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Manuel Stephens
Migrantes errantes
Durante siglos, Estados Unidos (EU) ha enarbolado el estandarte de ser una nación pluricultural –el melting pot del continente– y tácitamente se invitaba a que cualquiera, sin importar su procedencia, se integrara a the land of the free and home of the brave. Esto es cierto relativamente, ya que dentro del país se continuó con la división –incluso hasta el día de hoy, aunque con algunos matices– entre razas, “nacionalidades” y, por ende, culturas.
La migración es un fenómeno humano inmemorial, pero en las últimas décadas se ha vuelto motivo de profunda discriminación y violencia. Datos recientes señalan que en EU viven más de 45 millones de “latinos” (o “hispanos”), además de 8 millones de indocumentados, de los cuales seis millones son mexicanos. La migración de nuestros compatriotas hacia el otro lado se inicia de manera masiva y ciertamente obligada cuando, con el fin de la Guerra México-EU en 1848, los estadunidenses toman posesión de Texas y de los actuales estados de California, Nevada, Utah y partes de Colorado, Arizona, Nuevo México y Wyoming, con lo cual se perdieron dos terceras partes del territorio nacional. Repentinamente y sin aviso, sus habitantes se convirtieron en migrantes en su propia tierra.
A nivel mundial, migrar para encontrar empleo y mejorar económicamente, es decir, para sobrevivir, implica para las clases más desposeídas una travesía dramática y dolorosa en extremo que no siempre llega a concluirse. Alicia Sánchez aborda esta problemática en su más reciente obra: Migrantes errantes.
El espectáculo se presenta en Trolebús escénico, un nuevo espacio para el teatro que es literalmente un trolebús que fue donado por la embajada de Japón al Distrito Federal, y el cual permanece estacionado en la esquina de Sonora y Parque México en la colonia Condesa. Este sui generis foro plantea de entrada condicionamientos y posibilidades para los directores, ya que sería fútil utilizarlo como si fuera un teatro convencional. Sánchez lo explota magistralmente al no solamente concentrarse en el interior del trolebús, sino también el exterior y el techo, un acceso por el piso, y al hacer que los bailarines entren por las ventanas.
La obra inicia afuera del trolebús, donde se empezarán a mezclar entre los espectadores personajes vestidos como norteños: ¿Vas a cruzar?, susurran. Aparece el líder de los polleros, sombrero, lentes, hebillota y botas básicas, se presenta ante el público de migrantes y comienza a dar las órdenes para poder iniciar el viaje. Irrumpe el miembro de una ONG que trata de disuadir a quienes van a cruzar de que lo hagan; al no conseguir su objetivo, describe cómo será la travesía por el desierto, los peligros a que se enfrentarán y la posibilidad de que mueran. Enseguida les reparte agua para el camino. El pollero forma a los migrantes en filas de hombres y mujeres, para subir al autobús. Los espectadores se sientan a los costados del trolebús, quedando libre un pasillo donde se desarrollarán las acciones. El viaje comienza.
El espectáculo es una recreación vivencial para los espectadores del intento de cruzar la frontera norte. A lo largo de la obra se enterarán de las historias de vida de algunos de sus acompañantes, tendrán que bajar nuevamente del vehículo, amontonarse para poder escapar de un retén, verse atacados por una horda de niños abandonados que quieren robarlos y obedecer constantemente las órdenes de los coyotes.
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Migrantes errantes fusiona exitosamente “el teatro y la danza”, sin la complacencia de simplemente alternarlos. En cuanto al segundo, los performers tienen el riesgo de golpear al público al bailar en un espacio tan reducido, pero la energía que le imprimen a las danzas deja ver detrás un intenso trabajo que logró los mejores resultados. Las danzas tienen lugar en el pasillo del trolebús y los niveles que éste proporciona: las escaleras de entrada, el pasillo, la parte trasera que rompe con lo plano del piso y los tubos. Las estructuras tubulares permiten que los bailarines se eleven, se coloquen pegados al techo o de cabeza.
No es conveniente referirse a la trama, pues ésta es un elemento que requiere de los demás. Lo esencial en la obra es que constituye una experiencia que requiere de la integración de todas sus partes. Los intérpretes son excepcionales y dominan la palabra y el movimiento. Migrantes errantes refrenda a Alicia Sánchez como una de las mejores coreógrafas mexicanas y es de lo más sobresaliente de los últimos años.
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