Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 18 de octubre de 2015 Num: 1076

Portada

Presentación

El cine y sus propiedades
Juan Ramón Ríos Trejo

William Lindsay Gresham
y lo grotesco

Ricardo Guzmán Wolffer

Brevísima antología
de la tuiteratura

Ricardo Bada

El vasto Orinoco
Leandro Arellano

Lucinda Urrusti, pintora:
retrato de una época

Elena Poniatowska

Hugo Gutierrez Vega:
el actor y el poeta

Vilma Fuentes

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 
 
Escena de Allegorical Carnival, del director William Goulding basado en el libro de William Lindsay Gresham

Ricardo Guzmán Wolffer

Ha sido comparado con Dostoievsky.
Es autor de El callejón de las almas perdidas.

Dentro de las novelas underground famosas está El callejón de las almas perdidas, de William Lindsay Gresham (Estados Unidos, 1909-1962), que habla sobre la vida de la gente del circo. Probablemente la fama del autor, ahora, proviene de la comparación de su escritura con otros escritores “profundos”; algunos críticos lo equiparan con Dostoievsky.

El callejón... se vincula con la vida del autor, quien conoció la historia del “monstruo” al estar en la Guerra civil de España: se trata de un borracho que, con tal de seguir bebiendo, es capaz de hacerse pasar por animal y comer animales vivos, y empieza por arrancarle la cabeza a los pollos. El circo donde inicia la trama muestra a tal personaje y también nos cuenta la historia de Stanton, el lector de mentes que irá progresando en su idea de engañar incautos, al grado de hacerse predicador de una iglesia espiritualista e intentar defraudar a un rico industrial, pero que al ser descubierto huye hasta caer a lo más bajo: ser el próximo monstruo de un circo. Esta novela circular encierra estudios de personajes donde el pasado los persigue: más allá de la trama bien tejida, vamos adentrándonos en la psique del industrial, de la psicóloga, del ilusionista y, así, de una sociedad estadunidense percibida como culposa por este autor que pasó por los estratos más bajos del american way of life.

En vida, el autor practicó el psicoanálisis y lo dejó para dedicarse al tarot. Eso también se refleja en el libro, pues construye a una de las villanas más logradas de esta literatura noir mezclada con costumbrismo: la supuesta psicóloga Lilith Ritter, quien engaña y abusa de sus clientes y compinches sin importarle acabar con sus vidas, como sucede con Stanton: cae en un largo declive a partir del cambiazo que esta Lilith casi bíblica le hace con las ganancias de sus fraudes. Los espléndidos pasajes en que el predicador Stanton planea sus timos recuerdan al Elmer Gantry, de Sinclair Lewis. Curiosamente, ambas novelas fueron llevadas al cine, la segunda con mucho éxito en buena medida gracias a la soberbia actuación de Burt Lancaster. La afición al tarot del autor también se inserta en la novela: cada capítulo es antecedido por una carta de esa baraja.

El alcoholismo del autor igualmente se patentiza aquí. No sólo hay muertes por tal enfermedad, sino termina por ser incluido como un “monstruo”, gracias al tino del dueño del circo, que lo identifica como fugitivo de la ley y adicto.

Se reconoce a Gresham por el uso del habla cotidiana de la época y del gremio, tanto del circo como de los adictos al alcohol y al opio; el autor logra recrear ese peculiar argot que suena familiar a estadunidenses sureños y norteños.

Gresham presenta la premisa de su mundo: el miedo controla a las personas. Si sabes cuál es el miedo de alguien, estará a tu merced. “El ‘monstruo’ estaba hecho de miedo. Tenía miedo de estar sobrio y de que le entrara la tiritona.” El título original de la novela era “callejón de pesadilla”, pero fue modificado en la traducción por motivos edito-riales y por la película así llamada que protagonizara Tyron Power. Entonces, para Gresham, la vida es una pesadilla puesto que al callejón por él temido, cerrado por edificios que impiden escapar, nunca llega la luz.

El miedo principal de los personajes es la imposibilidad de escapar de su pasado. Stanton no puede olvidar los maltratos del padre, ni haber sorprendido a la madre en un encuentro sexual con el amante que la llevaría lejos de él para siempre, pero, sobre todo, no puede superar el haber perdido a su mascota. Ya adulto, cuando está en la cima de su carrera de defraudador, regresa a ver a su padre y comprende que el perro ha muerto a manos del hombre que desquitó así el enojo de ver a su mujer huir con otro hombre. Stanton comprende, también, que de haber estado él en la casa ese día, él habría sido el golpeado. Después, cuando piensa huir con las ganancias de sus timos, al descubrir que fue engañado por su psicóloga, tendrá una nueva carga imposible de soportar: casi al final de la novela, cuando está a punto de reivindicarse y huir a México para vivir con dignidad, sin preocuparse por la persecución que sufre por defraudador y asesino, ve en el periódico que la diabólica Lilith se ha casado con el magnate que pensaban defraudar y eso lo manda al abismo del alcohol: el miedo a no poder olvidar ni perdonar. Y eso lo traslada a la sociedad estadunidense, donde la riqueza está mal distribuida y la policía está a las órdenes de los poderosos: cuando huye en ferrocarril, es confundido con un negro “revolucionario” que sólo busca tener un trabajo bien remunerado.

Los tontos (los “panolis”) son engañados por los timadores profesionales tanto por su nula preparación académica como por su necesidad de fe. En una sociedad donde el éxito se limita a tener más dinero, los habitantes de los pequeños pueblos por donde pasa el circo buscan algo en qué creer, aunque sea en la palpable monstruosidad humana, encarnada en el “monstruo” creado por los dueños del circo, ciertos de que un alcohólico perdido dará todo por seguir bebiendo. “Un monstruo no lo encuentras: lo creas.” La necesidad de tener una fe equipara al campesino que manda preguntas a la “vidente” del circo con el multimillonario que contrata al espiritualista Stanton para pedirle perdón a la novia que, en su juventud, dejó morir en un aborto. Si los “monstruos” tienen su bebida, dice el autor, “los demás beben otra cosa: beben promesas. Beben esperanza”. Pero en la tierra de la gran promesa no siempre se puede salir del temible callejón de la pesadilla.

La fascinación gringa por los circos como lugar de sueños, aunque sean terribles como el de esta novela, se refleja recientemente en la última temporada de la serie American horror. Freak show, donde terribles deformaciones humanas conviven con las verdaderas criaturas temibles que gustan de matar y torturar. La catástrofe humana como constante. El callejón de las almas perdidas es una novela que no pierde profundidad con el tiempo.