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Alegría y democracia

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, durante su primer informe de gobierno en el Zócalo de la Ciudad de México. Foto
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, durante su primer informe de gobierno en el Zócalo de la Ciudad de México. Foto Marco Peláez
06 de octubre de 2025 00:02

Invitado por juristas de Nuevo León y amigos militantes de Morena, estuve en el Tecnológico de Monterrey el fin de la semana pasada, para hablar de la reforma judicial, que como todos sabemos fue un proyecto presentado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, un par de semanas antes de que terminara su sexenio. 

La reforma fue una sacudida política, su implementación estuvo a cargo del Constituyente Permanente y bajo la mirada atenta y juiciosa de la presidenta de la República, doctora Claudia Sheinbaum; consistió en que el Constituyente determinó que, a partir de ahora, quienes administren justicia: ministras y ministros, magistradas y magistrados, juezas y jueces, deberán llegar a sus cargos mediante el voto popular, directo y secreto. Comparto también que, además de esa exposición en el Tec, que fue la que motivo mi viaje, fui invitado a otra, más política que académica, pero con el mismo objetivo, explicar las razones y posibles efectos de la reforma al Poder Judicial. Quienes me invitaron constituyen un grupo con el que he participado en política desde hace ya cerca de 20 años. 

Desde 2007, por impulso e invitación de AMLO se formaron en todo el país grupos de ciudadanos de oposición al viejo régimen bajo el nombre de “Gobierno Legítimo” y a mí me tocó el trabajo de buscar y reunir ciudadanos de ese estado norteño y principalmente de su capital, pero también en otros municipios del noreste mexicano; no puedo dejar de mencionar Montemorelos, Cerralvo, Guadalupe, China y mejor le paro, porque llenaría el espacio de mi colaboración con nombres de lugares inolvidables. 

De lo que dejo constancia, es de la reunión en una casa de Guadalupe, propiedad del ciudadano Aurelio Arenas, que conocemos como La Casa Histórica, porque a ella asistió en varias ocasiones el dirigente nacional López Obrador; en ellas se develó una placa conmemorativa y fue ahí que se constituyó el Comité Estatal de Morena; de ella salíamos para recorrer la entidad, cada vez que se hacía necesario y que se iban afiliando militantes al “Gobierno Legítimo”. En las reuniones hay amistad y compromiso con la Cuarta Transformación, pero también convicción democrática y amor a México. La base teórica del grupo es que el pueblo es soberano y, por tanto, el que gobierna, por medio del voto popular y directo y por supuesto, voto informado y bajo el lema mil veces repetido de que “sólo el pueblo salva al pueblo”. 

Nada más congruente con los dos conceptos que dan origen a la palabra demos, pueblo, y cratos, gobierno; esto es el gobierno del pueblo y para el pueblo. Pero en esta ocasión, de la que fui testigo y partícipe, hubo algo más que alegría, mucho respeto, convivencia fraterna y en esa ocasión animada por un grupo de baile regional que lleva precisamente ese nombre: Alegría. 

A la reunión asistieron algunos niños, muchos jóvenes, pero también el grupo de mujeres y hombres maduros, con trajes típicos, que ejecutaron los bailes regionales con los que amenizan sus celebraciones; son personas de la tercera edad o cercana a ella pero que conservan vitalidad, convicción y seguridad de que la razón política está de su parte y de que están luchando con la sonrisa en la boca por la justicia social y por un gobierno democrático. Su espíritu es jovial y alegre. 

Inspirado en la reunión política y amistosa en la que participé, es que felicito al grupo y les agradezco haberme aceptado y apoyado para entender la liga invisible entre las palabras “democracia” y “alegría” que dan título a esta colaboración. La convicción de la que dejo constancia en La Jornada es que el pueblo abrió los ojos, confió en su organización y en sus convicciones y ejerció directamente los derechos y facultades que le reconocen la Constitución y las leyes y que, si bien en las anteriores grandes transformaciones, “Independencia”, “Reforma” y “Revolución Mexicana”, corrió mucha sangre y hubo mucho dolor, en esta de ahora, la “4T”, las cosas sucedieron de manera distinta y por la vía del voto. 

La alegría y la democracia no están reñidas, son dos caras de la misma moneda y hoy puedo referirme a ambos conceptos, uno al lado del otro. Democracia es gobierno del pueblo, pero cada vez más de un pueblo alegre, que, sin restarle seriedad a sus responsabilidades, celebra como sucedió apenas hace unas horas, en la gran reunión del Zócalo capitalino a la que convocó la doctora Sheinbaum, con el entusiasmo, la seriedad y sin eludir responsabilidades, hombro con hombro y convicciones compartidas. 

No sólo fue una gran hazaña derrocar al viejo régimen neoliberal; quizás, lo más importante fue que ese cambio histórico se logró principalmente con mucha convicción, sacrificios, trabajo político y organización; pero algo más profundo fue posible, que la lucha nunca se haya ensombrecido con odios, rencores o enfrentamientos violentos; el milagro fue demostrar que democracia no está reñida ni con la alegría ni con la fraternidad.

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