Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 7 de febrero de 2010 Num: 779

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El oráculo
NANOS VALAORITIS

Fiesta para Herta
ESTHER ANDRADI

Para un retrato
de Herta Müller

ESTHER ANDRADI

Herta Müller:
la patria es el lenguaje

RICARDO BADA

Las silenciosas
calles del poder

GABRIEL GÓMEZ LÓPEZ

Horizontes de la imagen
RICARDO VENEGAS entrevista con ENRIQUE CATTANEO

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Jorge Moch
[email protected]

Hipertrofia democrática

Anda en revuelo otra vez la paporreta de que México es un país surrealista. Que es surrealista la política, apuntan, porque los analistas y los políticos y, en general los mexicanos todos, somos enemigos de la palabra lisa y llana y adictos, en cambio, al eufemismo cobardón. Surrealista por no decir puerca. Peculiar, apostillan, por no admitir que oportunista. Audaz, matizan, por no acusar de esperpéntica. Es el oficio electoral, replican, cuando uno suelta que todo ello es una mierda. ¿O cómo se puede calificar sin ambages que una presunta izquierda pacte alianzas con una derecha relamida y recalcitrante? Los que ayer acusaban a la derecha de robar las elecciones, de manosear con manos puercas los comicios, ora se juran descubridores de la alianza política, mescolanza inmunda donde se relativizan las deudas históricas, se empequeñecen las porquerías electoreras, se miniaturiza la decencia y se desdibuja la coherencia ideológica.

Porque alguna decencia, elemental y primitiva pero decencia al fin, debieron contemplar algunos partidos políticos al menos en la muerta letra de sus estatutos, allí donde se vuelven grandilocuentes las palabras, al tocar el asunto de la ideología, del proyecto de nación, del ideal de sociedad que en algún momento y aunque fuera sólo en pos de una vena poética, debió ser hálito primigenio: la declaración de principios a partir de la cual un grupo de personas endereza de cara a la sociedad la fachada de su proyecto social: miren, este es el país que queremos construir. Y en más de un sentido, la izquierda con presuntas miras en el bienestar social colectivo e incluyente, en la coherente repartición de la riqueza, en la construcción de un Estado laico y en ello más justo, enemigo de la discriminación en un país de gente históricamente discriminada y discriminante, enemigo de la ignorancia en un país históricamente ignorante; enemigo de la pobreza en un país históricamente miserable; enemigo del caos en un país históricamente asolado por criminales, en más de un sentido esa izquierda es la gran taimada, la traicionera a su razón de ser, y en su razón de ser al pueblo mexicano discriminado, ignorante y miserable. Porque de la derecha no se puede seguir esperando gran cosa, a menos que sea uno su personero, empresario, politicastro, clérigo o niño bien: la derecha va a lo suyo, a su pan con lo mismo: orden y respeto, y derrama económica que habrá de bajar desde sus altos estamentos para inundar la numerosa perrada de jodidos, pagando salarios mínimos –pero apegados a la ley dictada por ellos y para ellos mismos– y tratando siempre de obtener el mayor rédito con la menor inversión. En ese sentido la derecha puede ser una perfecta cabrona, pero no se traiciona: lo suyo es el lucro y la manutención del privilegio.


Ilustración de Juan Gabriel Puga

Pero en la otra esquina no. La izquierda nació bajo la presunción de buscar una nación mejor y más justa, con menos abismos entre la gente, y traiciona sus propios ideales, a menudo redactados con sangre y martirio reales (que en un país de memoria volátil como éste se vuelven polvo, ceniza, letra muerta, mito).

Todos juntos dicen, sinvergüenzas, que se unen ante un enemigo común, si son la misma porquería todos. Esas alianzas tienen un solo destino: el desbarajuste, los ajustes de cuentas, la rebatinga, la rapiña…

Vendrán, primerísimas las traiciones, los “haiga sido como haiga…”, los “yo no dije lo que dije”. Promesas de campaña de siempre, yameritos y orasíes, la misma basura electoral de siempre que termina emporcando las calles, con fotografías de pelmazos sonrientes, en plástico oneroso y, para acabarla de fregar, ni siquiera biodegradable. Vendrán los llamarse sorprendidos, el ping-pong de las acusaciones, las habladurías, las aguas negras de la política corriendo a cielo abierto y el lamentable espectáculo de quienes, en lugar de asumir la responsabilidad de quien alguna vez dijo abrazar una ideología, chapotean felices en la caca, a la pesca de puestos públicos, de contratos onerosos para el erario: oportunistas, vividores, rateros de siempre luciendo declaraciones y corbatas con los colores de sus partidos.

Colores partidistas remezclados que arrojan un feo tono pardo: el color en el mejor de los casos de la podredumbre, que pareciera ser lo único que reverdece en este triste país de indolentes y agachones al que lo único que le faltaba era esto, que los partidos políticos se quiten la careta de sus ideologías presuntas y se nos muestren como son: único, homogéneo parásito superlativo.