Opinión
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Perú fragmentado
L

a historia reciente de Perú se resume en tres elecciones nacionales donde pierde la señora Keiko Fujimori, contra Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y, finalmente, Pedro Castillo. Tres gobiernos que fueron de mal en peor. Humala, que llegó al poder con el apoyo de las izquierdas, pero al final fue cooptado por la derecha; Kuczynski, el candidato mejor preparado que ha tenido Perú, Vargas Llosa dixit, que era un buen financiero, pero pésimo político y tuvo que renunciar, acosado por la mafia fujimorista, finalmente, Pedro Castillo, sobrevivió un año y medio, envuelto en conjuras, ineptitudes, chantajes, corrupciones y el acoso permanente del Congreso y la derecha que trató de vacarlo.

No obstante, Perú creció en esos años a un ritmo de 5 por ciento, e incluso hace unas semanas lo hacía a 3 por ciento, a pesar de la crisis pandémica. Los peruanos van a su aire, trabajando y sobreviviendo, mientras la clase política en la capital se desgañita, torpedea y traiciona a gusto.

Son muchas las fracturas que tiene Perú: social, racial, cultural, lingüística, económica, geográfica, política y tantas otras. En este espacio nos referiremos a las fracturas políticas de las décadas recientes.

A diferencia de otras latitudes, en Perú no hay un centro político y menosaún candidatos o líderes que lo representen y tengan cierta base social. Existe una derecha fraccionada, representada por oligarcas, nuevos ricos, oportunistas e iluminados religiosos. Y una izquierda que va del extremo terrorista, al estilo Sendero Luminoso, a la izquierda popular urbana, campesina y sindicalista; los poderes regionales de signo izquierdista; la izquierda llamada democrática y los llamados caviares, de corte intelectual, profesional y ligados a universidades y a las ONG.

Este fraccionamiento, se concretiza a nivel electoral en una veintena de partidos políticos que deciden la composición del Congreso y un Ejecutivo que llega al poder, en segunda vuelta, sumamente debilitado. Se da el caso que un presidente de derecha, como Kuczynski, es masacrado por la derecha fujimorista y un presidente de izquierda, como Castillo, es torpedeado por el mismo partido que lo llevó al poder e impide una alianza con la izquierda caviar que le podría haber proporcionado técnicos y profesionales en ministerios importantes.

No obstante, éste es un escenario donde se respeta el voto y al ganador, aunque sea por una diferencia mínima, lo que es típico de la segunda vuelta, pero puede pasar cualquier cosa, como que llegue a la presidencia un personaje como Castillo que nunca pensó, ni se imaginó, ni estaba preparado para ser presidente.

Perú se mueve al filo de la navaja, pero prevalece el orden constitucional. Incluso, en momentos muy álgidos, los militares se han quedado expectantes, pero sin intervenir, a pesar de las múltiples llamadas de la derecha para que den un golpe de Estado.

En medio del encono y el caos político operan varios salvavidas señalados por la constitución. Uno de ellos tiene que ver con la estructura presidencial que cuenta con dos vicepresidencias. Tres fusibles que se pueden quemar y al final puede entrar un cuarto o quinto a funcionar con el presidente del Congreso en turno.

La primera vicepresidencia suele ser una mujer, éste sería del caso de Dina Boluarte. En este momento, no hay segunda vicepresidencia, porque se había candidateado a Vladimir Cerrón, un dirigente regional, de orientación chavista y líder del partido que postuló a Castillo, pero que tenía problemas con la justicia por asuntos de corrupción.

El gobierno de Pedro Castillo, cuya única virtud fue haberle ganado las elecciones a la derecha y a Keiko Fujimori, dependía de Perú Libre, partido que lo llevó al poder, controlado por Cerrón y su bancada. Un partido con presencia importante en el Congreso y que anuló las dos primeras votaciones para vacar a Castillo y que podría haberlo salvado de una tercera intentona de vacancia.

Hasta el momento hay muchas hipótesis y teorías sobre las razones que motivaron a Pedro Castillo para dar un autogolpe y disolver el Congreso. No obstante, todos coinciden que esa no fue idea suya y que de alguna manera fue engañado o convencido, lo cual terminó en un suicidio político al violar la Constitución.

En una nación de pobres y donde el voto es obligatorio, por primera vez la gente tuvo un candidato del pueblo en sentido estricto, no figurado, un maestro de primaria de origen campesino y que decía representar sus intereses. Por eso hay un gran malestar en amplios sectores de la población que votaron por él y ahora se manifiestan de manera pacífica y violenta. A estos segundos, la derecha, los tachan de terroristas. Y, en ese juego ha caído Dina Boluarte al sacar al ejército a las calles.

Lo que pone en evidencia otra fractura, la del centralismo capitalino que votó por Keiko y, las provincias con alto componente campesino e indígena y que votaron por Castillo.