Durante el gobierno de Joe Biden, la Patrulla Fronteriza capturó o procesó a cerca de 8 millones de migrantes; una tercera parte, aproximadamente 2.5 millones, eran de origen mexicano, y los demás de otros países. Lo que significa que, aproximadamente 5.5 millones de migrantes pasaron por México y cruzaron la frontera, y otro millón más llegó a México a tramitar una vía de ingreso legal por medio del programa CBP1.
El efecto llamada, que provocó la llegada masiva de migrantes durante ese periodo, se explica por varios factores. En primer lugar, la llegada de Biden a la presidencia, en 2021, pero, sobre todo, la derrota del proyecto antinmigrante de Trump; en segundo lugar, coincide la apertura de fronteras después de la pandemia; en tercer término, la percepción, a nivel global, de que el gobierno de Biden sería más tolerante; cuarto, la difusión y el conocimiento por los migrantes y los traficantes, de que bastaba cruzar la frontera para entregarse a la migra y solicitar asilo y, finalmente, la amenaza y posibilidad de que Trump volviera al poder y cerrara la puerta; este último factor explica por qué, en diciembre de 2024, cruzaron la frontera 301 mil migrantes en tan sólo un mes, algo así como ahora o nunca.
En efecto, la llegada de Trump a la Casa Blanca y su orden ejecutiva de cerrar la frontera se cumplió cabalmente por la presencia militar en la frontera y por el apoyo de la Guardia Nacional en México, pero, sobre todo, por el miedo a la represalia y la amenaza de ser encarcelado, deportado o expulsado, sin ninguna consideración, o posibilidad de reclamar ciertos derechos fundamentales.
Podemos comprobar estadísticamente, con cifras mexicanas, cómo pasamos del efecto llamada al efecto cerrojo. En 2004, hace una década, la Unidad de Política Migratoria (UPM) reportó haber procesado a 125 mil migrantes del continente americano; 10 años después, en 2024, a 1.106 millones, y en 6 meses de 2005, a tan sólo 111 mil.
Si vemos los datos de migrantes provenientes de África, registrados por la UPM, se percibe un panorama similar. En 2014, prácticamente la migración africana podría considerarse como inicial, con un saldo total de 785 casos, pero en 2024 dio un salto muy importante y llegó a 58 mil 764 migrantes, para luego bajar abruptamente a 6 mil 789 casos en 2025. Los datos de Asia son similares, de mil migrantes registrados en 2014 a 67 mil en 2024 y a 6 mil en 2025. Muy posiblemente estos remanentes, de la mitad de este año, se queden en México.
En realidad, el efecto cerrojo empezó desde el primer día de la campaña presidencial de Donald Trump. La lista de epítetos, insultos y calificativos a los migrantes no sólo es larga, es denigratoria, fomenta el odio y el miedo. En cadena nacional, repitió el bulo de que los haitianos de Springfield, Ohio, se comían a las mascotas, a los gatos y a los perros. Se refiere a los migrantes como animales y no hace distinciones; todos aquellos que no tienen documentos en regla son criminales.
Podemos decir que, en 2024, México se había convertido en país de tránsito para toda América Latina, Asia y África. El efecto llamada, en toda su complejidad, atrajo decenas de miles de migrantes de todo el mundo. En muy pocos años se conformaron vías de información y redes de contratación y tráfico para enviar migrantes de algunos países africanos. Es el caso de Mauritania, que en 2014 no tenía registros en la UPM, en 2024 fueron aprehendidos 9 mil 126 migrantes y en lo que va de 2025 fueron aprehendidos 664. En los casos de Senegal, Angola y Guinea, los datos reflejan un proceso semejante.
Si bien fueron los migrantes latinoamericanos los protagonistas principales de este proceso, se pusieron en marcha otros que provienen de continentes lejanos, lo que resulta novedoso y preocupante en términos de gobernanza. En estos años, la migración centroamericana pasó a un segundo plano y a un tercero la mexicana.
Fue el Tapón del Darién, en Panamá, el protagonista principal del tránsito migratorio, por el número de vidas que se tragó la selva, por la presencia de numerosas mafias de traficantes y por la rápida respuesta y crecimiento inusitado de la industria de la migración, que llegó a movilizar cientos de miles de migrantes y hoy está paralizada. Paradójicamente, en la actualidad, da servicio a los pocos migrantes que van de reversa.
El ejemplo de Trump tiene antecedentes en países dictatoriales del siglo pasado, donde la frontera estaba cerrada, era un muro infranqueable y nadie entraba ni nadie salía sin permiso. Pero hoy en día, los países llamados socialistas no pueden encarcelar a su población, que sale de manera masiva, como los venezolanos e incluso en el caso insular de Cuba.
La política migratoria de Trump debe ser calificada como dictatorial, de hecho, es una política que se impone por decreto y no pasa por el Congreso; es una política que no respeta reglas establecidas, procedimientos ni debido proceso. Tampoco respeta los derechos humanos.
Lo peor de todo es que se ha sentado un precedente a nivel mundial: la política migratoria del cerrojo es factible y exitosa.