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México, SA

12 de marzo de 2024 07:26

Tiene razón el presidente López Obrador cuando celebra que ya la libramos, porque la brillante idea de Xóchitl Gálvez (que en realidad debió de salir del escritorio de José Ángel Gurría, encargado del plan de negocios de la oposición, disfrazado de proyecto de país) de cerrar la refinería de Cadereyta, Nuevo León, y la de Tampico, Tamaulipas, no llegará a buen puerto por la simple razón de que la primera se mantendrá en operación y la segunda sencillamente no existe.

Más allá de la tontería (una más) de la candidata de oposición, si su compromiso tiene algún sentido es reivindicar la política neoliberal en materia energética (como en tantos otros sectores), es decir, privatizar lo que ese régimen no alcanzó a concretar y regresar a la importación masiva de combustibles (con gasolinas y diésel a la cabeza), lo que para el país se tradujo en constante pérdida de soberanía, una fuga permanente de divisas, constantes aumentos de los precios de los combustibles y, paralelamente, un pingüe negocio para los intermediarios, todos ellos casualmente amigos del inquilino de Los Pinos en turno.

Por esa política neoliberal de importación masiva de combustibles, México gastó miles y miles de millones de dólares (se estiman no menos de 250 mil millones de billetes verdes, mientras la producción interna caía), amén de que los llamados gasolinazos masacraron los bolsillos de los consumidores y espolearon la inflación. Al mismo tiempo, las seis refinerías existentes entraron en un acelerado proceso de chatarrización, porque –decían los genios de la tecnocracia–, sólo hay que modernizarlas.

Independientemente de dos Bocas y Deer Park (una construida y la otra adquirida en la presente administración), la refinería mexicana más joven data de 1979 y durante los 36 años de régimen neoliberal no se inauguró una sola. Eso sí, uno tras otro los gobiernos del régimen anunciaron la modernización de las plantas productivas existentes, lo cual terminó en un sonado fracaso, pero un excelente negocio para los amigos.

Producto de esa política neoliberal, México se convirtió, a escala mundial, en la nación petrolera con mayores compras de gasolinas y otros petrolíferos en el extranjero. Para dimensionar de qué se trató, cuando Carlos Salinas de Gortari se instaló en Los Pinos, internamente se producía 90 por ciento de los combustibles que se consumían en el país (con gasolina y diésel a la cabeza); para 2018, con Enrique Peña Nieto esa proporción había caído a 20 por ciento, con precios cada vez más elevados. Se llegaron a importar 900 mil barriles diarios de gasolina y diésel; ahora, se estima, sólo 230 mil en espera de que Dos Bocas produzca a ciento por ciento.

Y si de promesas se trata (como la más reciente de Gurría, vía Xóchitl), ¿cómo olvidar la refinería Bicentenario (oficialmente anunciada en no menos de cuatro ocasiones, como novedad en cada una de ellas) por Felipe Calderón, por primera vez, el 18 de marzo de 2008, justo en el 70 aniversario de la expropiación petrolera? En aquella fecha, el muy orondo cuan bocón Borolas declaró: Giro instrucciones a la Secretaría de Energía y al director general de Pemex para que, sin dilación, inicien los estudios y analicen la factibilidad técnica, financiera y logística que nos permita construir una nueva refinería en el territorio nacional. Esta es una buena manera de celebrar el 70 aniversario de la expropiación petrolera. Es la obra más importante de mi gobierno.

Transcurrieron los meses y los años, y de la Bicentenario ni un tornillo, salvo una barda perimetral a medio construir con multimillonario costo. Tuvo que llegar Enrique Peña Nieto para sepultar (octubre de 2014) el supuesto proyecto de Borolas, con el pretexto de que si la iniciativa privada no se hacía cargo, pues la obra más importante de Calderón se iría directamente al bote de la basura. Y se fue, con todo y el inventor. Eso sí, en su momento Xóchitl presumió que sería ella quien inauguraría la refinería fantasma.

Entonces, ya la libramos, porque Lady Drácula ni en sueños llegará a Palacio Nacional.

Las rebanadas del pastel

Otra vez: en un país constitucionalmente laico, primero fue con el papa Francisco y ahora las candidatas con miras a la elección presidencial se disfrazan de guadalupanas y firman (pese a las diferencias, dice Claudia) la llamada iniciativa Compromiso Por La Paz, confeccionada nada más y nada menos que por la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Compañía de Jesús y Conferencia de Mayores Religiosos y Religiosas. ¡Alabado sea! si dejan muchos votos, pero no mochos.

Twitter: @cafevega

 


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