Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 7 de junio de 2015 Num: 1057

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Andrés Bello, la
sabiduría y la lengua

Leandro Arellano

La neomexicanidad en
los laberintos urbanos

Miguel Ángel Adame Cerón

Un poema
Jenny Haukio

Sobre los librotes
José María Espinasa

Contra las violencias
Fabrizio Lorusso

Günter Grass: historia,
leyenda y realidad

Lorel Manzano

Carrington y
Poniatowska:
encuentro en Liverpool

Ánxela Romero-Astvaldsson

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Gustavo Ogarrio
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Jorge Moch
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Reflexiones electoreras

Qué amasijo de pillerías son las elecciones en México. Exactamente lo contrario a lo que deberían. En lugar del ejercicio límpido de la soberanía popular, las convertimos en vil tianguis de mentiras, guerra sucia, esquinazos, traiciones… y negocio. Cuestan, aunque no sea año electoral, pero en uno como el que corre las cifras se disparan escandalosamente, billones de pesos que en lugar de usarse en mejorar hospitales públicos o equipar y modernizar escuelas que en muchos lugares se están cayendo a pedazos, son encauzados a las faltriqueras sin fondo de un sistema –deberíamos decir una red– de partidos políticos que más que institutos de gestión social se comportan como pandillas: las grabaciones que brotan por todos lados de funcionarios, candidatos y operadores (una gema de vulgaridad la de hace una semana entre el inefable Adrián Ruvalcaba Suárez y su “delfín” sucesorio, Miguel Ángel Salazar Martínez, ambos vinculados, vaya sorpresa, al amasiato entre ese sindicato criminal que se llama Partido Verde y su padrino el PRI y de la que, rascando entre las soeces expresiones de ambos yúniors prepotentes, rescato una frase esencial que los retrata de cuerpo entero al referirse a sus posibles votantes, a los que estarían convocando con promesas de dádivas que van desde regalos de mercancía china hasta autos y puestos en la delegación Cuajimalpa: “… y después ya vemos cómo les cumplimos si es que se les puede cumplir, el pedo de esto es ganar…”, exhibiéndoles como verdaderos patanes con nulas cualidades morales para ejercer puestos públicos o un escaño en la representación parlamentaria (puede escuchar el audio).

Son auténticas fortunas las que dilapidan las administraciones federal y estatales en la propaganda y la operación casi seguramente fraudulenta de unas elecciones signadas por la violencia, el acarreo, la compra de votos y toda la negra cauda de crímenes electorales, irregularidades y abiertas agresiones al derecho esencial ciudadano del voto, convertido éste en coto de tretas, transas, acuerdos en lo oscurito y, en el mejor de los casos, las ganas rotas de muchos mexicanos que quisiéramos ver un país cambiado, remozado, sin tanto cabrón ratero encumbrado en las cerradas oficinas de edificios gubernamentales y empresas, y menos pobres diablos cosidos a balazos en calles, brechas, carreteras y veredas. Y mucho mayores son las ingentes cantidades de dinero, no pocas veces de origen criminal, con que se rebozan por debajo de la mesa esas campañas electorales que terminan siendo simples colecciones de delitos.

Pero el cogollo nauseabundo no está en la muy pedestre obsesión de poder político y económico que padece cualquier pobre imbécil de autoestima baja y más baja estofa cultural y ética, sino en el inmenso poder cosmético de los medios masivos que se empecinan en lavarle la mierda del rostro al gobierno y sus compinches aparentando que este país violentado, vejado, ensangrentado y depauperado con el saqueo constante (del que forma parte mayúscula, precisamente, todo el tinglado electorero) transita con normalidad imposible hacia el ejercicio democrático. Las elecciones limpias, transparentes, fortalecidas en su credibilidad solamente existen en los anuncios de la propaganda partidista e institucional (de pronto el INE parece un partido más en campaña) que inunda en todo momento la radio, la televisión, los medios impresos e internet.

Pero no se necesitan dos dedos de frente para percatarse de que todo es una falacia, un entramado montaje compuesto por comemierdas de profesión, ésos que revisten la fragilidad de su pellejo con las escamas del cinismo y una prepotencia cobarde con guardaespaldas. Ésos que desprecian a la gente pero se valen de ella; que le llenan las manos de promesas y luego les dan la espalda o, cuando la gente decide hacerse valer y planta cara, ofrecen en respuesta granaderos y policías que han terminado convertidos, por sátrapas como el mismo Peña Nieto, de oficiales del orden y la prevención, en simples miñones represores y hasta asesinos, como hemos visto en repetidos, lamentables y cada vez más crueles casos de masacres y mal disfrazados “enfrentamientos”.

De modo que las elecciones mexicanas, más que un ejercicio libre y democrático, han terminado convertidas en uno más de los síntomas, quizá uno de los más representativos, de la pudrición social de un país en el que cada día se hace más difícil llevar sin sobresaltos la diaria rutina.