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¿De qué hablamos cuando no hablamos?

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Foto Europa Press
10 de agosto de 2025 00:02

Omitir la veracidad de algún hecho podría convertirse en un recurso político que dañe la validez del recurso político y democrático. Nos referimos a la necesidad de mantener la certeza en las propuestas del derecho internacional y de la conciencia humana, porque creemos que ésta sí existe. Mientras debatimos o nos informamos sobre el asunto que, aunque algunos lo nieguen, la autodeterminación de los pueblos sí existe y se debe defender. En este momento de tragedia en Palestina, la lucha por la soberanía nos compete al mundo entero. 

Los distractores políticos han sido elaborados con gran cuidado, por burdos que parezcan: la homofobia contra la migración en el mundo, las amenazas económicas grotescas que salen de la Casa Blanca y sucia, la violación de los derechos humanos apoyada por el gobierno republicano actual de Estados Unidos, pero antes, por los demócratas y otras agresiones que distraen de un hecho muy lamentable: la extinción de un pueblo. 

No olvidamos, tampoco, las presiones de las políticas represivas de nuestro primer socio económico. Cuando quiera ese gobierno, nos puede restringir el gas al máximo, pero tenemos que seguir aguantando sus caprichos y sus llamadas telefónicas amigables y respetuosas, mientras sigue amagando con traer a sus soldados a nuestro territorio para concretar una invasión con la que hace años ha soñado. 

De la misma forma, a todo mundo compete la desgracia que el gobierno turbio de Donald Trump y millonarios que lo acompañan está provocando al pueblo árabe de la ciudad de Gaza. Si alguna expresión se ha repetido millones de veces por causa de la guerra sucia que apoya el gobierno actual estadunidense a favor de Israel, es la de masacre intolerable. 

No olvidemos que fue en el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), donde se formó, por primera vez en un partido político, un Comité de Solidaridad con Palestina. Tampoco olvidemos que esta organización que alcanzó carácter nacional, incluso internacional, surgió por las masacres que continuaba generando el gobierno sionista, desde Ben Gurión hasta Ariel Sharon, apoyado por los gobiernos estadunidenses en turno. 

¿Ya se olvidó aquel episodio de horror en el campamento de Sabra y Chatila, en 1982, que por enésima vez protagonizaron los sionistas seudojudíos? No, no lo hemos olvidado, pero se han encargado de silenciarlo a través de artimañas. En aquel atentado acabaron con familias enteras, con sus animales de trabajo, mascotas, pertenencias personales, víveres y todo lo que pudiera servir para sobrevivir, en caso de que alguien conservara la vida. El resultado fueron 3 mil 500 refugiados palestinos asesinados mientras dormían en aquel refugio otorgado solidariamente por Líbano. 

Fue un mensaje criminal para la Organización de Liberación Palestina, cuya sede se encontraba temporalmente en ese país. Demostró el ejército israelí, que, para acabar con los refugiados palestinos, podía invadir otros países, violando los derechos humanos y soberanías de todo aquel que les otorgara refugio humanitario. 

Y, como hoy, la indignación mundial se expresó en las calles de cientos y miles de ciudades en todo el mundo. ¿Y por qué no paran los ataques? Porque para Israel no tienen ningún valor los acuerdos políticos, los compromisos de desarme internacionales, las negociaciones entre los protagonistas. Todas han sido incumplidas gracias a la protección de las mafias sionistas mundiales. 

El entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, aparentemente indignado y “horrorizado”, exigió que se revisaran los acuerdos para volver a negociar la paz. Igualmente, los gobiernos de Francia e Italia propusieron enviar comitivas para revisar qué había pasado en el campamento de Sabra y Chatila, en Beirut. En esa ocasión, la Asamblea General de Naciones Unidas condenó el hecho de “acto de genocidio”. ¿Y por qué no condenaron la política invasionista y de exterminio del sionismo israelí? Como no ha recibido castigo por las violaciones a los derechos humanos, Israel sigue siendo criminal y goza de impunidad. Su deuda humana es enorme y difícil de resarcir. La violencia contra el pueblo palestino de Gaza es de tal nivel que podría compararse con la letalidad de cualquier enfermedad biológica donde las víctimas se cuentan por miles. 

En la actualidad, la indignación mundial por ese hecho delictivo, que no tiene nada que ver con una tierra prometida, existente ésta sólo en las mentes sionistas enfermas, generó expresiones de solidaridad múltiples: películas, poemas, canciones, libros, nuevas declaraciones institucionales en los organismos mundiales que resguardan la paz universal. Pero el sionismo siguió haciendo de las suyas. ¿Por qué países y organizaciones promotores de ideologías de la paz siguen apoyando esta política de exterminio? 

Hasta Noam Chomsky, intelectual a favor de la causa palestina, dijo recientemente que no podemos hacer nada por el pueblo palestino porque es pobre. Especialmente, cuando Estados Unidos amenaza a cualquiera que intente hacer algo, este país trabaja para los intereses nacionales, es decir, por las necesidades de las fuerzas dominantes de la sociedad estadunidense. No importa que el gran Chomsky piense de forma pesimista, aunque real; no perderemos la esperanza de parar ésta y otras masacres más. 

En el mundo se han generado demasiados discursos, pero el silencio sigue siendo cómplice. No decimos lo contundente para echar preso al genocida neonazi Netanyahu. ¿De qué estamos hablando cuando no decimos lo que es en realidad Israel? 

(Colaboró Ruxi Mendieta.) 

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