Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de abril de 2012 Num: 894

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Águila o sol:
real o imaginario

Vilma Fuentes

El enemigo del sida
en México

Paula Mónaco Felipe entrevista
con Gustavo Reyes Terán

Exploración Ooajjakka
Rosa Isela Briseño

Amos y perros
Ricardo Bada

Guernica: 75 años
contra la barbarie

Anitzel Diaz

El mural de Guernica
Hugo Gutiérrez Vega

De feminismos,
clases y miedo

Esther Andradi

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Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


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Domitila Barrios

De feminismos, clases y miedo

Esther Andradi

En la madrugada del 13 de marzo pasado, cuando la primavera todavía no se atrevía a cruzar el umbral en Berlín, ingresó la noticia en mi correo: Domitila Barrios de Chungara ha muerto. El cáncer terminó por vencer a esta mujer que luchó contra todas las dictaduras y que estaba convencida de que el enemigo mayor para cambiar el mundo era el miedo. Acababa de morir en Cochabamba, Bolivia, en la pobreza y casi en el olvido, hay que decirlo, después de haber protagonizado batallas que marcaron el pensamiento de miles de mujeres en su país y en el continente.

La Domi, como solían llamarla en confianza, nació en 1937 en Pulacayo, zona minera de Potosí. Desde muy pequeña conoció el trabajo porque, cuando murió su padre, quedó a cargo de sus cinco hermanas menores, pues su madre estaba muy enferma. Siendo muy joven, y ya esposa de un minero, participó del Comité de Amas de Casa del Distrito Minero Siglo XX. Con su claridad y su carisma llegó pronto a convertirse en secretaria general de ese organismo. Fue madre de once hijos, cuatro de ellos fallecidos, uno a consecuencia de las torturas a las que fue sometida por turbios gendarmes cuyos nombres ya están en el olvido y no fueron juzgados. Esto en 1967, cuando el dictador René Barrientos envió un contingente militar contra las comunidades de Catavi y Llallagua, que resistían la explotación de los grandes monopolios mineros. Durante la feroz represión, conocida como La masacre de San Juan, Domitila fue apresada a pesar de su avanzado  embarazo.

Condenada a ser esposa de minero, como ella misma se definía, fue ama de casa. En diciembre de 1977, con otras cuatro mujeres de mineros inició una huelga de hambre que terminó por derribar la dictadura de Banzer. Tuvo que exiliarse en 1980, cuando irrumpió a sangre y fuego el golpe militar de García Meza. Entonces llegó a Suecia y se encontró allí con una democracia que había logrado un alto nivel de igualdad social entre los géneros. Lo cuenta Víctor Montoya, el escritor boliviano exiliado en Estocolmo desde 1977, que la conoció desde niño, que compartió con ellas varias manifestaciones, discursos y represiones. “En Suecia –escribe Montoya–, “Domitila constató que las mujeres latinoamericanas (exiliadas) se rebelaron contra su pasado de servidumbre y sumisión, amparadas por las leyes que defendían sus derechos más elementales, en igualdad de condiciones con el hombre.“

Cuando Domitila volvió a Bolivia se instaló en Cochabamba y allí creó la Escuela Móvil de Formación Sindical, un centro destinado a las jóvenes de los barrios con mayores carencias. Fue nominada al Premio Nobel de La Paz en 2005 y estuvo a punto de ser candidata a la vicepresidencia, pero dicen que finalmente Evo Morales cambió de opinión.

Lo que hace inolvidable a Domitila es su lucha en el movimiento de mujeres. Hace ya treinta y seis años que su testimonio Si me permiten hablar... recogido por la antropóloga brasileña Moema Viezzer, sembró de chispas las praderas del entonces incipiente feminismo latinoamericano.

Eran tiempos radicales. Se sufría la dicotomía feminismo versus lucha de clases, la izquierda definía el problema de la mujer (sic) como "la contradicción secundaria“ y que se resolvería sólo "después de la toma del poder por el proletariado“. Muchas feministas, algunas teóricas, y otras desencantadas de la militancia política, sentían los estragos de esta discusión en la propia vida. Eran los albores del feminismo latinoamericano que pugnaba por emerger en una sociedad signada por dictaduras militares, patriarcado indiscutible, oscurantismo religioso y explotación salvaje. 

En 1975 Domitila fue elegida para representar a Bolivia en la Tribuna de la Conferencia Internacional de la Mujer organizada por las Naciones Unidas en México. Domitila, la única representante obrera, habló y puso el dedo en la llaga: la lucha no es contra los hombres sino de clase. Cuando las delegaciones feministas le exigieron que abandonara su discurso político y que hablara de su condición de mujer, tomó la palabra y se enfrentó con Betty Friedan, la histórica feminista estadunidense autora del clásico La mística de la feminidad:

Muy bien, hablemos de nosotras dos –dijo Domitila–. Si me permiten, voy a empezar. Señora, hace una semana que yo la conozco a usted. Cada mañana usted llega con un traje diferente, y yo no. Cada día usted llega peinada y maquillada como quien tiene tiempo de pasar por una peluquería bien elegante y puede gastar buena plata en eso y, sin embargo, yo no. Yo veo que cada tarde usted tiene un chofer esperándola a la salida y, sin embargo, yo no... estoy segura de que usted vive en una vivienda bien elegante, en un barrio también elegante ¿no? [...] ahora, señora, dígame: ¿tiene usted algo semejante a mi situación? ¿Tengo yo algo semejante a la situación de usted? Si usted y yo no nos parecemos, si usted y yo somos tan diferentes, nosotras no podemos, en este momento, ser iguales, aun como mujeres, ¿no le parece?

Muchas aguas y aluviones y sequías se sucedieron desde aquello. El testimonio de Domitila Si me permiten hablar..., publicado un año más tarde y bestseller en ocho idiomas, abrió paso a múltiples voces del continente que se estaban buscando. En esa tónica aparecieron numerosos libros, entre ellos Ser mujer en el Perú en sus dos ediciones de 1977-1978, un conjunto de historias de mujeres de diferentes sectores sociales que recogí junto con la poeta y feminista Ana María Portugal en Lima, Perú, y que demostraba, a través del testimonio, que no se nace mujer sino que se llega a serlo, como bien decía esa otra madre que fue Simone de Beauvoir. Había elementos que nos unían como mujeres en lo social y otros que nos separaban en la clase, pero el género iba más allá. La dicotomía mujeres/clase no existe, queríamos decir. O mejor :"la mujer“ no es una sino múltiples. La discusión fue tomando atajos diferentes a lo largo de los años. No uno, sino dos, tres, muchos feminismos.

Y la palabra de la Domi fue crucial para recorrer este camino.