Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Los vajilleros
desaparecidos
Agustín Escobar Ledesma
Ritos expiatorios y
consenso social en
la postmodernidad
Michel Maffesoli
Ajedrez en la Plaza
de Santo Domingo
Christopher García Vega
Blanca Varela y
Guillermo Fernández
Marco Antonio Campos
Olvidar para aprender
Manuel Martínez Morales
Charlie Hebdo, la libre
expresión y la ética
Didier Fassin
En contra de la
irresponsabilidad
Annunziata Rossi
El Nuevo año
José María Espinasa
Leer
Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
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Cinexcusas
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Ricardo Yáñez
Ana Luisa
Para el imaginario mexicano ella, y no Helvia Martínez, fue la modelo de la Diana Cazadora, de Juan Olaguíbel, cuya popularidad queda patente en las más de diez reproducciones que hay en zonas urbanas del país. Sabrá Dios en qué película me tocó conocer –una mañana de pinta en el Cine Park de Guadalajara– su turbadora belleza; sólo sé que no menos turbador para un secundariano resultaba el personaje, en mi recuerdo (pero sabemos que la memoria es un invento del olvido) una humanitaria enfermera de día que de noche ejercía “el oficio más antiguo del mundo”. Aún tengo ante mis ojos una escena donde los dedos de las manos extendidas ante sí se le deshojaban en un caer de cuchillos… El caso es que una buena tarde me invitaron a presentar un semanario queretano y ella llegó vestida de un dorado brillante, que alcanzaba las uñas, imponente, diosa, y se sentó en el otro extremo de la mesa, después de Efráin Mendoza, el director de El Nuevo Amanecer. Antes de hablar de la publicación hablé de ella, me emocioné, qué raro, y me quedé sin habla. Ana Luisa, sonriente y comprensiva, pasando el brazo por enfrente de Efráin, extendió su mano derecha, la puso sobre mi izquierda y la mantuvo ahí por no sé cuánto tiempo –hasta que pude, suavemente, de nuevo respirar. |