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Con Bukele, 53 periodistas salieron al exilio en unos meses

Cualquier exilio siempre habla de un proceso político deteriorado, dice el periodista exiliado en Holanda.
Cualquier exilio siempre habla de un proceso político deteriorado, dice el periodista exiliado en Holanda. Foto Víctor Peña /El Faro
17 de noviembre de 2025 07:20

Sería 2010 o 2011 cuando el periodista salvadoreño Carlos Dada, fundador del influyente medio digital El Faro, acudió a una cita en una cafetería de la Zona Rosa de San Salvador. Lo había convocado Nayib Bukele, un joven que apenas despuntaba en sus aspiraciones políticas. El Faro tenía ya una trayectoria de más de una década y un sólido prestigio en Latinoamérica. Bukele le propuso a Dada comprar el medio digital. El periodista le dijo que no. Tajante.

Lo que siguió fue una relación de confrontación constante. Como habían hecho desde su fundación, en 1998, los reporteros de El Faro fueron implacables en su papel crítico, narrando cada acto de corrupción detectada, aunque los dos presidentes anteriores, Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén, hubieran salido de las filas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el partido de la reconvertida guerrilla que pronto perdió su espíritu revolucionario al tocar la silla presidencial.

La carrera de Bukele despegó rauda. También con las siglas del FMLN, el joven empresario fue primero alcalde de Nuevo Cuscatlán, después de San Salvador. Cuando quiso ser candidato presidencial el partido no lo aceptó. Salió insultando a medio mundo. En 2019 se hizo de la presidencia y corrió sus ideas a la extrema derecha.

Diez años después de esa cita, en 2021, Carlos Dada, periodista de la primera generación de la posguerra, salió de su casa sin tender la cama. “Vuelvo pronto”, pensó al cerrar la puerta.

No ha podido regresar desde entonces, viviendo su segundo exilio. Ya pasaron cuatro años. Tenía nueve cuando estalló la guerra en su país y sus padres, opositores de alto perfil a los poderes contrainsurgentes de entonces, tuvieron que huir. Vivió 16 años en México.

El periodista y casi todos sus colegas del medio, muchos de ellos multipremiados, autores de libros que son referencia para reporteros de esta generación, se convirtieron en los villanos favoritos del popular presidente, que construyó un poder totalitario y amenazante.

Semanas antes de lo que él pensó iba a ser “una salida preventiva”, el gobierno de Bukele había elevado el tono de las amenazas contra este informador. Las camionetas de vidrios oscuros hacían cada vez más descarado su seguimiento. Por el ventanal de su departamento, desde donde se mira el triángulo diáfano del volcán de San Salvador, un día entró un dron que detuvo su vuelo a pocos centímetros de su cabeza.

Hasta que sus abogados le dijeron: “ahora sí te vas”. Se les había confirmado que en la fiscalía controlada por el bukelismo estaba listo un expediente donde lo acusarían, como representante legal de El Faro, de lavado de dinero. El riesgo de arresto y juicio sin garantías era inminente. Ahora vive en Holanda y, convertido en papá de Inti, empieza a masticar la idea de asumirse como exiliado. Su libro Los pliegues de la cintura contiene su reportaje “Así matamos a monseñor Romero”, uno de los relatos más completos sobre el asesinato del arzobispo Óscar Arnulfo Romero en San Salvador, en 1980. En los últimos meses, frente a un Bukele cada vez más intolerante, han salido del país 53 periodistas de medios independientes, 25 de ellos de El Faro.

La Asociación de Periodistas de El Salvador, creada hace 80 años, ha tenido que trasladar al exterior sus operaciones por primera vez. Y su director, Sergio Arauz, dedica la mayor parte de su tiempo y esfuerzo a procurar a los periodistas en peligro vías seguras para el exilio y condiciones mínimas de subsistencia en otros países. Él mismo ya es un exiliado. Cuando a le tocó hacer la maleta dejó fuera muchas cosas indispensables. “No cupieron. Porque no pensaba irme del país sin Roque Dalton”, dice. Se refiere a los cuatro voluminosos tomos de la obra completa del poeta más importante de El Salvador.

Cualquier exilio, dice Dada, “siempre habla de un proceso político deteriorado”. Desde que salió de El Salvador, la situación es cada vez peor en su pequeño país. El “régimen de excepción” decretado por Bukele hace tres años y medio, mantiene suspendidas las garantías individuales y se extiende por tiempo indeterminado.

En ese periodo han arrestado a más de 88 mil ciudadanos, encarcelados en condiciones extremas sin debido proceso. En las terribles prisiones del país se reportan ya más de 450 reos muertos. Es abundante la información sobre la tortura que se aplica sin cortapisas detrás de los muros de las 22 penitenciarías del país. Cuatro defensores de derechos humanos han sido apresados bajo este “régimen”. Ingrid Escobar, directora de la ONG Socorro Jurídico Humanitario, quien denunció lo anterior, tuvo que huir del país. Centenares de salvadoreños han salido por temor a persecuciones jurídicas arbitrarias.

En la edición de octubre, El Faro publicó un material multimedia trabajado durante dos años, desde que empezaron a sonar las noticias de los muertos “por suicidio” o por “enfisema pulmonar” de las prisiones. Son 27 familias de sobrevivientes o de quienes recibieron a su ser querido en una bolsa negra. Ninguno era pandillero. Eran obreros, maestras, vendedoras, mototaxistas, albañiles, campesinos.

La hora del exilio le llegó también a Ricardo Vaquerano, ex jefe de información de El Faro. Él había preparado su “mochila de emergencia” –en la que guardó un cojincito hecho con pelusa de su perro Gus, entre otras cosas– cuatro años antes. Pensó que nunca la iba a usar. Tiempo atrás había almorzado con Bukele, a quien trataba de convencer de dejarse entrevistar por uno de sus reporteros. El ahora presidente respondió: “no. Yo sé que ustedes (El Faro) me van a joder”. El año pasado, Bukele volvió a ser candidato a la presidencia (inconstitucionalmente) y arrasar tra vez. Controla todo: los poderes legislativo y judicial, la fiscalía, redes sociales, negocios, el bitcoin –que es moneda oficial en El Salvador–, y se empeña en callar las ultimas voces críticas del periodismo. Emula a Donald Trump y su modelo “antiterrorista” es aplaudido por las corrientes de derecha de todo el mundo.


 

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