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Ucrania me encontró y lidié con situaciones de trauma profundo: activista

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En medio de una “crisis existencial” y de “un momento muy desesperanzador” de su vida, Ana Elisa Ulloa decidió viajar a Ucrania, donde desde hace dos años las fuerzas militares de ese país combaten contra las de Rusia. Foto Elio Henríquez
02 de febrero de 2024 12:18

 

San Cristóbal de Las Casas, Chis. En medio de una “crisis existencial” y de “un momento muy desesperanzador” de su vida, Ana Elisa Ulloa decidió viajar a Ucrania, donde desde hace dos años sus fuerzas militares combaten contra las de Rusia.

Por cuestiones relacionadas con su visa no pudo ingresar a ese país, pero tuvo contacto con ucranios desplazados por la guerra. “Afortunadamente, Ucrania me encontró y lidié mucho con situaciones de trauma profundo. Me tocó ver y hacer contención terapéutica con gente que no se suicida porque lo considera poco digno después de los crímenes de guerra que cometió para defenderse y defender a su familia”.

-¿Por qué decidiste viajar a Ucrania?

- Como soy medio salvaje en muchos sentidos decidí que era muy buena idea ir a buscar la esperanza al lugar más recóndito y riesgoso, donde se supone que no la hay. Es una apuesta muy fuerte. La premisa era: si soy capaz de encontrar la esperanza, el espíritu de lo humano o un poquito de fe en una zona de guerra, entonces, seguramente podre lidiar con lo que sea al regresar.

La filósofa de 37 años que radica en San Cristóbal de Las Casas remarcó en entrevista: “Esa fue como la motivación real, personal, la que no tiene nada de heroico en términos sociales, públicos y culturales”.

Contó cómo se concretó el viaje que la llevó a Cracovia: “Por cuestiones laborales estoy en contacto con personas de Estados Unidos. Una de ellas me comentó que había un proyecto liderado por religiosos de ese país que estaban buscando voluntarios para ir a construir casas portátiles en las zonas aledañas a Kiev, capital de Ucrania, después del bombardeo. Me avisaron y decidí ir”.

Agregó: “No pude llegar a Ucrania porque el pasaporte mexicano tiene vía libre a casi todo Europa, menos para Rusia, Bielorrusia, Ucrania, Armenia y Azerbaiyán. Se necesita visa y en caso de Ucrania es complicado el trámite, ya que no se puede obtener con tres meses de anticipación y se requiere tener la documentación para viajar. Por cuestiones de tiempo no obtuve la visa”.

Ulloa dijo que a mediados de agosto salió de la Ciudad de México hacia Cracovia, donde estuvo tres semanas. Durante 10 días estuvo en contacto con la asociación que estaba a cargo del voluntariado. “Me quedé trabajando con un par de casas de refugiados. Por mi cuenta, a finales de octubre y principios de noviembre, estuve casi un mes en Rumania, en Transilvania, que no está tan lejos de la frontera con Ucrania, sobre todo de Moldavia, donde hay varios asentamientos de migrantes”.

Continuó: “Estuve a siete horas en auto particular de Ucrania. No es fácil entrar al país porque se necesita que alguien lo reciba a uno en la frontera. En muchas partes del este, el segundo idioma que más se habla es el ruso, no el inglés”.

Reiteró que decidió viajar a Ucrania porque “soy una mujer que cree mucho que la existencia es una serie de conflictos, uno tras otro y que aprendes a resolverte en los conflictos o te ahogas y cuando llegó la opción del voluntariado, yo llevaba mucho tiempo lidiando con varias crisis al mismo tiempo. Estaba en un momento muy desesperanzador de mi vida y como soy medio salvaje en muchos sentidos decidí que era muy buena idea ir a buscar la esperanza al lugar más recóndito y riesgoso, donde se supone que no la hay”.

Abundó: “Si hablamos de lo social o politizado, es importante la sensibilización, sobre todo de lugares que nos parecen ajenos culturalmente y por la distancia. Esa es una respuesta política. Además, soy fiel partidaria de que entre más lejos esté de casa más te encuentras a ti mismo”.

Comentó que “suena feo”, pero llevó regalos “como parte de la dinámica del grupo con el que viajé. Eran ciertos artículos que estaban escaseando como medicina y ropa. No tengo hijos, pero soy consciente del desamparo y el trauma en la infancia. Parte de lo que hice fue llevar juguetes y cobijas para los niños. Cuando me quedé en Cracovia estuve trabajando en casas de refugiados: cocinando, estar con ellos un tiempo, atenderlos”.

Dijo que no pudo ingresar al territorio de ucranio, “pero Ucrania me encontró y lidié mucho con situaciones de trauma profundo. Me tocó ver y hacer contención terapéutica con gente que no se suicida porque lo considera poco digno después de los crímenes de guerra que cometió para defenderse y defender a su familia”.

Manifestó que “Ucrania me encontró de la manera más ridícula y aleatoria del mundo porque yo estaba en Cracovia, no en Ucrania y las personas que habían estado en el frente ucranio me encontraban ahí. Yo salía a caminar, comer o a un bar y me llegaban solitos los ucranios en crisis o los soldados irlandeses, como ese que era la quinta vez que estaba en las líneas del frente de guerra. Ver a un tipo de 1.85 metros de estatura que toda su vida ha sido entrenado para servir y matar y no es su primer servicio; ver como se quiebra y derrumba porque no puede más de todo lo que ha visto y narra quebrándose lo que vio en las líneas... Ucrania me encontró, no necesité cruzar la frontera, fue generosa y me dio lo que buscaba”.

Afirmó que no atendió a personas heridas físicamente, pero sí a “desahuciados emocionales y anímicamente. Hubo casos en los que literalmente la persona te decía que la única razón por la que no se suicidaba es porque sería indigno después de los rusos que ya maté para poder salir vivo de mi país. No es alguien que físicamente se está desangrando, pero sí es alguien al que ya le quitaron la vida y la dignidad y el valor humano”.

Finalmente, después de casi tres meses, Ana Elisa regresó el 13 de noviembre, pero su idea es seguir buscando cómo regresar a la zona porque la cultura eslava le atrae desde hace muchos años. “Había gente que me preguntaba que habiendo tanto que hacer en Chiapas y en México por qué me iba al otro lado del mundo y yo le respondía que cada quien decide con qué dolor se hermana; para mí no tiene que ver con una cuestión de raza ni de lugar o geografía, sino con qué dolor te hermanas y resuena”.

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