Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 15 de marzo de 2015 Num: 1045

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Los vajilleros
desaparecidos

Agustín Escobar Ledesma

Ritos expiatorios y
consenso social en
la postmodernidad

Michel Maffesoli

Ajedrez en la Plaza
de Santo Domingo

Christopher García Vega

Blanca Varela y
Guillermo Fernández

Marco Antonio Campos

Olvidar para aprender
Manuel Martínez Morales

Charlie Hebdo, la libre
expresión y la ética

Didier Fassin

En contra de la
irresponsabilidad

Annunziata Rossi

El Nuevo año
José María Espinasa

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Miguel Ángel Quemain
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De la Belle époque a Rossana Filomarino

La danza teatral en México durante el virreinato (1521.1821) y Teatro musical y danza en el México de la Belle Époque (1867-1910) en su segunda edición, prologado por José Emilio Pacheco, ambos de Maya Ramos, poseen una continuidad que hace visible un proceso dancístico de casi cuatroscientos años de representaciones escénicas atravesadas más por el baile, el movimiento coreográfico, que por el de la dramaturgia y la puesta en escena de una enorme cantidad de textos que caracterizan el período.

En una cultura que desde sus orígenes mestizos le apuesta todo al mundo de la imagen, no extraña que coloque en el cuerpo un discurso al que tanto le teme la Iglesia católica, y que intentó cercenar sin éxito en los últimos cuatro siglos, a pesar de que lo dominante ha sido el mundo comercial de una estupidez más inmoral que los cuerpos que trataron de anatematizar.

Maya Ramos no se permite especulaciones frente a los materiales documentales, pese a que en ocasiones trata de ficcionalizar para ambientar un momento que carece de suficiente documentación.

El valor principal de Teatro musical y danza..., radica en la gran ausencia de exploraciones sobre el tema y en que la investigación se realiza en archivos escuálidos que al parecer sólo tienen programas de mano. Se trata de un universo que comprende un México ya independiente y con un desarrollo institucional importante. Es lo que hay y muestra los enormes vacíos documentales, de interés y de imaginación.


Rossana Filomarino

Basta revisar la bibliografía para ver lo inanimado del mundo intelectual que rodea la reflexión sobre el período y el tema. Apenas cuenta con bibliografía de producción local y prácticamente con ninguna referencia propia que sea aleccionadora en el territorio de la investigación y/o la reflexión.

El trabajo de Maya Ramos consiste fundamentalmente en describir y ordenar la investigación existente. Asombra que a veinte años de su edición no se haya preocupado por revisar la bibliografía y el estado de la documentación. Si revisó y no encontró nada, tampoco lo dice, aunque hoy sabemos que por lo menos en las tesis de licenciatura y maestría hay varios trabajos de titulación que abordan el tema.

En este trabajo se evidencia un panorama pobre, como el actual, como si no hubiera pasado el tiempo y el mundo idiosincrásico del siglo xix nos recordara que la imaginación teatral nacional, salvo contadas excepciones, es chata, y que la preferencia es por un teatro comercial muy parecido a la peor televisión.

En La danza teatral... queda claro, no sin dolor y sin una meditación sobre el presente, que hay varios aspectos que permiten el desarrollo de un arte que hoy tiene sostenido con pinzas a un público que, si bien ha sido fiel, abandona las taquillas cuando el impacto económico de las funciones es muy alto, aumenta la inseguridad en las calles y lo que está en cartelera no vale la pena como para asumir el riesgo, además del creciente desinterés de grandes sectores.

Este mundo histórico no tiene el poder de oprimirnos, pero es el antecedente de un malestar que nos persigue desde el mundo novohispano con tal regularidad, que permitiría el atrevimiento de pensar que México no ha cambiado, lo cual sería falso. Pero hay algo que no ha cambiado en el fondo, que en lo esencial nos convierte en un mundo (más que en un país) decimonónico: las relaciones entre la danza y el teatro están vivas y actuales.

Por ejemplo, este 2015 Rossana Filomarino, directora, coreógrafa, intérprete, cumple cincuenta años de trabajo. Es la coreógrafa viva más importante de la escena nacional y sus aportes al teatro desde la danza contemporánea, y a la danza contemporánea desde el teatro, la colocan como una de las artistas más actuales. Al mismo tiempo, es la heredera de nuestra tradición más rica, sobre todo la que corresponde a Guillermina Bravo, pero también la que viene de Raúl Flores Canelo. Su inteligencia y sensibilidad, su formación, le permiten moverse en el terreno de lo popular y en las altas expresiones de la literatura, la música y la plástica.

La existencia de artistas como ella obliga a repensar lo logrado y valorar qué obstáculos de ayer sobreviven entre nosotros. Uno de los mayores es la indiferencia y la incapacidad de mirarnos a nosotros mismos. El patrimonio de Rossana Filomarino lo disfruta su compañía construida de lealtades, filiaciones artísticas e individualidades que vibran en el encordado de la crítica y la autocrítica grupal. Pero todavía falta que ese patrimonio sea reconocido como parte de lo nacional y lo contemporáneo.