Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 30 de marzo de 2014 Num: 995

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Cartier-Bresson en
el Centro Pompidou

Vilma Fuentes

El laberinto de la soledad: monólogo, delirio y diálogo
Antonio Valle

La era no canónica
de Octavio Paz

Gustavo Ogarrio

Octavio Paz: libertad y palabra, realidad y deseo
Juan Domingo Argüelles

Las cartas perdidas
de Paz

Edgar Aguilar

Diez aspectos de la
poesía de Octavio Paz

Hugo Gutiérrez Vega

Vitos y Alií
Katerina Anguelaki-Rouk

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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Poesía
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
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Jair Cortés
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De consejos para escribir

Las preguntas no son nuevas pero sí recurrentes: ¿Existe algún consejo que sirva para escribir literatura? ¿Qué camino seguir si se ha decidido dedicarse a la escritura? Los autores incipientes se encuentran, muchas veces, desorientados al dar sus primeros pasos en el terreno de la escritura; la inseguridad, la falta de confianza en sí mismos o la crítica malintencionada los orillan a incrementar sus dudas respecto al oficio de la palabra y, en este remolino de incertidumbre, se pierde de vista lo esencial: quien escribe no debería preguntarse “¿cómo escribir?” sino “¿por qué escribir?”

Hay autores que, desde su experiencia luminosa, han identificado ciertas características necesarias en un escritor. William Faulkner, por ejemplo, expresaba que “un escritor necesita tres cosas: experiencia, observación e imaginación.”, y cuando Jean Stein Vanden Heuvel le preguntó si existía “una fórmula que sea posible seguir para ser un buen novelista”, Faulkner respondió categórico: “99% de talento… 99% de disciplina… 99% de trabajo.” No hay exageración en la respuesta del autor de Las palmeras salvajes, la edificación de una obra literaria requiere de estos tres elementos medulares. Si se es perezoso el talento se marchitará pronto; si hay disciplina pero el talento es escaso el resultado reflejará esa deficiencia y, en todos los casos, el trabajo arduo es una de las claves para concretar y concluir aquel libro que se desea escribir.

En su magnífico libro Hand to Mouth. A Chronicle of Early Failure, Paul Auster demandaba, de todo aquel que se aventurara a escribir, “disciplina y concentración”. Hasta ahora no he leído testimonio alguno de cualquier escritor que no mencione la disciplina como el pilar de un sólido oficio literario. La concentración también se convierte en una actividad imprescindible para enfocar la energía creativa de manera eficaz. De ahí que las distracciones que rondan a cualquier artista deben ser tratadas con sumo cuidado; ya Hemingway advertía: “El teléfono y los visitantes son los destructores del trabajo.”

En el campo de la literatura podemos pedir consejos y éstos vendrán a raudales. Siempre habrá alguien dispuesto a “orientarnos”, por eso es necesario recordar, una y otra vez, las palabras de Ezra Pound cuando afirmaba: “Así como no se pueden tomar en serio los conocimientos de tenis de un individuo hasta no verlo jugar en algún torneo, así podemos suponer que hasta que un hombre no domine efectivamente determinados procedimientos debe haber en ellos muchos elementos que no conoce bien.” Pound plantea un diálogo con un interlocutor que demuestra sus virtudes en su trabajo como artista. Si despejamos un poco la neblina que se alza frente a la duda sobre qué consejo atender a la hora de escribir, comprenderemos que el mejor consejo que un escritor puede ofrecer a otro es una obra digna de leerse.