Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 18 de octubre de 2015 Num: 1076

Portada

Presentación

El cine y sus propiedades
Juan Ramón Ríos Trejo

William Lindsay Gresham
y lo grotesco

Ricardo Guzmán Wolffer

Brevísima antología
de la tuiteratura

Ricardo Bada

El vasto Orinoco
Leandro Arellano

Lucinda Urrusti, pintora:
retrato de una época

Elena Poniatowska

Hugo Gutierrez Vega:
el actor y el poeta

Vilma Fuentes

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Oaxaca esencial

Oriundo de Zaachila, en el sureño estado de Oaxaca, Rigoberto Perezcano es un cineasta que comprende a la perfección la importancia del origen, la pertenencia y el arraigo. Así lo demuestra el trabajo fílmico realizado hasta la fecha, consistente en el largometraje documental xv en Zaachila (2001) y los largos de ficción Norteado (2009) y el más reciente, Carmín tropical (2014).

Si en el primero de los mencionados Perezcano hizo todo un retrato sociológico de su comunidad de nacimiento, en el que las tradiciones, las costumbres y la idiosincrasia de su pueblo son registradas desde la perspectiva simultánea de quien a un mismo tiempo pertenece y es testigo de aquello que el documental muestra; mientras que en el segundo ficcionaliza el éxodo migrante, sus dificultades y sinsabores, es decir aquello en lo cual consiste una de las principales derivaciones socioeconómicas de la cotidianidad vivida por esa comunidad y por infinidad de ellas que comparten similar circunstancia, Carmín tropical es algo así como la suma enriquecida y enriquecedora del sustrato, de lo más esencial que alimenta lo mismo la trama de la estupenda Norteado, que el valor testimonial del enorme fresco de cultura popular que es el principal signo de xv en Zaachila.

Dicha esencialidad radica, en Carmín tropical, no en uno sino en varios planos. El primero de ellos, de obvia naturaleza, es el escenario/contexto en el que la historia es desarrollada, una ciudad de Juchitán contemporánea en la que se resume mucho del espíritu oaxaqueño –y quien de inmediato se pregunte en qué puede consistir éste, hará bien si lo averigua precisamente viendo entera la filmografía de Perezcano. De absoluta relevancia, otro nivel en el que una de las múltiples aristas de lo oaxaqueño característico se manifiesta es en el perfil del protagonista del filme: Mabel (José Pescina, inolvidable) es muxe, sustantivo al que no conviene apresurarse a destinarle un género, puesto que muxe es muxe, llanamente, ni masculino ni femenino, condición tercera que para la comunidad juchiteca no representa conflicto social, cultural, conceptual o psicológico alguno. Un plano más en el que la muy particular idiosincrasia local se manifiesta, descansa de manera preponderante en la trama o, mejor dicho aún, en el fondo de la misma. Los hechos que narra Carmín tropical, indistintos en cierto sentido a los que podría contar cualquier otra cinta que comparta atributos generales como el tema y el género cinematográfico, cobran un matiz y una dimensión distintas cuando esos mismos hechos, sus antecedentes prediegéticos y sus consecuencias dentro de la trama son ejecutados, unos en vida y otros desde ultratumba, por muxes.

La realidad empática

Desde luego, y estas líneas se apresuran a decirlo para adelantarse a cualquier voz que desde lo palmario quiera protestar, Oaxaca no es una sola ni de un solo modo, y sin salir del ámbito cinematográfico es fácil hallar muestras de belleza clara de esos otros modos; sin ir más lejos, ahí está el cine de Nacho Ortiz. Lo que aquí se argumenta es la fortuna de que esta otra Oaxaca, que también existe y que pocas o ninguna incursión tenía hasta ahora como no fuese en el rubro documentalista, alimente el contenido de un largometraje de ficción y lo haga de forma no metaforizada o sublimada bajo diversas figuras fílmico-retóricas sino directamente, apostando su eficiencia narrativa a la máxima cercanía posible entre el referente y lo referido –conocida bajo el nombre de realismo, si bien esta definición es altamente discutible–, lo cual opera de manera óptima en el caso de los personajes, pero lo mismo en los hechos que conforman la historia y todo aquello que la rodea.

Un escalón más arriba de su bien lograda empatía con la realidad local de la que se hace eco, la ficción en que consiste Carmín tropical cumple sin contratiempos con esa otra condición necesaria para trascender, y con creces, el ámbito de su familiaridad más inmediata –Oaxaca, o el propio Juchitán–, así como la de su comprensión y significación cabales en el ámbito de cultura al que pertenece dicha localía –es decir, este país–: la universalidad de su relato descansa en el tema último del filme, que no es sino la búsqueda de verdad y de justicia, así sean mínimas, e idealmente acompañadas del respeto irrestricto a la diferencia.

Finalmente, y en términos estrictamente cinematográficos, debe mencionarse que por la exactitud, la plasticidad y la eficiencia total que despliega, la última secuencia de la cinta es imperdible.