Desde hace más de dos décadas, el concepto de extractivismo aparece constantemente en trabajos que analizan la realidad de Latinoamérica y de otras regiones del mundo. El concepto también es utilizado por movimientos populares, indígenas, campesinos, de mujeres y de juventudes, generalmente ligados a la defensa de los territorios y al activismo climático.
En sus orígenes, el concepto de extractivismo sirvió para describir la extracción masiva de recursos naturales destinados a la exportación. Sin embargo, con el pasar de los años y con el avance también del capitalismo, el extractivismo ayudó a pensar actividades como la minería de datos –fundamental para el capitalismo cognitivo–, el turismo masivo, la apropiación de conocimientos y la construcción de infraestructura destinada a la producción de energía y al traslado de materias primas y mercancías.
En este sentido, el concepto de extractivismo puede considerarse como uno de los aportes del pensamiento crítico latinoamericano al estudio del modelo de desarrollo capitalista. Como concepto, se encuentra fuertemente vinculado a otros como los de “acumulación de capital”, “despojo”, “colonialismo”, “megaproyectos”, “territorios” y tantos más que forman parte del corpus teórico de las escuelas críticas del desarrollo.
Como todo concepto que busca analizar y describir la realidad, requiere de actualizaciones y discusiones constantes que ayuden a pensar los problemas concretos, las especificidades territoriales, los efectos y también el uso que hacen de este concepto las luchas en defensa del territorio. El término neoextractivismo, por ejemplo, se ha usado para señalar las actividades de este tipo que se hacen desde gobiernos progresistas, o incluso se habla de extractivismo epistémico para hacer énfasis en la extracción de saberes y conocimientos de los pueblos.
Se trata, pues, de un concepto teóricopolítico en el que hay que reconocer tanto los aportes de especialistas, así como las apropiaciones que hacen pueblos y organizaciones que luchan día a día contra los extractivismos.
El extractivismo de hoy no sólo se realiza por corporaciones privadas, sino que también intervienen empresas estatales. De igual forma, hay que revisar tanto el papel de actores legales como ilegales en estas actividades. El extractivismo ha estado presente tanto en gobiernos de derechas, de centro y algunos que se autodefinen como de izquierdas, todos ellos que reproducen, sostienen e intensifican el capitalismo en sus distintas expresiones. México hoy es un escenario fundamental para mirar las nuevas dinámicas extractivistas, así como las resistencias que actúan frente a estas prácticas y en torno al capitalismo en general.
Desde su llegada a la Presidencia de México, el ex presidente López Obrador implementó una serie de proyectos y megaproyectos destinados a profundizar el modelo extractivista, ya sea de manera directa o mediante la producción de energía e infraestructura que requiere este modelo. Megaproyectos como Tren Maya –destinado al turismo, al transporte y a la carga–, el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, la Refinería Olmeca, el Proyecto Integral Morelos, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles o el gasoducto que se construye en territorio yaqui son algunos de los ejemplos, pero no los únicos.
En el extractivismo de la 4T distinguimos cinco elementos que vale la pena resaltar. Primero: la construcción de megaproyectos extractivos, energéticos o de infraestructura se traduce en un reordenamiento territorial de prácticamente todo el país, para hacerlo más funcional al capital nacional y extranjero. Peor aún, el sur-sureste de México, que se había mantenido en abierta resistencia frente al modelo integracionista que encontró su mayor expresión en el TLCAN, ha sido ya acoplado a “Norteamérica”, y se busca extender este reordenamiento territorial a distintos países de Centroamérica y el Caribe.
Segundo: el extractivismo de la 4T ha significado también una nueva forma de indigenismo en el que símbolos y discursos de los pueblos originarios son utilizados para imponer el desarrollo capitalista: Tren “Maya”, Refinería “Olmeca”, o las propias ceremonias para “pedirle permiso a la Madre Tierra” para expoliarla.
Tercero: el extractivismo de la 4T ha implicado también la utilización de militares y de la cultura del militarismo en la construcción y legitimación de los megaproyectos. Las fuerzas militares se han convertido en una empresa de la construcción y en un ejecutor del extractivismo.
Cuarto: no hay que dejar de ver que el extractivismo que realiza la 4T llega a encontrar también nodos de conexión con corporaciones ilegales, algunas que han seguido actuando desde sexenios anteriores, como es el caso de las mineras en Michoacán o Chiapas, o como el huachicol.
Y cinco: el uso de consultas que no cumplen con los criterios requeridos, así como la pretendida legitimación social por medio de programas sociales que en los hechos significa sacrificar territorios y poblaciones en nombre del bienestar nacional. Como en otras regiones del continente, la continuidad extractivista ha generado rupturas y resistencias que en México tienen características singulares. Sobre ello nuestra próxima entrega.
*Sociólogo X: @RaulRomero_mx
 
                