Sin modestia actuada, Christian Gray, jugador del Auckland City, se volvió un acontecimiento en el futbol global. Apenas terminó su actuación en el Mundial de Clubes de la FIFA con el conjunto neozelandés volverá, al igual que toda la plantilla, a su empleo común, en el mejor sentido, tras un mes de permiso sin goce de sueldo.
Auckland City es un equipo amateur cuyos jugadores son agentes inmobiliarios, representantes de ventas, comerciantes, estudiantes, un encargado en una fábrica de herramientas, un hojalatero, un peluquero de origen colombiano y un profesor, Gray, autor del gol que significó el empate (1-1) que eliminó al célebre Boca Juniors.
Una vez terminada su participación, que muchos señalaron con dedo flamígero escandalizados de que un equipo de aficionados se codeara con la élite del futbol mundial, consideraron que su paso era un desastre evidente: Bayern Múnich los goleó 10-0 y Benfica 6-0. Sólo faltaba la puntilla del internacional Boca Juniors, cuyos seguidores se expresaban indignados de tener que medirse con un adversario que consideraban de tan poca cosa.
Pero el duelo fue inesperado para todos. Gray, el profesor de la secundaria Mount Roskill de Auckland, se levantó para recibir el servicio de Jerson Lagos, el peluquero de origen colombiano. Un empate que echó del torneo al Boca, el equipo más global de América Latina.
Ahora los muchachos volverán a sus trabajos cotidianos, esa es nuestra realidad, dijo el docente que salvó la dignidad de su equipo y del futbol como un hecho lúdico.
Soy profesor, laboro en una escuela, también estudio y trabajo a tiempo completo, además soy entrenador de principiantes. Cuando regrese a casa tengo algunas tareas que me esperan; eso es a lo que volveré, al igual que todos los chicos del equipo, agregó.
Lagos también es un emblema en este equipo. Nació en Bogotá, Colombia, y llegó a Nueva Zelanda acompañado de su madre y hermanos como refugiados.
Nos ha encantado Nueva Zelanda, nos han tratado muy bien siempre; jugué en el club Melbourne (en Australia), ahí estuve varios años antes de esta oportunidad, declaró el jugador para la cadena ESPN.
Desde enero soy barbero, ha sido complicado con los horarios, vivo lejos de donde entrenamos y termino tarde, debo apresurarme, contó a la cadena deportiva.
Ahora sus vidas tendrán una recompensa con el premio que les otorgará la FIFA por anotar y participar: se repartirán 3.5 millones de dólares entre todos. Pero eso no les quitará su condición de futbolistas por puro gusto.
Lo que para muchos fue un episodio pintoresco, para otros resulta una rareza que recupera la espontaneidad de un deporte que se ha convertido en una industria con cálculos de ganancias por encima de todo. Una anomalía que devuelve al futbol su placer por el juego y la pasión, que lo hermana con ese espíritu que han regalado personajes como Garrincha. Para Garrincha, el futbol era una fiesta, no un trabajo ni un negocio. Le gustaba jugar por el simple placer, no por ganar o por contratos, escribió el inolvidable Eduaro Galeano, y eso nos recuerda el Auckland, elevado por el gol de un profesor de secundaria.