Las candidatas presidenciales Claudia Sheinbaum Pardo y Xóchitl Gálvez Ruiz expusieron en estos días sus propuestas para combatir la inseguridad, percibida por una mayoría de ciudadanos como el principal problema que enfrenta el país. Mientras la aspirante de Sigamos Haciendo Historia ofrece una continuidad con ajustes de la estrategia actual, la abanderada de Fuerza y Corazón por México se movió entre la oferta de mano dura que atrae a su electorado y las prome-sas de mantener las políticas de la Cuarta Transformación, que gozan de amplio respaldo popular.
La presentación de Gálvez refleja el empecinamiento conservador en el enfoque de la delincuencia como un asunto de decisiones individuales y no de inequidades estructurales, por lo que se centra en una actuación reactiva y en el uso de la fuerza. Asimismo, exhibe la intención de desmantelar lo construido por el presidente Andrés Manuel López Obrador al plantear que se quite al Ejército la administración del AIFA, de Mexicana de Aviación y los trenes, asuntos que nada tienen qué ver con el tema de la seguridad. Otros puntos débiles de la ex senadora son la falta de credibilidad de quien afirma que impulsará medidas que nunca aplicaron los partidosque la postulan cuando controlaron la Presidencia, así como la incomprensión de la magnitud, la naturaleza y los alcances del fenómeno delictivo; ignorancia que la llevó a comparar el desalojo de un grupo de culto de un panteón con la recuperación de territorios en manos de cárteles.
La ex jefa delegacional en Miguel Hidalgo se contradijo al proponer una actuación con toda la fuerza y capacidad del Estado, sin ninguna concesión al crimen
y a continuación aseverar que ello no tiene nada que ver con operaciones armadas. Al repudiar la participación del Ejército en tareas de seguridad terminó diciendo que si lo vamos a mandar, quesea con todas las facultades
–mismas que supartido ha denegado de manera sistemática–. Por otra parte, redujo el abatimiento de los índices delictivos a una cuestión de ovarios
y agallas
. En suma, Gálvez negó lo que ha revelado en otros momentos y lo que ostenta con sus alianzas: que busca llevar a México a una redición de la guerra contra la delincuencia
desatada por Felipe Calderón y basada en la exaltación de la violencia de Estado, el amedrentamiento de la disidencia y la deshumanización de las personas acusadas, con o sin pruebas, de vínculos criminales.
En contraste, Sheinbaum corroboró su perspectiva, basada en la continuidad de lo que se ha hecho bien durante el presente sexenio y el ajuste de lo que no ha resultado satisfactorio. Destaca el señalamiento de que las autoridades ejecutivas deben colaborar de forma estrecha con las fiscalías y los titulares del Poder Judicial, pues la autonomía de que gozan estas instancias no elimina su corresponsabilidad en el combate a la violencia, la impunidad y los comportamientos ilícitos en general. En este sentido, su ratificación de que las fuerzas armadas desempeñarán tareas de seguridad mientras sea necesario, muestra comprensión sobre el hecho de que la Guardia Nacional no puede ni debe pasar al ámbito civil hasta que no alcance su plena madurez institucional, es decir, en tanto no cuente con una generación de oficiales enteramente formada en su seno, libre de los vicios que hicieron fracasar a la extinta Policía Federal.
Es claro, pues, que la disyuntiva de estos comicios es volver al pasado en que se gestó la violencia que sigue cobrando miles de vidas o continuar por un camino que empieza a rendir y que, sobre todo, es acorde con la visión humanista de erradicar no a las personas que delinquen, sino las causas de la delincuencia; una forma de gestión política en que ninguna persona es dejada atrás, sino que se trabaja por la reconstrucción del tejido social.