Opinión
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El estante de lo insólito

The Cure

“ I’ve been looking so long at these pictures of you that I almost believe that they’re real. I’ve been living so long with my pictures of you that I almost believe that the pictures are all I can feel”.
Pictures of You, The Cure

D

e silueta oscura, cabellera en busca del destino, letras no siempre digeribles a la primera escucha, mezcla de suspiros góticos con melodías prístinas, y una trayectoria con cambios de alineación y reiterados epitafios mediáticos que los despedían de la escena, el trío que, después fue banda, ya supera las cuatro décadas de solvencia creativa. No importa qué siga, ha marcado su era con la misma solidez con la que ha marcado sus presentaciones en vivo por todo el mundo. Los integrantes nacieron en Sussex, Inglaterra, y todos los conocen como The Cure.

Vibrar la depresión

Robert Smith era un adolescente difícil de acomodarse en alguna parte, con una forma distinta de sentirse y verse en el mundo, lo que pronto estableció experimentación de actuar, combinaciones de ropa (un día se puso un vestido negro para retar el entorno y fue golpeado por cuatro compañeros), pero con la estirpe rebelde de los punks intransigentes de la escena londinense y con una exaltación existencial que parecía impropia de su medio, con todo y sonrisa, los conocidos lo consideran depresivo. Su memoria de viaje, para ser hombre citadino venido de la costa británica, es más poética: El primer recuerdo realmente vívido que tengo es llegar a la estación Victoria en Londres en un tren de vapor. Sin embargo, también ha dicho que su mente era asediada por la idea de la muerte.

Aunque los biógrafos de todos los rincones atropellan detalles y fechas, el resumen de su salto musical puede considerarse certero en dos pasos: cuando tenía 13 años su hermano Richard le obsequió una guitarra, aunque empezó a rasgar lira de seis cuerdas. A los 14 tocó con un grupo familiar efímero denominado The Crawley Goat Band. Robert formó un primer grupo que hace que un serrucho pateado se considere entonado. No importa, fue el inicio y se llamó The Obeliysk. Smith es fundador y líder, pero no arrancó como vocalista, eso se da con los cambios preliminares del grupo que tiene enroques breves con llegadas y salidas de los primeros ejecutantes y un nuevo nombre: Malice. Hicieron su debut y despedida en 1977, pero antes que Robert pensara que quizá valiera la pena matricularse en otra escuela después de ser expulsado de la propia, el baterista Lawrence Lol Tolhurst propone nombrarse Easy Cure, título de una rola suya que es rescatable en el desastroso primer set list.

Boys Don’t Cry

La banda contaba sus libras esterlinas en busca de la posibilidad de un primer demo disquero, cuando ingresó a un concurso típico de la época con la promesa trascendental de que el grupo seleccionado entraría a un estudio de grabación. Se presentaron 60 bandas, ocho fueron a entrevista directa. Con un puñado de temas propios, Easy Cure entró en la convocatoria de Hansa Records. El grupo fue seleccionado, lo que parecía uncierre capitular de la historia de éxito en que llegaron los contratos y los escenarios pletóricos, pero nada de eso ocurrió. No hay satisfacción ejecutiva por lo que pasa en el estudio y lo mandan a grabar covers que den balance a sus líricas inéditas, a las que no les ven calibre de éxito.

Aunque la banda tocaba temas ajenos, regularmente en homenaje a Bowie o Hendrix (su primer disco incluye su tema Foxy Lady), otra cosa era salir a la luz sin lo suyo. El contrato se disolvió en el whisky de algún pub, se quedó sin guitarrista (Porl Thompson, que después volvería), y el trío, con Smith, Michael Dempsey en el bajo y Tolhurst en la bataca, pasó a llamarse The Cure. Sin padrino financiero, consigue lo necesario para grabarse por su cuenta. El demo con cinco canciones fue a toda la industria fonográfica vigente. Una sola llamada de vuelta selló su paso a la industria en 1978: Chris Parry. Él consigue que Small Wonder edite el sencillo Killing an Arab (el tema más controvertido de su carrera y apenas empezaban, y del que todavía deben aclarar por qué no era racista). Lanza también el sencillo Boys Don’t Cry, que se convirtió con los años en la canción favorita de sus seguidores. En 1979 llegó el álbum Three Imaginary Boys. Raro, como todo en ese trío sin etiqueta corriente, no incluye a los integrantes en la portada (aspiradora, frigobar y lámpara de pedestal los representan, cosa que ellos ni aprobaron ni se enteraron), es desigual entre canciones, no mantiene un estilo; es denso en un tiempo y de alma melódica en el siguiente… Tiene 12 temas y la capacidad de abrir un camino poderoso.

