, y no hay posibilidad de negociar el uso del condón, explica en entrevista Juan Martín Pérez García, director de El Caracol.

Las poblaciones callejeras, continúa, no esperan a que la sociedad les autorice ejercer su vida sexual; sin embargo, tampoco tienen acceso a preservativos gratuitos porque las entidades públicas les niegan sistemáticamente su derecho a la salud. “Un joven cualquiera generalmente recibirá atención y se le dará condones. En el caso de un callejero, lo primero que le van a decir es ‘báñese, no se drogue y después venga’”. Si ambulancias y hospitales niegan servicios básicos a las y los callejeros, opciones como la interrupción legal del embarazo están fuera de su alcance.

Juan Martín opina que la rutinaria imagen del callejero en la flagelación del cuerpo a cambio de dinero, es una medida extrema, creativa e impactante, cuyo fin es el de apelar a la insensibilidad de un público que está acostumbrado a hacer invisibles a quienes hacen patente que el sistema neoliberal es inhumano. “Necesitamos pensar en modelos que permitan la coexistencia de todos los mundos”.

La crisis económica actual, agota redes sociales, lazos de solidaridad, sepulta empleos. Hay “oleadas de gente” que ya ven en la calle una opción de sobrevivencia. La tendencia global es que más jóvenes, adultos y familias se queden sin techo.

Prevensida Callejero (www.prevensida.org) tiene 12 años de vida y ha trabajado con más de 3 mil personas. Es único en su tipo tanto en el DF como en el país. A nivel gubernamental, hay acciones aisladas en este sentido. Si se entiende que las políticas públicas son transversales, cruzan las diferentes dependencias del país, cuentan con presupuesto diferenciado y un marco jurídico que las respalde, entonces, no hay políticas públicas para las poblaciones callejeras a nivel nacional. En la Ciudad de México, la reciente firma del Programa de Derechos Humanos vislumbra un cambio en este paradigma.

 

S U B I R


Población callejera:
ni son uno ni son cien...

No hay registros epidemiológicos que expliquen la dinámica de las y los callejeros. La Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal alerta que el “uso de la fosa común parece ser normal”. En la investigación Estadísticas de la muerte callejera 1995 a 2005, efectuada en la Ciudad de México por la organización civil El Caracol, se documentaron 184 decesos:

• 74 por ciento fueron varones.
• 80 por ciento tenía entre 11 y 30 años de edad.
• 37.5 por ciento de las mujeres que murieron fue por violencia extrema.

De acuerdo al capítulo 31 del Diagnóstico de Derechos Humanos del DF, las y los callejeros no están contemplados en los censos de población y vivienda del Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática. Los esfuerzos para estudiar numéricamente este fenómeno social han fracasado porque tienen imprecisiones conceptuales, no consideran la movilidad de la población y se han usado con fines políticos.

En la Ciudad de México se llevaron a cabo dos conteos. El primero, en 1995, reportó 13 mil 373 niños y niñas de la calle, de los cuales, 68.5 por ciento eran varones. 27 por ciento de los entrevistados manifestó tener vida sexual activa y 13 por ciento refirió haber sido víctima de hostigamiento sexual. En 2005, el Instituto de Asistencia e Integración Social del DF registró, durante la campaña invernal del gobierno local, la existencia de más de 6 mil indigentes en la urbe, de los cuales, 60 por ciento eran hombres de entre 30 y 55 años de edad.