Washington. El espectáculo del sorteo del Mundial de futbol 2026, supuestamente un ejercicio deportivo, fue en esta ocasión, por su anfitrión Donald Trump, un evento político. Su acto político.
La foto del evento en el Centro Kennedy no fue sobre el futbol, sino de los tres presidentes de los países anfitriones al subir al escenario y luego sentados juntos. Fue la primera vez en que los tres se encontraron de manera presencial como mandatarios.
Aunque Claudia Sheinbaum, Trump y el primer ministro de Canadá, Mark Carney, llegaron a la sede por separado, poco después de iniciado el evento se sentaron juntos. La Presidenta, entre sus dos contrapartes, y platicaron durante más de 45 minutos en el acto.
De vez en cuando, hubo sonrisas y Trump a veces gesticulaba, pero los periodistas estaban demasiado lejos para escuchar el diálogo.
Al subir los tres al escenario para hacer la selección simbólica de sus países en el sorteo, la presidenta Sheinbaum, en medio de sus contrapartes, declaró que “estamos orgullosos” de ser anfitriones por tercera vez, y elogió al pueblo de México como “extraordinario, trabajador y mágico” y recordó que se tiene la tradición del juego de pelota “desde tiempos ancestrales. “Viva México”, exclamó.
Trump resaltó el éxito económico de la Copa del Mundo aun antes de que inicie, subrayando que se han vendido más entradas que nunca en la historia, algo que pareció atribuir a que él es el anfitrión, una afirmación que no dejó de repetir.
Carney resaltó que el evento es “lo más grande” y la convivencia de más de 200 nacionalidades.
Pero para el estadunidense, el negocio del Mundial fue el tema más importante. “Hemos marcado récord en ventas de boletos. No pienso que jamás ha habido algo como esto en cualquier deporte”, comentó al llegar al sorteo.
Agregó que “nadie pensaba que se podría lograr algo como esto”, aparentemente ignorando que Estados Unidos ha sido sede del Mundial previamente en 1994.
A la vez, sin ningún suspenso ni sorpresa, Trump ganó el primer Premio FIFA de la Paz, galardón de consolación inventado para el perdedor del Premio Nobel y otorgado al mandatario estadunidense.
Presentado como el campeón de la paz mundial, Trump subió al escenario para recibir el premio de manos del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, pero antes de que éste lo hiciera, el magnate se abalanzó sobre la medalla y se la colocó a sí mismo.
Trump, además de agradecer el honor como gran campeón de la paz y autoelogiar sus esfuerzos que, dice, han “salvado millones de vidas”, demostró una vez más que ante todo es un empresario y en su discurso se dedicó más a repetir cómo este Mundial ya es el más exitoso económicamente de la historia.
Una ceremonia al estilo estadunidense
La sala estaba llena de las delegaciones de las federaciones nacionales de futbol de los 48 países que participarán en el Mundial de 2026; también había técnicos y jugadores famosos, entre ellos Hugo Sánchez y Roberto Carlos. Pero como un espectáculo estadunidense, donde el football es a lo que se le llama al futbol americano, el sorteo del Mundial en Washington fue decorado con ópera, disco, rap y un elenco de famosos y distinguidos deportistas estadunidenses jubilados, aunque sin ninguna relación con el futbol,
entre ellos, el gran basquetbolista Shaquille O’Neal, los jugadores de futbol americano Tom Brady y Eli Manning, el jugador de hockey Wayne Gretzky y el beisbolista Aaron Judge (el único aún activo).
Éstos fueron parte del equipo en el escenario que seleccionaron las bolitas del sorteo. A pesar de la presencia de famosos futbolistas mundiales, los anfitriones estadunidenses entienden que gran parte de su público en este país no reconocerían a esas estrellas.
Por ello, la modelo y presentadora de programas de concurso en televisión Heidi Klum y los actores Kevin Hart y Danny Ramirez ayudaron a ser anfitriones del espectáculo. También había mensajes videograbados de artistas, desde Salma Hayek a Matthew McConaughey.
La ceremonia inició con una aria cantada por Andrea Bocelli –un favorito del presidente– y también actos musicales de Robbie Williams y Lauryn Hill.
El espectáculo concluyó con la canción favorita de la campaña electoral de Trump, el hit de los 70 YMCA, de Village People, el cual fue un himno gay y que nadie puede explicar por qué se tocaba en cada uno de los eventos electorales de Trump. El mandatario –aún sentado junto a Sheinbaum y Carney–, se puso de pie para bailar. Sus contrapartes permanecieron sentados.
El supuesto punto central de todo esto –el sorteo– empezó finalmente una hora y 24 minutos después de que arrancó el evento. O sea, fue un espectáculo político y comercial más que el arranque oficial de la Copa del Mundo, lo cual parecía como asunto secundario.
El Centro Kennedy –máxima sede pública para las artes vivas– fue sometido al control directo de Trump poco después de que llegó a la presidencia, donde instaló una junta directiva leal de la que se declaró presidente (hay un intento para rebautizar la sala de conciertos con el nombre de la primera dama) y fue resguardado detrás de un perímetro de ocho cuadras.