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Trinity: la ciencia, entre la razón y la locura

10 de mayo de 2024 00:04

Oppenheimer: Prometeo americano se llevó siete premios Óscar. La película recrea la prueba Trinity, primera detonación de una bomba atómica, realizada a las 5:29:45, del 16 de julio de 1945, en el laboratorio de Los Álamos, en la sierra Sangre de Cristo, en Nuevo México. Cuando los científicos vieron el hongo atómico y escucharon el estruendo rebotando en las montañas tuvieron diferentes reacciones.

El historiador Martin Sherwin y el periodista Kai Bird elaboraron una investigación histórica por más de 25 años plasmada en el libro Prometeo americano: el triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer (Debate 2023), el cual sirvió de base al guión de la película. En su texto afirman que uno de los primeros en darse cuenta de “lo que vendría” tras la detonación, fue Robert Wilson, físico encargado de la separación electromagnética de isótopos de uranio, quien “se sentó todo mustio y cabizbajo”, mientras otros arrojaban jubilosos sus sombreros al cielo. Cuando Robert Oppenheimer conoció las ciudades elegidas como posibles blancos del ataque atómico, murmuró repetidamente “esa pobre gentecilla”, refiriéndose a los civiles japoneses.

La noche del 23 de julio Robert Oppenheimer se reunió con el general Thomas Farrel para discutir los detalles del lanzamiento sobre Hiroshima. Posteriormente cuando le informaron que la bomba había explotado “exitosamente”, Oppenheimer dijo: “Gracias a Dios ha estallado”; pero casi inmediatamente después musitó: “De repente a uno le asalta el horror de toda la gente que ha muerto”. Nagasaki aumentó su tormenta interior. Un informante de la FBI dijo que a partir del 9 de agosto Oppenheimer “se había convertido en un manojo de nervios”.

En los días siguientes Oppenheimer redactó un informe diciendo que las bombas eran tan terribles que la única manera de estar seguros sería evitar el estallido de nuevas guerras en el futuro.

En contrapunto, otros científicos vieron la naciente carrera armamentista nuclear como oportunidad para obtener dinero, prestigio y poder. John von Neuman, por ejemplo, intervino en la conversión del Laboratorio Nacional de Los Álamos en una fábrica de bombas. Posteriormente, de acuerdo con la versión de la novela histórica, MANIAC, de Benjamin Labatut (Anagrama, 2023), Neuman patentó componentes de los detonadores de las cargas nucleares, construyó una de las primeras computadoras del mundo, para viabilizar la fabricación de una bomba de hidrógeno, y participó con entusiasmo en la construcción de misiles balísticos para transportarlas.

MANIAC superpone retratos del matemático, esbozados por quienes lo rodearon: ofrece una interesante recreación de una vida en el limen entre la ciencia y la locura. Edward Teller fue el más exaltado promotor de la construcción de bombas de hidrógeno. A los militares les brillaron los ojos cuando los fáusticos científicos les plantearon la posibilidad de incrementar exponencialmente su poder: decidieron invertir cifras astronómicas en la expansión horizontal (cuantitativa) y vertical (cualitativa) de los arsenales nucleares.

Cuando Oppenheimer se opuso a la construcción de bombas H enfrentó una auténtica manada de lobos formada por los científicos, militares, políticos y empresarios beneficiados económica, militar y políticamente por la fabricación de decenas de miles de cargas de fisión-fusión.

La carrera armamentista nuclear, aún en curso, nos ha conducido a un mundo peligroso. El 1º de febrero de 2019 Estados Unidos abandonó el Tratado de Prohibición de Misiles de Alcance Intermedio (motivo invocado por Vladimir Putin como una de las causas de la guerra en Ucrania). De acuerdo con “A Moment of Historic Danger” (The Bulletin of Atomic Scientists, enero/24), Rusia ha tomado diversas medidas que incrementan los riesgos nucleares: en febrero de 2023 abandonó las negociaciones de un nuevo Tratado START para el desmantelamiento de los arsenales rusos y estadunidenses; en marzo anunció el emplazamiento de armas nucleares tácticas en Bielorrusia. En octubre, la Duma rechazó ratificar el Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares (los legisladores estadunidenses también postergaron la discusión respectiva).

En la actualidad, el conflicto en Ucrania, librado entre la OTAN y Rusia, sube de tono. Los militares alemanes despliegan sus planisferios y discuten distintos cursos de acción, por ejemplo, el tipo de armamento que proveerán a Ucrania. Emmanuel Macron, presidente de Francia, señaló el lunes 25 de febrero que no se podía excluir el envío de tropas occidentales a Ucrania. Por su parte, Putin manifestó la posibilidad de usar armas nucleares si soldados de la OTAN ingresan a Ucrania o amenazan la soberanía de Rusia (“Susan D’Agostino y Francois Díaz-Maurin, “Putin Threatens Again”, The Bulletin of Atomic Scientists, 29/2/24); el 14 de marzo, el mandatario ruso expresó su confianza en el misil hipersónico Avangard capaz de penetrar los sistemas antibalísticos occidentales; anunció el emplazamiento de armas de destrucción masiva en la frontera con Finlandia, en respuesta a su ingreso a la OTAN y celebró que Alemania se abstuviera de enviar sus misiles Taurus a Ucrania.

México puede contribuir a conjurar la actual escalada de riesgos nucleares. El 4 de diciembre de 2023, la Asamblea General de Naciones Unidas instó a los estados poseedores a evitar que dichas armas vuelvan a usarse, entablar negociaciones para desmantelarlas, respetar las zonas libres de armas nucleares y crear nuevas zonas de ese tipo, iniciativa en la que México tendría mucho que aportar por su experiencia en el invaluable Tratado de Tlatelolco.



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