Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de noviembre de 2009 Num: 768

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Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El 7 de septiembre
AURA MARTÍNEZ

Mi testamento
MIJALIS KTSARÓS

Uno es muchos
RICARDO YÁÑEZ entrevista con ALBERTO ESTRELLA

La tía Lillian
JEANNETTE LOZANO

Antonio Cisneros: es animal el poema
JOSÉ ÁNGEL LEYVA

La conjura de los necios: cuarenta años de la muerte de John Kennedy Toole
RAFAEL REY

Umberto Eco: el poder de la insolencia
JORGE GUDIÑO

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Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
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Hugo Gutiérrez Vega

UNA EXPOSICIÓN DE AHUMADA

Nuestro compañero Ahumada sacó estos objetos de su baúl de los trebejos (tiliches diríamos en mi tierra), los convirtió en formas expresivas y armó con ellos un conjunto artístico en el que se mueven las figuras de su imaginario predilecto que es, en buena medida, la temática de nuestros sueños, de nuestro deseo de volar.

Estos tiliches se han convertido en objetos artísticos (podría, pero no me parece acertado, llamarlos collage) pues son algo distinto, un nuevo género, el rescate de las posibilidades artísticas de las cosas cotidianas y, sobre todo, de las que ya no nos sirven, y que, en lugar de tirarlas, por razones sentimentales las guardamos en el baúl y las sacamos para que se conviertan en algo nuevo que no borra su esencia original, sino que las dota de una nueva función que se cumple totalmente en el momento en que el espectador aporta su propia interpretación y pone en juego todas sus capacidades y memorias para darles un sentido y jugar (no hay cosa más seria que un niño jugando) con los milagros que yacían en las entrañas del baúl familiar.

Parte Ahumada del mito de la creación del mundo y rinde homenaje a dos dioses primordiales, Isis y Osiris. Su admiración por los creadores y su respeto por la imaginación están presentes en los homenajes a Leonardo Da Vinci, que parte de la imagen de su corazón alado dispuesto a emprender todos los vuelos del pensamiento y de la imaginación creadora.

Voy a jugar con estos objetos, a recorrer el tablero de ajedrez que sirve de piso al amor que atraviesa las paredes. La emblemática lata de esas sardinas que acompañadas por frijoles refritos y metidas entre dos tajadas de pan eran un delicatessen de nuestra infancia y de la gastronomía albañilesca, duerme aquí y sueña con mares profundos, con maravillosas vegetaciones submarinas.

Todos podemos volar, aun del arrabal se puede salir volando. Esto será posible cuando los oprimidos nos juntemos y constatemos que tenemos alas.

El homenaje a Magritte junta cielo azul con nubes blanquísimas. Sobre el tablero de ajedrez de la suerte está el tanque de guerra de los ejércitos celestiales.

Todas las familias tienen sus secretos. Así lo demuestra la pariente lejana condenada al silencio.

Por las noches nos persiguen las estrellas (cuando este cielo mexicano lo permite). A veces nos acercamos tanto que alguna estrella, tal vez extinta, puede descalabrarnos.

Mucho aparece el Principito creado por el piloto Antoine de Saint Exupéry. Hay un momento en que se torna teporocho y es perseguido por los zorros.

Sigue el homenaje a Leonardo. Sobresale su deseo de volar, su idea de una máquina que surca los aires para llegar a un puesto desde el cual se pueda avizorar la tierra.

El Ratón Miguelito (Mickey Mouse en lengua del imperio) nunca fue santo de mi devoción. Por eso me gusta la idea de verlo caído en la ratonera. Su deseo de tener más lana que la que necesita lo llevó a caer en la trampa mortal. La misma ratonera nos presentó a esa cáscara que es el alma y que quiere ir más allá.

El mismo ratón idea una jetita aunque esté atrapado por la ratonera. La jetita se puede dar en cualquier lugar. Se duerme, pero el dolor permanece; el ratón corrió, pero no alcanzó a llegar. Ya en la ratonera escupió su corazón para librarse del sabor amargo.

El hermoso desnudo duerme bajo el amparo de una cajita misteriosa.

El jardín es un territorio mágico para la infancia. Aquí está formado por los materiales más diversos y cotidianos.

“Y cuando llegue el día del último viaje/ y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,/ me encontraréis a bordo ligero de equipaje,/ casi desnudo, como los hijos de la mar.” Ahumada, como Machado, sólo lleva sus recuerdos como equipaje.

El Principito aparece de nuevo, pero en otra latitud, la de un planeta desconocido.

El autor sigue esperando aunque la muerte lo derrote.

De nuevo la ratonera, pero ahora en Londres y a los pies de Jack el destripador. Ahumada vio esto en el Londres de sus trebejos.

El homenaje nos emociona: es el barco de vela en el que nuestro John Lennon partió hacia la eternidad.

Odio y amor en la carpeta que borda la máquina de coser.

En las ferias los canarios sacan el papel con nuestra suerte. La jaula de Ahumada tiene un colibrí que espera la llegada del correo para alimentar a su polluelo.

Sobre la cama, un recuerdo.

La llama mantiene en vida al Sagrado Corazón.

Una mujer y la barca en la que huye.

Vuelos de astronautas, sueños con cometas y meteoritos, al final, un ala rota, la tecnología y sus fallas.

Entre Reggio y Messina se alzan amenazantes Escila y Caribdis. Ahumada nos recuerda que Poseidón es el padre del tormentoso Caribdis. Su misión es la de destruir la creación humana.

El Ratón Pérez se lleva nuestro diente infantil y deja una moneda en la almohada. Ahumada sigue esperando su monedita. Casi todos la seguimos esperando. La Secretaría de Hacienda se llevó todos nuestros dientes infantiles y no dejó moneda alguna.

Vamos a jugar con estos trebejos de Ahumada. El Principito nos ve desde su planeta recién descubierto. Descubramos cada noche una nueva estrella. Juguemos con Ahumada, pues no hay cosa más seria que un niño jugando.

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