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Ilustración Manjarrez / Instagram: Manjarrez_art

La fascinación, la teatralidad, el barco sin promesas

Cada nuevo disco se volvió un laboratorio. Si un tema subía en las listas para Smith y compañía había que poner freno. Qué bien que las compañías quieran producir lo siguiente; qué bien que hubiera que meter freno al exceso de conciertos, porque todos querían verlos; qué bien que los medios especializados los pusieran en portadas; ya dieron con la mina, descansaban en la placidez de la cumbre… Pero mientras los fanáticos se hacían millones y sus pasaportes hacen récord de visados, Robert siguió sacando a todos de control.

Como los periodistas y los fanáticos absorbían sin la crítica que rompe las ortodoxias, entonces dijo que diría cosas completamente diferentes en los próximos países sobre los mismos temas para confundir a todos. ¿Banda número uno? ¿Es eso importante? ¿Para qué? Ya en 1982, Robert declaraba a Record Mirror: “No es que nuestras canciones sigan una fórmula, pero sí tienen una esencia central (…). Me entristece que se nos vean fastidiando en un área que no respeto (…). Nunca permitiría que se nos viera compitiendo por ser el grupo número uno… es una tontería”. Si uno atiende a las numerosas entrevistas de su trayectoria en el cruce de los 90 y la banda todoterreno que pasó al año 2000, puede ver que la variación analítica de sus contenidos no perdió ni piso ni sentido autocrítico.

The Cure nunca ha dejado de rehacerse. No sólo porque su alineación ha sido moldeable, con presencias fundamentales casi permanentes, como la del fantástico Simon Gallup en el bajo o Jason Toop Cooper en la batería, sumando al inmenso Reeves Gabrels en la guitarra –todos lo recordamos creando atmósferas increíbles con David Bowie–, Roger O’Donell en los teclados, Perry Bamonte en guitarra y sintetizadores, sino porque han podido interiorizar y profundizarse como quien renueva su sangre. Antes del horno, cada nueva pieza puede tener pop, electrónico, punk o algo más oscuro y metálico. Quien piense conocerlos mejor, no sólo debe atender a Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me (1987) o a Wish (1992), que los volvieron monstruos de la industria, sino también a la producción de vivos y memoria audiovisual denominada Trilogy (2003), esa compilación de su espíritu insomne e inmortal de los discos Pornography (1982), Distintegration (1989) y Blood-flowers (2000), tocados de corrido (antologados con histórica presentación en Berlín) para establecer su máxima definición lírica y musical.

La fama, ese infortunio

En 2019 la banda ingresó al Salón de la Fama del Rocanrol. La fama demoledora que consume a los ungidos a la fauna estelar lejana de los mortales, afortunadamente no ha golpeado el espíritu de The Cure, que sigue haciendo shows largos, intercalando éxitos con piezas complejas y difíciles, y se mantiene como una de las mejores agrupaciones en concierto. En México se la pasa bomba y ha marcado algunas de las efemérides más memorables entre las bandas internacionales más importantes del orbe.

Lo mejor, The Cure puede seguir siendo tan ríspido como en The Cure (2004) o 4:13 Dream (2008), sus más recientes trabajos de estudio. También es posible que las noches sean tan extrañas como las que Robert narraba hace décadas (The Cure, un documento visual, de Dave Thompson y Jo-Ann Greene, 1990): “Algunas noches me he sorprendido actuando como un animal, convirtiéndome en la persona que existe en los videos, desapasionado, lo cual disfruta mi vanidad. Pero que claramente está mal, porque he crecido en escena cantando cosas que me transportan a otro mundo. Ha sido… una forma realmente extraña… de vivir”.