Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 30 de marzo de 2014 Num: 995

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Cartier-Bresson en
el Centro Pompidou

Vilma Fuentes

El laberinto de la soledad: monólogo, delirio y diálogo
Antonio Valle

La era no canónica
de Octavio Paz

Gustavo Ogarrio

Octavio Paz: libertad y palabra, realidad y deseo
Juan Domingo Argüelles

Las cartas perdidas
de Paz

Edgar Aguilar

Diez aspectos de la
poesía de Octavio Paz

Hugo Gutiérrez Vega

Vitos y Alií
Katerina Anguelaki-Rouk

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Poesía
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
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Ricardo Yáñez

Una noche

Xóchitl Díaz de León, quien laboraba en la Biblioteca del Estado, me dio a conocer a Octavio Paz en Guadalajara (llegué un poco tarde, debo reconocer): Libertad bajo palabra, en su primera edición, que en un descuido dejé sobre el escritorio de la persona que atendía otra biblioteca, la de la entonces Facultad de Filosofía y Letras de la U. de G, y ya no lo volví a ver. Descuido imperdonable –que no obstante se me perdonó– pues el ejemplar era un regalo del padre de Ricardo Castillo, el también poeta y dramaturgo, papá Guille. Me embebí en su lectura y una noche tuve un extraño sueño, del que me desperté algo asustado. Prendí la luz y abrí el libro de Paz al azar, para calmarme. Quizá exagere, porque el sueño no lo recuerdo y, alucinado como estaba por aquello que estrictamente no me atrevería a llamar pesadilla, pero desde luego tampoco revelación… Quizá exagere, digo, pero en aquel poema que apareció ante mi mirada, “Virgen”, me parece, desfilaron de nuevo muchas de las imágenes que en el sueño fluyeron como presencias de un terror sagrado (frase ésta con la que en aquel entonces nomás no podía dar, era la pura sensación, a la vez que maravillosa espeluznante, algo para lo cual sólo había un nombre, un larguísimo nombre, el propio, no antes leído, poema paziano). Curioso: eso me calmó, pero a la vez me despertó mucho más de lo que yo hubiera querido. ¿A qué?, ¿a dónde?, ¿dónde?