“En un mundo de plástico y de ruido, yo quiero ser de barro y de silencio”, dijo alguna vez el escritor uruguayo Eduardo Galeano, referente en Latinoamérica.
“El plástico y el ruido es una manera de ser que, para mí es como estar sorda, el no cuestionarte, vivir en la inconsciencia, ir por donde te digan que hay que hacerlo. Pero, el estar en el barro y el silencio, es estar conectado con la tierra, con evolucionar conscientemente en el aquí y ahora, en cada sentimiento, pensamiento, palabra y obra. Es ser congruente e íntegro”, asegura a La Jornada la guitarrista, compositora y cantante Anastasia Sonaranda, licenciada instrumentista egresada de la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México; de hecho, ella es el primer caso de titulación con un programa folklórico-académico con obra propia.
Anastasia, viajera sonora con su eterna acompañante de cuerdas y diapasón, presenta un nuevo material discográfico: De barro y de silencio, que aborda, al puro estilo Sonaranda, obras para guitarra solista. Hablamos de piezas como Suite Huehcapáyotl, Suite Bolivariana (en cinco movimientos); dos obras sueltas de su propia autoría: Ceiba taciturna y Mayara madera y mar, y tres obras de diferentes autores: El joven Sergio, de Violeta Parra; Mañana de milonga, de Marcelo Ferraris, y El pitero, son tradicional salvadoreño arreglado por ella.
Muestran espacios del Abya Yala, como se le conoce a la patria grande, es decir América Latina. Es un periplo ritual, amoroso y profundo de nuestros pueblos que retoma músicas folklóricas latinoamericanas a la par de la guitarra académica, la más libre de éstas, como siempre se ha desarrollado la carrera de la concertista y compositora en décadas.
Ser de barro y de silencio “tiene un contexto muy bonito, porque el plástico y el ruido tienen que ver con las ciudades, con el mundo materialista”, afirma. Y “el barro y el silencio, pues tienen que ver, evidentemente, con las culturas, con los pueblos originarios”, insiste la artista.
Se trata, manifiesta Anastasia, “de la conexión con la tierra, de la gratitud que se le tiene a ésta, de amarla como a una madre. Galeano lo resumió en una frase. Y los que hemos crecido con él sabemos el trasfondo que tiene. Yo vivo en la ciudad, pero cada vez me considero más desadaptada de ésta”.
La portada del disco pintada por Anastasia Sonaranda. Foto cortesía de la intérprete
Exilio y cultura
De barro y de silencio “es un boleto para trasladarse con el alma. Está plasmada mi historia personal: crecí con los exilios. La escuela en la que estuve era pionera de las escuelas activas, las cuales recibieron a grandes personalidades del exilio. Mi primera maestra de guitarra, a los cinco años, fue chilena; lo primero que aprendí fue a Violeta Parra y a Víctor Jara. Alfredo Zitarrosa era padre de familia de la escuela y fue a dar conciertos a la misma… crecí con toda esa idea de la patria grande”.
Agrega: “mi papá era periodista cultural. Me llevó a recorrer los pueblos, a enamorarme de la cultura latinoamericana, de su música y, sobre todo, de los procesos sociales, políticos y culturales de ese sueño de la patria grande propuesta por Simón Bolívar, que, en donde sí lo puedo ver consumado, es en la música, en el arte”.
Explica la selección de su álbum: “Suite Huehcapáyotl está muy inspirada en los Voladores (de Papantla), que me alucinan tanto como los sones indígenas; son tres movimientos apegados a los sonidos indígenas de la Huasteca. La historia bolivariana es especialmente importante en este disco: son cinco movimientos”.
Recuerda que su papá era muy amigo del colombiano Gustavo Vargas, uno de los grandes estudiosos de Simón Bolívar; fue quien asesoró a Gabriel García Márquez cuando escribió El general en su laberinto. Vargas iba mucho a mi casa cuando yo era adolescente, entonces crecí oyendo historias sobre Bolívar y en la pandemia volví a retomar sus lecturas y me volví a enamorar profundamente de él. Salió toda esta suite, cuya idea es platicar con música parte de su vida”.
Comparte: “el primer movimiento trata la infancia de Bolívar. La segunda es una obra dedicada a Simón Rodríguez, maestro de éste; un homenaje a quien en su época le decían el loco, porque proponía que las mujeres debíamos estudiar, o escuelas en donde estudiaran juntos negros, indígenas, criollos, ricos y pobres. El tercer movimiento es sobre esa hazaña que hizo él y su ejército de atravesaron los Andes para expulsar al ejército español. El cuarto movimiento es él ya agonizando antes de irse a Europa. El quinto es por la alegría de que haya existido el libertador.
“Violeta Parra dejó un catálogo de muchas obras para guitarra sola. Para mí era muy importante, al menos grabar una pieza de ese catálogo. El pitero lo hice justo para la puesta en la escena sobre el poeta guerrillero Roque Dalton. Mayara, madera y mar es una obra que le compuse a una mujer brasileña, Mayara Amaral, una maestra de guitarra que murió por feminicidio. En su honor creamos a la Asociación Internacional de Guitarristas y Compositores de América Latina.”
Agrega que Taciturna es una obra dedicada al lago de Pátzcuaro; “es una pirecua con fuga de cacharpaya (género andino para las despedidas). Recordarás esa noticia cuando salieron fotos de que se estaba secando en el lago de Pátzcuaro. Me dolió, era una cosa que no me cabía en la imaginación. Es una cacharpaya estilo boliviano para decir adiós. Un adiós muy bonito”.
Anastasia reconoce que para ella “la música es una religión en el sentido más puro de la palabra. Religión es religar con el espíritu”.
De barro y de silencio se presenta mañana en la Fonoteca Nacional a las 19 horas. Acompañan a la artista el productor y director Modesto López y Gerardo Tamez, reconocido músico de Los Folcloristas. El material quedará disponible en diversas plataformas distribuido por Ediciones Pentagrama.