La Organización de Naciones Unidas (ONU) y el Banco Mundial (BM) reconocieron que hay una reducción de la pobreza en México y consideraron que se debe al aumento en el salario mínimo y a las transferencias financieras a través de los programas sociales.
Al participar en el foro Nuevas perspectivas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) sobre pobreza y desigualdad, que se realizó en el Senado, el coordinador residente de la oficina de la ONU en México, Peter Grohmann, destacó que esa disminución se logró a pesar del bajo crecimiento económico promedio del país.
México ha mostrado que la condicionalidad entre desarrollo económico y reducción de la pobreza no es tan fuerte, y que con estrategias acertadas se puede bajar el número de pobres, aún con pandemia, señaló.
En contrapartida, Samuel Freije, economista para América Latina del Banco Mundial, advirtió que sostener lo logrado requiere no solo el mantenimiento de algunas políticas sociales y la mejora de algunas de ellas, sino también de crecimiento económico.
Consideró necesario generar más oportunidades de trabajo para las mujeres y jóvenes, aumentar el empleo formal y prestar especial atención al sector agrícola que es donde se concentra una gran cantidad de población en situación de vulnerabilidad.
Amalia García, presidenta de la Comisión Especial de Seguimiento para la Implementación de la Agenda 2030 del Senado, reconoció que las políticas publicas establecidas en contra de la pobreza han sido acertadas, pero el reto ahora es garantizar que sean sostenibles.
El subsecretario de Políticas Públicas de Salud y Bienestar Poblacional de la Secretaría de Salud, Ramiro López Elizalde, apuntó que algunos países envían señales contradictorias, pues proclaman su adhesión a los ODS, pero sostienen guerras que generan destrucción y miseria.
Subrayó que acabar con la pobreza es una premisa de unidad nacional, ninguna fuerza política puede quedar al margen, pues no es tarea de un partido, ni de un sexenio, sino una misión de nación, y “si algo debe unirnos, es la convicción de que ninguna niña o niño vuelva a dormir con hambre, que ningún adulto mayor deba decidir entre medicinas o comida, y que ninguna familia quede condenada a la enfermedad por haber nacido en la pobreza”.