“La ley no funciona”, dice Rita Segato en una reciente entrevista con el filósofo Martín Gak (https://zur.uy/ el-poder-de-muerte-comoley-rita-segato-y-martin-gak/). En la interacción social, dice la pensadora feminista, hay cosas que pueden suceder y otras que no, pero “el caso de Gaza muestra la absoluta obsolescencia de la ley; este es un momento de la historia en el que se registra un comportamiento no regido por el derecho”.
Como en ocasiones anteriores, dijo que ya no somos humanos, y ante quienes lo niegan responde que estamos viviendo “un quiebre de la fe, porque hoy la regla es el poder de muerte”. Hoy se habría superado lo que se puede y no se puede hacer, “nunca se había visto que el poder letal se haya convertido en ley”.
Segato sostiene que lo que vemos en Gaza nos remite a las barbaries genocidas de la Conquista, al Holocausto, al tráfico de esclavos con sus millones de víctimas.
Durante años Segato se ha dedicado a comprender la violencia de género, sobre todo su carácter expresivo: crímenes horribles para ser expuestos como escarmiento y advertencia. “La diferencia que veo con los casos anteriores de genocidios es la exhibición del poder de muerte, se ha perdido todo pudor, y la Comunidad Europea no parece molestarse por estar viendo el exterminio de un pueblo, esa aceptación del poder de muerte como ley, contemplado incluso por democracias que se ufanan de serlo”.
“Esto es un parteaguas”, continúa. “La historia que conocimos ha terminado, y el esfuerzo que hacemos es entender que debemos acuñar hasta un vocabulario nuevo, porque lo que conocimos se acaba de terminar. Por lo tanto, la lucha por una sociedad mejor, las consignas, todo eso perdió significado ante lo que sucede en Gaza, incluso los proyectos históricos. Ya no hay diferenciación entre lo que está bien y lo que está mal”. No es la primera vez que Segato defiende estas ideas, aunque en esta ocasión tal vez haya ido más lejos al destacar que han colapsado las ideas y propuestas emancipatorias, así como “las reglas que colocan límites y dan forma al comportamiento humano”, en las relaciones entre las personas y entre las naciones. “¿Dónde va a detenerse esto?”, se pregunta.
Ciertamente estamos ante el fin de una era. Tarde o temprano, Gaza seremos todos y todas. “Cualquier pueblo puede ser alcanzado por el exterminio como los palestinos desde 1948. Palestina es el eje del mundo, el epicentro de la historia”. El genocidio resulta un dolor insoportable, al punto que Segato asegura: “Prefiero morir a ver lo que estoy viendo”, porque tal vez ya no sea posible salir de este agujero de la historia.
Como en muchos otros aspectos, simpatizo con la indignación de Rita Segato, en particular su aserto de que “el poder de muerte es ahora la ley”. Sus dudas sobre si vale la pena formar parte de esta humanidad, “el gozo perverso de ejercer poder de muerte”, son enteramente compatibles. En un punto, sin embargo, creo que debemos debatir. Como sucede con tantos y tantas intelectuales se abre una bifurcación cuando abordamos los caminos a seguir, el qué hacer ante la barbarie capitalista. “El camino es buscar un lugar donde se pueda ser optimista”, dice Rita al final de la entrevista.
Ese lugar existe, Rita, ese lugar son los caracoles en Chiapas y la extensa red de gobiernos autónomos locales que ha puesto en pie el zapatismo. No es lo único, por cierto, pero es el movimiento que más lejos ha llegado en la construcción de una sociedad otra, basada en las autonomías de abajo, donde no se registran feminicidios.
Puedo agregar algunos territorios del pueblo mapuche, de los garífunas de Honduras, nasas y misak del Cauca colombiano; los gobiernos territoriales autónomos amazónicos en el norte peruano, las decenas de demarcaciones territoriales autónomas en la Amazonia brasileña, y muchas otras experiencias tanto en México como en toda América Latina. Todas ellas son muy diferentes entre sí, pero la orientación autonómica las convierte en espacios de libertad.
Por último, la necesaria indignación ante el genocidio del pueblo palestino no nos puede hacer olvidar los 150 mil desaparecidos en el México “democrático”, y los cientos de miles de asesinados en el marco de la “guerra contra las drogas”. En toda la región latinoamericana se registran miles de crímenes del capitalismo todos los años, con gobiernos conservadores y progresistas, sin que hagan nada para evitarlos.
Creo que en este periodo decadente de sistema-mundo centrado en Occidente, se hace evidente cómo el capitalismo se ha convertido en un sistema que hizo de la violencia su razón de ser, porque es el modo de estirar su dominación sobre los seres humanos y la naturaleza. Por lo tanto, el problema es el sistema, más allá de quien lo gestione. Es evidente que Netanyahu y Trump son máximos exponentes de la política genocida. No debemos olvidar que ya no hay capitalismo “bueno”, como dijeron algunos progresistas. Sólo las autonomías son capaces de resistir construyendo vida.