Ciudad de México. Cuando el América no alcanza la máxima altura competitiva, los resultados dictan sentencia. Si no es porque el Toluca perdió a su goleador y no estuvo a salvo de los errores, el primer capítulo de la final de Liga en el estadio Ciudad de los Deportes (0-0)habría terminado con un marcador distinto. Los jugadores de las Águilas intentaron manejar el partido como si fueran sabios de este deporte, pero los Diablos, con sus movimientos y asociaciones, volvieron a mostrar que son compatibles con los rivales más exigentes, incluido el actual tricampeón.
En medio de un temporal de lesiones, los escarlatas perdieron al portugués Paulinho, el portero español Pau López y el atacante Édgar López horas antes de anunciar su formación titular. El técnico argentino Antonio Mohamed trató de actuar con la habilidad y la mesura que lo definen, pero, cada vez más asediado por la presión del local, cambió el plan ofensivo de costumbre por el riesgo de defender y apostar al contragolpe. Se propuso ser el difusor de los viejos valores de su filosofía, pero el nerviosismo de sus figuras fue permanente.
El partido tan parejo generó a la vez un cambio de discurso en los aficionados de las Águilas, del elogio a la crítica de los egos y los reproches tácticos.“¡Despierten, carajo!”, gritaron desde el sector general. Su destino estaba escrito. El América no fue un rival devorador, inspiró el respeto que el futbol mexicano necesita recuperar con urgencia, pero tardó en reponerse de dos polémicas decisiones arbitrales en las que exigió un penal sobre Henry Martín. El silbante Daniel Quintero ni siquiera acudió al VAR.
Líder de la fase regular, el Toluca fue la personificación del orden, un finalista que no concedió contragolpes y que llegó mentalizado para no ser víctima de ninguna imprudencia. Desde hace varios torneos, ha convertido en noticia que no llegue a una final y ese es el peso que implica su escudo. Si los ciclos existen en el futbol, Mohamed y sus dirigidos quieren marcar otra época. Los fallos del América fueron tantos y tan graves que alcanzaron asus mejores jugadores, Alejandro Zendejas y el capitán Henry Martín, quienes no pudieron corregir su bajo nivel con goles.
Las consecuencias fueron abrumadoras. Contrarió al encuentro de marzo pasado, cuando el actual tricampeón goleó 3-0 a los rojos durante la fase regular, el escenario rebasó a los locales en ánimo y futbol. Más de 1500 elementos de la policía y seguridad privada vigilaron los alrededores, donde un centenar de personas apoyó en la lectura del Fan ID y revendedores ofrecieron boletos de 3 mil y 3500 pesos en la zona más económica.
Una bandera gigante con la leyenda “Amarte hasta el final” y la imagen del neerlandés Leo Beenhakker, antiguo técnico del América fallecido en abril,abrazado por Jardine y rodeado de elementos como Jonathan Dos Santos, Alejandro Zendejas, Brian Rodríguez y Diego Valdés cubrió gran parte de la cabecera local. Desde allí, el principal grupo de animación, el Ritual del Kaoz, cantó, pero también rindió protesta por prohibiciones que su directiva impuso en el colorido de sus encuentros de local.
“Nos informaron que hay mil banderines en nuestra zona. Nosotros no necesitamos apoyo de patrocinadores para nuestro colorido, acá la pasiónno se compra ni se vende. Nosotros no levantaremos los banderines impuestos por patrocinadores ni entonamos esa canción de mierda del sonido local”, afirmaron integrantes del Ritual en referencia al tema musical Mi mayor anhelo, de la agrupación Banda MS, la cual el club convirtió en cábala este torneo.
La definición del título quedó marcada para el domingo en el Nemesio Díez, también llamado “un infierno” por propios y extraños.