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La respuesta correcta a la inflación

Artículo Especial para La Jornada
Nueva York.

E

n las décadas transcurridas desde los shocks petroleros que en los años 70 del siglo pasado provocaron grandes picos inflacionarios y trabas al crecimiento económico, la estabilidad de precios se ha mantenido incluso en momentos de crecimiento firme. Muchos políticos y economistas se llevaron los aplausos, y proclamaron con orgullo que habían hallado la fórmula mágica. Lo que se denominó Gran moderación (https://bit.ly/3AQ1zcN) se basó en que bancos centrales independientes pudieran anclar las expectativas inflacionarias mediante la promesa creíble de subir los tipos de interés al menor indicio de inflación, o incluso actuar en forma preventiva cuando fuera necesario. Independencia quería decir que los bancos centrales no debían (ni solían) preocuparse por comparar los costos (en general, la pérdida de actividad económica y empleo) contra cualquier presunto beneficio.

Pero esta ortodoxia siempre fue cuestionada. Puesto que las alzas de tipos de interés obtienen el resultado deseado reduciendo la demanda, no pueden resolver la inflación derivada de perturbaciones del lado de la oferta, por ejemplo encarecimientos del petróleo (como en los años 70 y de nuevo ahora) o interrupciones de las cadenas de suministro como las vistas durante la pandemia de covid-19 y a continuación de la guerra de Rusia en Ucrania. Subir los tipos de interés no aumentará la oferta de autos, petróleo, granos, fertilizantes o leche de fórmula. Por el contrario, al encarecer la inversión, puede incluso obstaculizar una respuesta eficaz a los problemas del lado de la oferta.

La experiencia de los años 60 del siglo pasado ofrece algunas enseñanzas importantes para el momento actual. Una es que grandes aumentos de los tipos de interés pueden ser muy disruptivos. Basta pensar en la crisis de deuda (https://bit.ly/3PaawSM) latinoamericana de los años 80, cuyos efectos perduraron casi dos décadas. Otra enseñanza es que los aterrizajes suaves (https://bit.ly/3IBRX7y) guiados por el banco central son muy difíciles de instrumentar.

Hoy buena parte del debate público se centra en asignar culpas por el aumento de la inflación. Los expertos discuten si la Reserva Federal de los Estados Unidos debió actuar antes, y si el gobierno debió gastar menos en respuesta al covid-19. Pero esas preguntas no son particularmente pertinentes. En vista de la escala de las últimas alteraciones de la oferta derivadas de las estrictas medidas de confinamiento en China (https://bit.ly/3IBBS1I), la escasez de semiconductores (https://bit.ly/3uMTlyg), problemas en la producción de leche de fórmula (https://bit.ly/3aC5iA3) y productos higiénicos (https://n.pr/3aBMLUL), y los efectos (https://nyti.ms/3ObGywe) de la guerra sobre el suministro de granos, petróleo y fertilizantes, la inflación era inevitable.

Además, el marcado crecimiento de las ganancias corporativas (https://bit.ly/3cj7Vrf) hace pensar que un factor importante de la inflación actual puede ser el aumento de la concentración de mercados. Las causas exactas de ese crecimiento no están del todo claras, pero nadie discute que de hecho hubo un aumento de ganancias durante la pandemia. Y cuando en los mercados surgen restricciones de suministro importantes, como ha sucedido en muchos sectores estos dos años anteriores, las empresas con un poder de mercado considerable están mejor posicionadas para aprovechar la situación.

Para quienes no están en el gobierno es fácil criticar a los que están; es la naturaleza de la política. Pero el presidente Joe Biden y los congresistas demócratas no son más culpables por la inflación en Estados Unidos que la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen (https://bit.ly/3o12EHc) en la Unión Europea o el primer ministro Boris Johnson en el Reino Unido. ¿Hay alguien, fuera de la secta de seguidores de Donald Trump, que realmente crea que Estados Unidos se hubiera ahorrado la inflación actual si Trump hubiera sido relecto?

El lado equivocado de la ecuación.

La pregunta pertinente, ahora que la inflación llegó, es qué hacer con ella. Aunque un alza de tipos de interés de una magnitud suficiente amortiguará el crecimiento de los precios, lo hará destruyendo la economía. Es verdad que algunos defensores de subir los tipos de interés aseguran que un combate decidido a la inflación ayudará a los pobres, porque los salarios van por detrás de los precios (lo cual implica, por supuesto, que los salarios no están motorizando la inflación sino amortiguándola). Pero para los trabajadores nada es peor que la falta total de ingresos y un poder de negociación disminuido, que es lo que sucederá si el banco central provoca una recesión. Y esto vale especialmente en los Estados Unidos, que tiene el sistema de protección social más débil (https://bit.ly/3AUmV90) de las economías avanzadas.

Por supuesto que cierta normalización de los tipos de interés estaría bien. Se supone que los tipos de interés deben reflejar la escasez de capital; y obviamente, el precio correcto del capital no puede ser ni cero ni negativo, como el que se deriva de tipos de interés cercanos a cero y que se tornan muy negativos en términos reales al descontar la inflación. Pero un alza excesiva y apresurada de los tipos de interés implica grandes riesgos.

La versión íntegra del artículo puede leerse en https://bit.ly/3ocIWIw