La semana anterior la columneta llevaba como título un juego gramatical conocido como anagrama, que consiste en cambiar el orden de las letras que conforman una oración y construir con ellas otra que tiene un significado diferente. Pues el anagrama al que nos referimos, vamos a repetirlo, es el siguiente: El PAN está hablando / Está blando el PAN.
Nos llegaron diversas opiniones, algunas con pequeñas diferencias entre sí, pero que consideran que, de las dos premisas que constituyen el anagrama, la verdadera es la inicial y que la segunda, se ve a leguas, es una composición mal intencionada, pues el PAN, desde 1939, casi siempre ha dicho lo que acontece en este país sin temores ni complicidades.
Algunas otras coinciden con este dicho, pero aceptan que en los momentos que corren, los actuales dirigentes no pueden compararse con quienes fundaron la trinchera democrática que siempre ha querido ser Acción Nacional, ni con los mexicanos que, en cada etapa de la vida nacional, han librado grandes batallas por hacer realidad el ideal de una “patria ordenada y generosa”.
La columneta está parcialmente de acuerdo con algunos de los nombres que citan y los registrará cuando el tema lo requiera. Pero desde ahora, afirmamos que por supuesto no será el del organizador de los bacanales en Puerto Vallarta: Luis Alberto Villareal, coordinador de los diputados panistas, que fue cesado de inmediato por Gustavo Madero, cuando conoció los videos que rememoraban una garden party muy exitosa en el Sodoma Night Club, donde los asistentes se divirtieron como nunca, confiados en que al día siguiente, antes de la clausura del evento, pasarían a descargar sus culpas merced al generoso Sacramento de la Confesión.
Según les había compartido un cura muy liberal, que había sido su compañero en un exclusivo colegio,y que solía acompañarlos en sus bien merecidos días que ellos llamaban de recogimiento, el Espíritu Santo había otorgado a los apóstoles la autoridad para que, a través del Sacramento de la Confesión, también llamado de la Penitencia y la Reconciliación, pudieran perdonar o retener la culpa de los pecados cometidos (Juan 20:22-23). Y aún más, en Santiago: 5:16-18, se estipula la más permisiva de las instrucciones: “confesaos vuestros pecados unos a otros y oremos unos por otros para que seáis sanados”.
Aquí sí, con todo el respeto que la autoridad suprema me merece, pienso que se trata de una generosidad mucho más allá de la naturaleza humana (¡obviamente!). Y si no, imaginen: El diácono Jorge Romero dentro de un confesionario de diseño muy vanguardista (pequeña pantalla de televisión y un minúsculo, pero de gran potencia, celular plateado), portando una sotana color negro (que representa la humildad) y unas calzas hechas de la piel de animales de los que hay más en las zapaterías que en el agua, diciéndole al pecador compungido por el dolor de los pecados cometidos: “Ya estuvo bien teacher, ego te absolvo”. A lo que el otro responde: “Ahora cambiemos de rol y te regreso la absolución que me acabas de gestionar. ¿Qué quieres confesar?” “La verdad, nada, socio. Acabo de hacer feliz a un grupo de valientes inversionistas. ¿Te acuerdas de aquella canción que decía: ‘Para subir al cielo se necesita una escalera grande y otra chiquita?’ Bueno, pues yo les acabo dar esa escalerita a varios de nuestros contratistas más cumplidores: ellos pusieron los primeros pisos y yo les autoricé algunos más sin mayores erogaciones extras, ni en cimentación, ni en medidas de seguridad. Ya te imaginarás cómo se pusieron de contentos y agradecidos ¿Cuántas indulgencias me habré ganado allí? No te preocupes mi querido Christian von…” (apellido ilegible en el acta).
Noticia de último momento: Suspendo intempestivamente la veraz crónica en la que estaba enfrascado, por considerar que la noticia que recién leo en la prensa de este día exhibe claramente el asunto en comento, aunque después de hacerlo, piensen que la columneta es una contumaz plagiadora.