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Hugo Aguilar presidió la primera sesión pública de la nueva Suprema Corte, en la que prevalecieron las faltas al reglamento, el lenguaje técnico y escasa celeridad al dictaminar solamente tres de los 15 asuntos que tenían en la tabla.
Hugo Aguilar presidió la primera sesión pública de la nueva Suprema Corte, en la que prevalecieron las faltas al reglamento, el lenguaje técnico y escasa celeridad al dictaminar solamente tres de los 15 asuntos que tenían en la tabla. Foto Luis Castillo
12 de septiembre de 2025 08:13

México está en un nada embozado proceso de mayor ensamblaje a los planes estratégicos y las necesidades operativas de Estados Unidos.

Tal articulación tiene como contexto las presiones y amenazas del gobierno de Donald Trump, pero igualmente está resultando funcional a los intereses de la corriente política en el poder (en particular para la presidenta Claudia Sheinbaum, no para su antecesor, Andrés Manuel López Obrador) y para el segmento empresarial mexicano y extranjero que tiene a la vista condiciones muy ventajosas de inversión incentivada.

Un ejemplo, casi diríase que escandaloso, de ese acoplamiento a los dictados de Washington, está a la vista en cuanto a los productos chinos que ahora estarán sujetos a aranceles que van del 10 al 50 por ciento. Ayer, la Cámara de Comercio y Tecnología México-China expresó fundada preocupación por la afectación a mil 400 fracciones arancelarias de productos originarios de Asia.

No es ocioso recordar el extendido implante social que en nuestro país tienen ese tipo de productos, sobre todo en textiles, calzado, papel y electrodomésticos. Y, desde luego, en el ramo de los vehículos automotores. La citada cámara ha advertido el riesgo de un “impacto inflacionario sin precedentes” en México.

Siempre con la guillotina de los aranceles trumpistas pendiendo sobre México, pueden verse otros acomodos “defensivos”: un “Plan México” que con un inocultable espíritu neoliberal y sin inclusión de representaciones populares (¿las hay?), está promoviendo con privilegios las inversiones, sobre todo extranjeras, que rediseñarán a conveniencia de los capitales (por Alta Gracia superior) una parte del panorama económico nacional, con “polos de desarrollo” que pasan por encima de pueblos originarios e intereses sociales.

Otro tema en desarrollo es el del abatimiento de las barreras no arancelarias, que el trumpismo rubicundo asegura ya aceptó la presidencia de México (“de inmediato”, luego de telefonemas entre Palacio Nacional y la Casa Blanca, según versión de ésta), aunque Sheinbaum niega tal inmediatez y lo ha dejado como punto de negociaciones en curso.

Tales barreras no arancelarias implican protecciones que el gobierno mexicano ha ido construyendo, a veces a sabiendas de que quedarán en la letra y no necesariamente en la práctica, ésta siempre susceptible de rodeos y elusiones. Algunas de esas restricciones corresponden al campo energético y, en particular, a reformas impulsadas durante el obradorismo, las cuales están en riesgo de ser ajustadas a las nuevas necesidades de supervivencia ante Trump (y, de paso, ajustadas a los apetitos de los inversionistas “solidarios”).

Aun cuando no forma parte de la economía formal, pero vaya que tiene impacto en la economía nacional, el crimen organizado está también en una fase de reordenamiento “gerencial”, con destrucción de viejos esquemas (los cárteles tradicionales en crisis, notablemente el de Sinaloa, y ciertos golpes al Jalisco Nueva Generación), confirmación del control destructivo o tolerante, a conveniencia, de las agencias de Estados Unidos y la continuidad, mediante otros modelos, del negocio hasta ahora imparable (mientras siga habiendo tal demanda en Estados Unidos y mientras el narcotráfico y el crimen organizado sigan siendo instrumentos de chantaje y agresión del imperio consumidor).

Astillas

El asesinato de Charlie Kirk, el activista de ultraderecha de 31 años de edad, impactado por un disparo a distancia en instalaciones universitarias de Utah, está siendo usado por el trumpismo y corrientes conservadoras de otras partes del mundo para impulsar una campaña de presunto revanchismo contra “la izquierda radical”. El presidente Trump prepara “un plan más integral sobre la violencia en Estados Unidos, lo importante de la libertad de expresión y las expresiones cívicas, las formas en que se puede abordar esto; sólo se les puede llamar grupos de odio”, adelantó en entrevista radiofónica la jefa de gabinete de la Casa Blanca, Susie Wiles, ¡hasta el próximo lunes!

X : @julioastillero

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