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Las bombas y el "humor de los vencidos"

11 de noviembre de 2023 00:06

Hace rato no me he reído tanto. No desde hace más de un mes, cuando el ataque de Hamas a Israel desencadenó una despiadada campaña de bombardeo –y luego invasión terrestre– como represalia. La (primera) entrevista de Bassem Youssef, el famoso cómico egipcio afincado en Estados Unidos, cuya esposa palestina es de Gaza, en el show de Piers Morgan –que tiene más 21 millones de visitas en YouTube (bit.ly/47obG5M)– es oro puro. “Tenemos familia allí… no pudimos hablar con ellos estos últimos días… su casa fue bombardeada… pero ya estamos acostumbrados a que pase de vez en cuando… ya es repetitivo…”, decía.

Y seguía: “¡ah!, estos palestinos… siempre tan dramáticos… ‘¡uh, ah!... ¡Israel quiere matarnos!’… pero luego nunca mueren… siempre regresan… muy duros de matar… lo sé… al final soy casado con una… y lo he intentado… nunca puedo llegar a ella… siempre usa a nuestros niños como escudos humanos…”. Si bien el show de Morgan reproduce los talking points de la hasbara israelí (bit.ly/467vfOS), es una bocanada del aire fresco en medio de cancelaciones de los que tratan de historizar lo ocurrido y enmarcarlo en una larga historia de ocupación y colonización de Palestina (algo de lo que hay más en la segunda entrevista: bit.ly/3QwwroX). Y lo de Bassem es una suerte del “humor de los vencidos” en el que una vez sobresalía la cultura judía, pero que iba desapareciendo con el auge del “hombre nuevo” (sabra) en Israel (traten de ver por ejemplo, algunos shows israelíes que “satirizan” la solidaridad pro-palestina: imposible). Tal como Edward W. Said, el gran intelectual palestino se declaró una vez provocativamente “el último intelectual judío” (Haaretz, 18/8/00), Bassem Youssef es quizás el “último cómico judío”, aunque el propio Said leyendo una vez los interrogatorios israelíes en los que los prisioneros palestinos se burlaban de sus captores –“uh, ah… soy un terrorista… miembro del ‘Frente de Terror de Palestina’… mi misión es aterrorizar…”– también estuvo graciosísimo (bit.ly/46aSt6B).

Alguien dirá que “no es el mejor momento” –Hamas atacando a civiles cometió un acto de terror real (aunque… nada que no hacía Irgun antes del nacimiento de Israel o el FLN en Argelia) y las represalias israelíes ya han arrojado 11 mil (¡sic!) muertos en Gaza–, pero la realidad de todo esto por ratos se parece a –no hay otra manera de llamarlo–, un chiste que se cuenta solo. Como esto del gobierno israelí y algunos medios diciendo que los mismos servicios de inteligencia que no sabían del ataque del 7 de octubre, “conocen con todo detalle la ubicación de los túneles y los planes militares de Hamas” y “conducen bombardeos quirúrgicos”. De veras, si no es una broma, no sé qué es.

En un tomo de chistes que compiló hace años Slavoj Žižek –uno de los pocos intelectuales que se atrevió a criticar la censura de los que tan siquiera tratan de contextualizar lo de Gaza– entre un montón de viejas bromas judías y judíopolacas, hay también un chiste israelí sobre Bill Clinton y Bibi Netanyahu (sí, este personaje lleva tantos años en el poder): cuando Clinton ve un teléfono azul en su oficina, le pregunta a Bibi qué es y éste le dice que es para llamar a “Él” en el cielo. De regreso a Estados Unidos pide uno igual. Se lo dan, funciona, pero el recibo es imposible: dos millones de dólares por una conversación de un minuto. Furioso, Clinton llama a Bibi: “¡¿Cómo puedes permitirte un teléfono así, si ni siquiera nosotros, que te apoyamos económicamente, podemos?! ¡¿Así te gastas todo nuestro dinero?! Bibi responde con calma: “No, no es eso. Verás, para nosotros, esto es una llamada local…” (Žižek’s Jokes, 2014, p. 97).

Viendo a Netanyahu, un laico acérrimo −cuyos antepasados políticos igual que la mayoría de los ideólogos sionistas creían que la religión era un atavismo que desaparecería en el país nuevo (igual que el “humor viejo”) y a la vez, sin creer en Dios, “que este les había prometido a Palestina’” (bit.ly/3slsxYf)− aliado hoy con los fanáticos de la extrema derecha religiosa, citando a la Biblia hebrea (el mandamiento de matar a los amalequitas [enemigos del pueblo de Israel]: hombres, mujeres y niños), sería un chiste si no fuera una declaración del intento de genocidio y una posibilidad real en Gaza (bit.ly/467P08S).

O escuchando un día al Joe Biden ufanándose de que “Estados Unidos es la nación más poderosa de la historia” (bit.ly/474siQj y el otro a sus funcionarios lamentando que no son capaces de ejercer la más mínima presión a Israel –pequeño Estado-cliente al que Estados Unidos proporciona anualmente 3.8 mil millones de dólares en ayuda militar– “para que bajen tantito” (wapo. st/3QinJe0), igual ha de ser una broma. ¿O la suplica de la misma administración “en privado” de que si los israelíes no pueden parar de bombardear, “que al menos usen bombas más pequeñas please” (bit.ly/49suToO)? Nuevamente: o es un chiste, o no sé qué es.

Cuando en 1973 le dieron el Premio Nobel de la Paz a Henry Kissinger –que quería arrojar una bomba atómica en Vietnam (ya hay políticos israelíes que piden lo mismo para Gaza), ideó una campaña de bombardeo despiadado que hizo trizas Laos y Camboya y que quiso bombardear a La Habana porque Cuba mandó tropas a luchar contra el apartheid sudafricano (“cualquier semejanza entre Sudáfrica e Israel es, desde luego, pura coincidencia”)− el famoso cantautor y cómico estadunidense Tom Lehrer dijo que “la sátira ha muerto”. Ni la sátira −sobrepasada ya por la realidad−, ni el “humor de los vencidos” por si solos no van a resolver nada, pero, desde luego, díganme otra vez por favor que lo harán las bombas.



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