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Los pueblos originarios deben contar sus propias historias: Ismael Vázquez Bernabé

Fotogramas de Hilando sones, cuya narrativa audiovisual se conduce por medio de la lengua amuzgo.
Fotogramas de Hilando sones, cuya narrativa audiovisual se conduce por medio de la lengua amuzgo. Fotogramas de Hilando sones
21 de julio de 2025 07:55

En la Sierra Sur de Oaxaca se encuentra la comunidad de San Pedro Amuzgos, conocida por ser un pueblo de hilados. En ese lugar nació y creció el director indígena Ismael Vázquez Bernabé, autor del documental Hilando sones, en el que relata la resistencia de las mujeres que aprenden y enseñan el arte del hilado a mano, cuyo proceso y colorido trenzan las historias de una cultura heredada por sus antepasados y que cuidan con mucho recelo los diseños en sus huipiles. Por su parte, los hombres trabajan sembrando el campo, aunque también se acercan a la música de manera autodidacta.

En ese hilar de memorias está la vida de su madre, Zoila; la de Donato, el violinista más famoso del pueblo, y la de Lorenzo, quien rescata la tradición y obra musical de su padre. El director presenta su ópera prima mediante una narrativa audiovisual conducida en su lengua originaria, el amuzgo. La cinta llegará a la Cineteca Nacional el próximo viernes.

En entrevista con La Jornada, Vázquez Bernabé relató: A Donato, el violinista, lo conocí en mi infancia, su música me fascinaba y siempre quería estar cerca de él cuando tocaba. El director contó que cuando ese violín sonaba, él imaginaba su futuro. Pero cuando Donato falleció, el violín también desapareció. Habían llegado las religiones que sentenciaban que esas celebraciones eran pecado y la música de Donato se fue junto con él: Esa música me transmitía cosas bellas que quería compartir con el resto de mi comunidad, así llegó un proyecto cinematográfico, para que otras personas puedan conocer también la magia de Donato.

El joven director mezcla el trabajo de su madre con la biografía de Donato: El reto como artista era valorar y compartir el conocimiento de mi comunidad. El telar es como un pueblo, está conformado por cientos de hilos. Cada uno de ellos cumple un papel muy importante en el telar. Si un hilo se rompe, el telar entero se echa a perder. Asíes nuestro pueblo, compuesto de cientos de personas, algunas con habilidades especiales que le dan color o vida a la comunidad. Cuando ellos se van sin un heredero, un hilo de nuestra comunidad se rompe y nosotros nos quedamos con una gran responsabilidad de recuperar nuestro telar para seguir tejiendo.

Ismael Vázquez compartió el recuerdo más remoto, mediante el cual se dio cuenta de que podría llevar esta historia a la pantalla grande: Desde mi infancia siempre tuve presente esta cosquilla, porque conocí y escuché los sones del personaje principal, el violinista Donato, después me di cuenta de lo importante que fue su trabajo dentro de la comunidad, especialmente para las danzas que tienen un valor muy fuerte para nosotros. Ya de adulto decidí compartir todas esas sensaciones que generaba su música en mí, compartirlo con jóvenes o niños que no lograron conocerlo y que solamente lo han escuchado. Investigando más profundamente la vida y obra de Donato, me acerqué a su hijo, quien está retomando la música de su padre y a partir de ahí decidí que el relato tendría que ser contado desde nuestra cosmovisión, nuestra realidad y en nuestra lengua.

La madre debajo del telar

Otro elemento que consideró fue una de las metáforas superimportantes de la comunidad: el telar de cintura, el cual, aparte de que es un trabajo que ayuda a sostener económicamente a las familias, culturalmente es muy reconocido en el estado de Oaxaca. Los niños crecemos debajo de los telares de nuestra madre porque es la forma en que ellas nos cuidan y que nos tienen cerca para cuidarnos y protegernos, nuestros primeros momentos de conciencia, de preguntas, de dudas sobre el mundo y la vida personal lo recibimos por medio de la madre debajo del telar. Entonces, fue cuando integré el personaje de mi madre Zoila, que es la que hila a los otros dos personajes.

Para realizar Hilando sones, el director obtuvo financiamiento del Festival de Cine de Sundance: este apoyo inició prácticamente mi carrera. Me di cuenta de que muchas instituciones mexicanas y extranjeras financian proyectos para comunidades originarias, valoro mucho que existan esos apoyos; también recibí un patrocinio de National Geographic y el incentivo fiscal para la distribución Eficine. Al principio de este proyecto lo que hice fue mostrar o abrir camino para demostrar que nosotros los indígenas podemos conseguir financiamientos de instituciones con mucho prestigio que apuestan por nosotros, como National Geographic, que financió la parte de la investigación de la historia, lo cual permitió que la segunda etapa de desarrollo fluyera con más facilidad.

Nuestro dolor no importa

En cuanto a si la vida de las comunidades originarias debería ser contada por su propia gente, Ismael Vázquez comenta: Sí existe una especie de separación del cineasta indígena y el cineasta normal, mi perfil es el de un realizador indígena que trabaja sobre temas de su comunidad y mi gran reto en la vida profesional es narrar sus historias de una forma digna y con mucho respeto, pues, a pesar de que las cosas han cambiado, uno de los grandes ejemplos que pongo es cómo los 43 estudiantes de Ayotzinapa llevan años desaparecidos porque justo la mayoría son indígenas, lo que significa que nuestro dolor no importa o no preocupa. En el cine es igual: se piensa que por ser indígenas el Estado y las instituciones temen apostar por nuestras historias o porque creen que no les van a interesar al resto del público o porque creen que no son necesarias para la sociedad. Ser indígena en México me permitió precisamente posicionarme como creador indígena en la cinematografía nacional, porque es importante que el director cuente sus propias historias, no que venga alguien de fuera para contar lo que piensa que somos. 

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