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Björk, por amor a la Naturaleza
Justo cuando la cantante británica Adele anuncia su retiro indefinido de los escenarios tras una cirugía de garganta, su más grande éxito del año, “Rolling in the Deep”, es explotado por tres niños de Mexicali, Baja California, bajo la guía de su padre, el productor Abelardo Vázquez, colaborador de conjuntos pop, como Reik y Nikki Clan. Bajo el nombre de Los Vázquez Sounds, el joven trío recoge frutos internacionales de un bien filmado playback (pieza interpretada con mímica corporal, no en vivo) cuyo sonido es a todas luces profesional y no espontáneo como muchos piensan.
Sedientos del siguiente “fenómeno” en la red, los usuarios de Youtube ven este video tanto como lo hacen para ver a un pulpo caminar fuera del agua o para entretenerse con imágenes de gatitos y cachorros caninos. Paralelamente, y para fortuna de otros artistas como la islandesa Björk, retan los límites de la creatividad y la producción en niveles nunca antes explorados por los músicos pop. Asunto interesante; mientras millones se embrutecen voluntariamente con llamaradas de petate que aún deben probar valía, el mundo de la música y su transformada industria se rinden ante Biophilia, una genialidad que ha tenido poco eco en México.
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“Bienvenidos a Biophilia, un ejercicio de amor a la Naturaleza en todas sus manifestaciones. Del más pequeño organismo al grandioso Rojo flotando en la lejanía del universo”, dice la cantante en propia voz al abrirse su nuevo sitio de internet. Nosotros agregamos, además, que Biophilia rinde un amoroso homenaje al sonido, a la forma como el ser humano lo organiza “generosamente para transformarlo en música”. Visto así, como fenómeno natural pasado a través de la mente y el espíritu del hombre, el mundo acústico que Björk ha creado se relaciona con la física, la matemática, la tecnología, el diseño, la antropología y la geografía.
“Es un álbum, es una aplicación, un show en vivo y un nuevo sitio web”, dijo recientemente para la revista Rolling Stone. Y sí, el disco no sólo salió en formato CD y de manera digital; además fue lanzado como una aplicación interactiva para IPAD en la que se vieron involucrados el sello independiente de Björk más Apple, National Geographic y distintos investigadores, inventores y programadores de la Universidad de Sheffield y el Instituto Tecnológico de Massachusetts, entre otras instituciones, que dotaron cada pieza con argumentos, instrumentos y semánticas precisas. Esto no sólo conduce la percepción del álbum como desea la cantante, sino que además contribuye pedagógicamente al estudio de planetas, virus, minerales y la forma como el cuerpo vive, siente y genera música.
Su máxima meta, señala Björk, es relacionar la naturaleza con la música a través de la tecnología, pero cumpliendo tres pasos básicos: escuchar, aprender y crear. Todo ello –aquí lo más importante– con trece canciones de alta manufactura, variada dotación instrumental, diversidad genérica y mejor ejecución. Una caja de sorpresas que, sónica y líricamente, apela a lo poético, pero con formas bien definidas: magníficos coros, sofisticadas programaciones, arrebatos que violentan la tranquilidad o remansos que calman momentos de franca agitación. Una obra que reúne distintas visiones (ella dice que es el siguiente paso tras Volta), y que, pese a su enorme riesgo estético y conceptual, se desarrolla viento en popa, exitosamente, en el mundo intangible de la red.
Para lograrlo ha hecho ya un video con el excepcional Michel Gondry y ha comenzado una gira de dos años en la que presentará una celesta controlada por computadora, arpas de péndulos y un órgano de tubos que se sumarán a la reactable y demás “juguetes” que ha conseguido en ferias de música y tecnología como el Sonar de Barcelona. No se espante el lector. No se trata de música para locos ni de un espectáculo lleno de nerds computarizados frente a pantallas y botones. Lo de Björk es una puesta en escena teatral, efectiva, con músicos cargando instrumentos reales, utilizando tecnología para el replanteamiento de nuestra experiencia sensorial.
Eso sí, el primer paso ante Biophilia debe ser el de siempre, el único que valida por completo las más altas ocurrencias o que, por el contrario, cancela las más insoportables charlatanerías; esto es: encender el estéreo y darle play, quedarse a la espera de un gancho que cautive, conmueva o altere de alguna forma el estar en este mundo. Sólo si gusta lo que suena (confiamos en que así será), valdrá la pena internarse en la divertida urdimbre que cobija al proyecto. (Mejor eso que entregarse al borreguismo de la red.)
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