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El peso político de la píldora del día siguiente

E

n 2000, la píldora del día siguiente comenzó a venderse sin receta en Estados Unidos. Fue una decisión de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés). Así se venció la oposición que a la medida plantearon especialmente las iglesias y quienes luchan contra el aborto.

Se trata de un anticonceptivo cuyo principio activo es una hormona llamada levonorgestrel. Debe tomarse 72 horas después de tener una relación sexual no protegida. Su mayor eficacia se logra a las 24 horas de ingerirse. Una encuesta mostró que la pastilla la utilizó el año pasado una cuarta parte de las mujeres en Estados Unidos. Pero la ola ultraconservadora que impera en algunas instancias judiciales y en varios estados de ese país pone la pastilla en peligro de no venderse más. Esto comenzó cuando la Suprema Corte, con mayoría conservadora, anuló el derecho constitucional al aborto que regía desde 1973. Dejó en manos de cada estado la decisión de prohibirlo. Tras ello, más de 20 gobernados por republicanos ya prohíben o restringen una conquista lograda por la mayoría de sus ciudadanas.

Ahora, la batalla por el derecho de las mujeres a decidir sobre su vida y su salud gira en torno a la pastilla del día siguiente: un juez de Texas decidió en abril retirar la autorización de la FDA, repaldado por un tribunal de Luisiana que estipuló que el fármaco sólo puede estar disponible hasta las primeras siete semanas de embarazo y debe ser recogido en persona. Pero la Corte bloqueó temporalmente la orden de la instancia judicial texana, pues dejaba sin efecto una decisión de un organismo federal.

El Departamento de Justicia estadunidense alegó ante el Supremo que las restricciones a la píldora tendría graves consecuencias para quienes desean abortar, la industria farmacéutica y la FDA. En 2022, 54 por ciento de abortos en Estados Unidos fueron con la píldora. Aunque el presidente Joe Biden profesa la religión católica, apoya el aborto y la píldora. Sostiene que los derechos de las mujeres no deben ser vulnerados por ideologías ni políticas. Los millones de racistas blancos del vecino país ven una amenaza en el aumento de la población afrodescendiente y latina. Al prohibir el aborto y la píldora, contribuyen a que ésas hoy minorías tengan mayor peso social y político que terminará con los supremacistas blancos.