Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 12 de mayo de 2013 Num: 949

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Don Quijote en Alemania
Ricardo Bada

Un pescado refuta
la extinción

Adolfo Castañón

Dos poemas
Francisco Hernández

Más allá de la música: guerra, droga y naturaleza
Mariana Domínguez

La música: usos y abusos
Alonso Arreola

El poderoso influjo
de la música

Xabier F. Coronado

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Señales en el camino
Marco Antonio Campos
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
José Angel Leyva
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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Luis Tovar
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Riviera Maya II (II Y ÚLTIMA)

Aquí mencionados en la anterior entrega, los largometrajes de ficción incluidos en la sección Panorama Mexicano son Las búsquedas (José Luis Valle, 2013), Despertar el polvo (Hari Sama, 2012), Halley (Sebastián Hoffman, 2012), Las lágrimas (Pablo Delgado, 2012), Panorama (Juan Patricio Riveroll, 2013), Penumbra (Eduardo Villanueva, 2013), y Rezeta (Fernando Frías, 2012).

Otra mirada brevísima

De nombre que se presta a confusión –Rezeta–, la ópera prima en ficción de Frías, también autor del guión, se queda a medio camino de lo que pudo ser un buen retrato de adaptación a una cultura diferente a la de origen. Rezeta es el nombre de pila de una modelo albanesa que llega a México y, pareciera que inevitablemente, se abre paso a golpes de cuerpo, para decirlo de algún modo. La cinta se extravía, con largueza, en los meandros del usufructo masculino del cual Rezeta es una víctima de curiosa anuencia; se detiene demasiado en la insustancialidad ruidosa de las fiestas yuppies y, en el trayecto, parece perder de vista lo que parecía su foco dramático: el qué y el cómo siente la interfecta esa siempre incompleta e insuficiente adaptación a un medio sociocultural que ni la esperaba ni la echará de menos cuando se vaya.

Segundo largo de ficción de Riveroll –el primero es Ópera (2007)–, Panorama fue escrito por él mismo y por Javier Solórzano de la Torre. A su vez, este último es protagonista del filme, lo cual hace pensar que no sólo los diálogos del personaje encarnado por Solórzano fueron ideados por él mismo sino, también, largas porciones de la trama. En consecuencia, Riveroll y Solórzano comparten la responsabilidad del descoyuntamiento, el flojo atado de los nudos, la gratuidad y, en general, la carencia de solidez de una historia que arranca y termina –la de un capitalino que abandona un rato la ciudad– sin haber generado mayores interés o curiosidad. No ayuda, por cierto, una factura fílmica tan desprolija que no pareciera fruto de la impericia sino de una inexplicable voluntad –¿estilística?– de hacer que aquello se viera mal iluminado, mal fotografiado y mal editado, entre otras falencias.

A Despertar el polvo, segundo largometraje de Sama –el primero es El sueño de Lu (2012)– le faltan doce minutos para alcanzar la hora y media de duración y, fuerza es decirlo, si de él se suprimieran las muy largas escenas, que más de una vez conforman casi secuencias completas, en las que a el Chano, personaje principal, sólo se le ve caminando con aires de eternidad, seguramente la película no habría alcanzado a durar ni una hora. No es cuestión de pietajes exigibles, sino que a consecuencia de esa decisión rítmica, la pequeña trama –un indigente y exfacineroso vuelve a delinquir con el propósito de dar solución a cuitas que no son suyas– pierde tanto continuidad como fuerza, y se diluye casi completa en la mente de un espectador que, llegado cierto momento, ya nada más quiere saber a qué horas el Chano dejará de gastar sus ya de suyo gastados zapatos. De tal modo, en el camino queda desperdiciada la oportunidad de superar el nivel de esbozo al retratar la corrupción policial en el De Efe, asunto que, lejos de ser aprovechado como tema que subyace y detona, llega nada más que a mero borrador.

Con similar aire lacónico al que impregna su otro largometraje de ficción –Workers (2012)–, y con parecida contención lo mismo en el tono histriónico que en el general del drama que cuenta, el salvadoreño naturalizado mexicano José Luis Valle demuestra saber lo determinante y lo altamente útil que puede ser, a la hora de contar una historia, todo lo que de ella no se cuenta de manera explícita o, como otros acostumbran, incluso palmaria. Bueno para insertar el contenido de sus tramas en espacios urbanos que acaban siendo parte insustituible, por definitiva, de aquello que se narra, en Las búsquedas a Valle le alcanzan setenta y siete minutos para redondear la narración de dos trayectos vitales marcados por lo imponderable y la soledad no buscada ni aceptada, el deseo de cerrarle las puertas, así como la posibilidad de hallar, con un poco de disposición y otro de paciencia, la serenidad que hace falta para no seguir andando por ahí mientras se rumian pérdidas o venganzas.

Puesto que el espacio no alcanza esta vez, de la muy interesante y esperpéntica propuesta llamada Halley se hablará en otra ocasión. Sólo apúntese que quizá sus productores aún están a tiempo de cambiarle un título que, al tratarse de una referencia más bien menor dentro de la trama, no le favorece.